viernes, 23 de abril de 2010

Tres personajes en busca de un diseño

Televisión / CRÍTICA / para vestir santos

El debut del nuevo unitario de El Trece apunta a varios tonos posibles sin decidirse por ninguno. El elenco cumple y se nota la mano de Javier Daulte.

No es novedad que a los unitarios de Pol-ka les vaya bien en audiencia y el debut de Para vestir santos no fue la excepción: tuvo un promedio de 19,1 puntos de rating y fue el programa más visto en su franja horaria –más que Botineras, por Telefe, que sumó 18,5– y el tercero del día, después de Malparida –que llegó a los 23,8– y Justo a tiempo, con los efectivos 19,9 de Julián Weich.

Tampoco es novedad que sea el producto más prestigioso del Trece, que siempre convoca elencos interesantes combinando figuras populares con artistas del off –como Mónica Cabrera y Guillermo Arengo, que vienen de Tratame bien– y se preocupa en ofrecer guiones cuidados que abordan temas y enfoques distintos de la factura Pol-ka “barrial”: si la tira anida en estereotipos denodadamente fatigados hasta en su remozamiento, en el unitario se hunden raíces en conflictos actuales de la clase, más o menos, media y urbana.

Esta vez la novedad no reside ni en el buen elenco elegido ni en el protagonismo de tres mujeres: era previsible que después de la centralidad en 2009 de una pareja en descomposición, volviera el triángulo femenino. Pero en lugar de las amigas abogadas de Socias (2008), en Para vestir santos se trata de hermanas solteras desclasadas del amor, el dinero y cualquier cosa entendida como éxito.

Susi (Gabriela Toscano), Virgi (Griselda Siciliani) y Male (Celeste Cid) nos fueron presentadas tras la muerte de su poco amorosa madre (Betiana Blum); viven juntas, sin hombres que se comprometan y con el estigma del perdedor pintado en la frente, pero se tienen a ellas mismas y un enemigo común; la hermanastra casada y con plata (Gloria Carrá), además del sobrevuelo bajito y desdibujado de algunos varones que, suponemos, irán creciendo con los capítulos (Fernán Mirás, Daniel Hendler y Luis Machín), un tío (Hugo Arana) y un chamán adivinador (Héctor Díaz).

El resaltador señala a Javier Daulte, dramaturgo y director teatral, como el ingrediente de la diferencia. Y se nota. Porque el creador de ¿Estás ahí? y Nunca estuviste tan adorable mete mano en situaciones cercanas al absurdo, a la comedia grotesca, en diálogos con retruques no convencionales y hasta en un clima melodramático que la escenografía y el vestuario vintage (Adriana Slemenson y Lorena Díaz) logran transmitir.

Pero el problema es que -en este primer e insuficiente vistazo- la dirección de Daniel Barone no decide un registro y mezcla los tonos de “polkomedia” con el humor de Daulte y suma el déjà-vu de la voz en off de Amas de casa desesperadas (al menos, no de la madre muerta sino de Siciliani) y ese colorinche no resulta aún un collage interesante sino una mezcla indefinida. Salvo Carrá, a quien se vio muy sólida, las actrices tampoco parecen convencidas de cuál es el matiz por el que deben jugarse. Pero tal vez este estampado vaya de a poco encontrando su diseño propio. En principio, y lo más importante: dan ganas de seguir la historia.

Fuente: Crítica

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