Con un delicado tratamiento, la pieza hace hincapié en que el amor, la felicidad y el dolor no conocen géneros, sino seres humanos. Con textos y dirección del madrileño Diego Casado Rubio.
A pesar de que las luces de neón y los rayos catódicos nos ametrallen con obras plagadas de figuras mediáticas y guiones de endeble sustento, la ciudad de Buenos Aires (allí donde dicen que Dios atiende y los críticos entienden) nos ofrece alternativas teatrales ricas y atractivas. Pues el circuito off porteño es notable en cantidad y calidad, pero sobre todo en innovación. La proliferación de salas y compañías independientes generan -en definitiva, la cultura es “sano contagio”- ideas distintas con el fin de probar y desesctructurar. Por eso, muchas obras rompen ciertas líneas o al menos se entrecruzan con otras disciplinas y lenguajes. En definitiva, las artes conviven, los límites se cruzan, pues que no suceda es inevitable.
Cuando se ingresa en el espacio de la representación, dos lugares se hacen presentes. Uno tiene que ver con lo que vemos: una mujer de luto frente a un cajón que, debemos entender, es de muerto, desgranando las cuentas de un rosario con una serie interminable de avemarías repetidas y aceleradas. El otro espacio, el que no vemos, es el que deben ocupar otras mujeres, también en la monotonía del rezo, pero a las que escuchamos amplificadas por algún micrófono.
Un pequeño monólogo sirve para la presentación. Es una viuda sin papeles.
Como fondo de los llantos de esta viuda una pantalla dibuja una ventana. Dibuja en sentido estricto, ya que se proyecta una imagen pictórica de una ventana. En un gesto de la mujer la ventana se abre y deja ver un mar también dibujado. Luego en el dibujo se imprime movimiento y lentamente se funde la filmación del mar sobre el borramiento de lo dibujado. Estas imágenes calan profundo en la sensibilidad del espectador. La reflexión sobre el dolor, la síntesis de los recursos audiovisuales, dramáticos y auditivos convierten el espacio escénico en una caja de sorpresas.
La historia
Rosa es una mujer que en la primera escena llora la muerte de su pareja. Es una viuda sin papeles. Compañera de quien habita el cajón, con quien nunca “contrajo matrimonio”, siente en peligro su lugar en la casa, que sin compañía ya no es suya.
En el llanto se mezclan la desazón por la muerte y la inseguridad por el futuro. Para mayor desgracia está esperando a la familia española (que no es la propia y que oscila entre la ignorancia y el desprecio).
Escenas tristes, mágicas y divertidas comienzan a revelar lo que nadie esperaba, ahí está la cuestión. Actrices impregnadas en su bien logrado personaje hacen de esta obra una joya teatral, que mantiene cautivo al espectador en la búsqueda por comprender qué es lo que está sucediendo con esta mujer que por momentos parece envolverse de locura. El desenlace muestra claramente la intención del director. De una forma graciosa hace frente a un tema cuestionable, que a gran parte de la sociedad da impotencia o bien ya lo aceptó por cansancio. Modelos mentales adquiridos nos imponen un limitado lente para ver la realidad, y esta obra muestra que la lógica no siempre es así.
El director
Diego Casado Rubio, madrileño del ‘78 y residente en Buenos Aires desde 2005, es un creador multidisciplinario formado en comunicación y diseño de imagen y sonido. Ha realizado numerosas producciones de material audiovisual para teatro, entre las que se destacan sus participaciones como director audiovisual en las últimas producciones de Mariela Asensio y José María Muscari. El teatro de Casado es un teatro vivo, deslumbrante y artesanal. Quizá por estos motivos, y por otros que descubrirá el espectador, puede hablarse de la belleza del dolor. Una creación destinada a perdurar.
Es inevitable plantea que la felicidad es un recuerdo frente al mar. Naturaliza el dolor y lo figura como parte de la vida, de qué forma lo transitamos es parte de cada persona, cómo lo transformamos es la personalidad de cada cual. Y de eso depende, de cada cual. Como el amor. No hay una forma de vivir, no hay una forma de pensar. Hay muchas. Sorprenderse a uno mismo es libertad. Las imágenes son conceptos de la realidad, pero no son. La realidad, muchas veces, tan sólo no se ve.
Es inevitable
Autor y Dirección: Diego Casado Rubio.
Elenco: Patrizia Alonso, Estela Garelli, Lorena Viterbo.
Escenografia: Cristian Veneciani.
Vestuario: Nancy Murena.
Realización de dispositivos lumínicos: Pehuen Stordeur.
Audiovisuales: Diego Casado Rubio.
Sonido: Franco Caviglia, Diego Menge.
Operación de sonido: Constanza Molfese.
Producción ejecutiva: Juan Borraspardo, Óscar Casado.
Coreografía: Daniel Bartra.
Funciones: domingos de abril y mayo a las 20.30 en
La Carbonera, Balcarce 998, Capital Federal. Reservas al (011) 4362-2651.
Diario Hoy
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