miércoles, 21 de abril de 2010

Perfecta puesta de un clásico

La Compañía Nacional de Teatro, de España, en su tercera visita al país

La estrella de Sevilla
, atribuida a Lope de Vega, por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de España. Elenco: Daniel Albadalejo, José Vicente Ramos, José Ramón Iglesias, Francisco Rojas, Mon Ceballos, Jesús Calvo, Arturo Querejeta, Jaime Soler, Muriel Sánchez, Paco Vila, Eva Trancón, Fernando Sendino, Jesús Hierónides y Angel Ramón Jiménez. Violín barroco: Isaac M. Pulet. Asesor de verso: Vicente Fuentes. Iluminación: Miguel Angel Camacho. Escenografía: Carolina González. Vestuario: Lorenzo Caprile. Versión y dirección: Eduardo Vasco. En el Teatro Nacional Cervantes

Nuestra opinión: excelente

Una vez más, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de Madrid, trae a Buenos Aires un magnífico espectáculo, excelente en todos los rubros. La e strella de Sevilla es, según los eruditos, atribuible en gran parte a Lope de Vega, aunque se advierte la intervención de otra mano, menos encumbrada. Resulta difícil sintetizar su compleja trama; baste decir que en ella predominan los dos temas fundamentales del teatro español del Siglo de Oro: el honor, ya fuere individual o colectivo, y el abuso del poder en tiempos de las monarquías absolutas. El tema del honor atañe también aquí, precisamente, al rey de Castilla, Sancho IV el Bravo, quien compromete su suprema jerarquía al recurrir al crimen para saciar su pasión por una hermosa sevillana, Estrella Tavera, cuyo hermano, Busto, es asesinado -por mandato real- nada menos que por su pretendiente, Sancho Ortiz de las Roelas.

Acaso el más expresivo monólogo en la historia del teatro clásico español (junto con el de Segismundo preso en la torre en La vida es sueño ), sea este de Sancho Ortiz cuando debate si cumplir o no el encargo del rey. Otros fragmentos de singular belleza asoman en el texto, y es la calidad de los actores, su fluida enunciación del verso, lo que permite recuperar a nuestros estragados oídos porteños la belleza incomparable de la lengua castellana, a la que cada vez empobrecemos más en el trajín diario. Y esto, sin necesidad de micrófono (ese recurso bastardo al que somos tan afectos en nuestros escenarios), con la sola capacidad de proyectar la voz adecuadamente.

Muchas sorpresas aguardan al espectador de La e strella de Sevilla: un curiosísimo descenso a los infiernos (dentro de la tradición de la literatura desde la antigüedad más remota) propuesto por el infaltable criado entrometido de la comedia clásica, o una inusitada exigencia de rendición de cuentas formulada al mismísimo rey por los ediles sevillanos.

Sería injusto destacar alguna interpretación por encima de otra, dada la homogénea calidad del elenco, pero, sin duda, los papeles principales están cubiertos por artistas de muy alto nivel. Lejos de la ornamentación barroca, propia de la época, la puesta podría calificarse de minimalista: escueta escenografía, de poderosa sugestión, vestuario sencillo y elegante, luces inteligentes (para usar un calificativo a la moda) y un violinista en escena que acompaña con pocos, pero oportunos golpes de su arco, las vicisitudes del drama. Perfecto es el adjetivo que mejor define a este espectáculo bellísimo, que permanecerá en cartel hasta el domingo.

Ernesto Schoo
Fuente: La Nación

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