El músico pasó por Buenos Aires y se refirió a la Nicaragua de ayer, hoy y mañana
Nació en Somoto, en Nicaragua, entre los cerros, bajo una luna sedienta, hijo de un constructor de marimbas y una maestra de escuela. "Y fui creciendo desde mi mundo de enano y comprendí que las cosas sólo son hermosas cuando luchamos por algo", dice quien desde su primer disco, Hilachas de sol, se convirtió en el cantor nacional del pobrerío nicaraguense, que al escuchar la música valiente y pegadiza de Luis Enrique Mejía Godoy siente que otras leyes rigen el universo durante el tiempo que dura una canción. Formó parte del primer gobierno sandinista -desde 1979 a 1990-. Anoche, los argentinos pudieron disfrutar de la música de este juglar que actuó en el Centro Cultural de la Cooperación, acompañado por el Quinteto Tiempo, Julio Lacarra y Marcelo Boccanera.
–Fue uno de los padres del Movimiento de la Nueva Canción Costarricense en 1975, ¿qué se proponía el Movimiento? ¿Tuvieron influencia del Movimiento Nuevo Cancionero argentino?
–Yo fui uno de los fundadores de este movimiento, junto al grupo Tayacán de Costa Rica (que también fundé), También fueron fundadores los cantautores ticos Dionisio Cabal, Marisol Carballo, los hermanos Manuel y Bernal Monestel, el venezolano Rafael Acosta, los Chilenos Víctor Canifrú, Alejandra Acuña y Patricio Primus, y el actor y cantautor argentino Rubén Pagura, entre los más importantes... Yo había llegado a Costa Rica para estudiar Medicina en 1967. Inicié mis estudios y dos años después abandoné la carrera para dedicarme a la música. Para entonces ya conocíamos la existencia y la producción musical del Movimiento de la Nueva Canción Chilena, el Nuevo Cancionero Argentino y la canción Uruguaya, por supuesto el Movimiento de la Nueva Trova Cubana, y de todos ellos tuve alguna influencia porque hacíamos repertorio de Víctor Jara, Armando Tejada Gómez, Daniel Viglietti, Silvio y Pablo y del folclore Suramericano. Yo empecé a escribir mis primeras canciones en 1970 y mucha gente piensa que viví en el Sur por el estilo de componer mis canciones, que aunque tienen una raíz del son nicaragüense y el son caribeño, también tienen un poco de todo lo que escuché, especialmente en los años ‘70.
–Argentina, ¿qué nombres propios tiene para usted, qué libros, qué discos, qué recuerdos?
– Argentina es una referencia importante en mi vida por mi padre Carlos Mejía Fajardo que era una especie del Gardel de Las Segovia (Norte de Nicaragua), gracias al él, desde niño conocimos los tangos más emblemáticos de Gardel y Lepera y las canciones de Atahualpa Yupanqui. Luego, en los años setenta, los discos de músicos del folclore y de la música rock (Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Quinteto Tiempo, César Isella, Cuarteto Zupay, Horacio Guarany, Ariel Ramírez, Piazzola, Julio Lacarra, Víctor Heredia, Eduardo Falú, Baglietto, Litto Nebia. Después León Gieco, Tarragó Ros, Teresa Parodi. Así como los libros de Julio Cortázar, Hamlet Lima, Armando Tejada Gómez, Gregorio Selser (que me descubrió al verdadero Sandino), Juan Gelman y algún tiempo después Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
–¿Qué recuerdos tiene de su participación en el gobierno sandinista de 1979? ¿Prima la satisfacción y el orgullo o hay algún gusto amargo que le gane el alma?
–Mi participación en el gobierno del FSLN fue en el sector Cultura. Primero en el Depto. de Música y después tomé la iniciativa de crear la Empresa Nicaragüense de Grabaciones Culturales (ENIGRAC), para el rescate de la música nacional. En ella trabajé 8 años hasta 1988. Y también me involucré en las Brigadas Culturales para cantar en barrios, universidades, primero como solista, después con el Grupo Mancotal que fundé con otros músicos en 1980. Siento mucho orgullo y satisfacción de haberme involucrado en el proceso revolucionario sin horarios y entregado en cuerpo y alma… Salí por todo el mundo convocando con el canto la solidaridad de los pueblos con la Revolución y también difundiendo nuestra música y nuestra cultura. Eso también fue un privilegio y un honor para mí. No tengo ningún mal sabor de esos maravillosos años.
–Trabajó varios años al lado de Ernesto Cardenal, ¿qué semblanza haría de él?
–A Ernesto lo conocía desde antes por su poesía, por la fundación de su comunidad en Solentiname y especialmente por el libro Ernesto Cardenal en Cuba y sus Epigramas y Salmos y el Evangelio de Solentiname... Personalmente lo conocí hacia 1978, cuando empezó la Insurrección Popular Sandinista. Él estaba en Costa Rica, donde yo vivía desde 1967. Viajamos juntos a EEUU a varios actos de solidaridad junto a Sergio Ramírez y Miguel D´Escoto. Después del triunfo de la Revolución él me pidió irme a trabajar en el Ministerio de Cultura donde pude conocerlo más. Es un hombre honesto, generoso, auténtico, de una sola cara, muy independiente en las cosas que quiere hacer y por supuesto, es uno de los más importantes poetas de Nicaragua. En el archipiélago de Solentiname y especialmente en la Isla Mancarrón fundó una comunidad de campesinos que aprendieron a leer, a hacer artesanías y algunos de ellos fueron poetas y guerrilleros, en algunos casos, héroes y mártires de la Revolución. Fundó los Talleres de Poesía en el Ministerio de Cultura que produjo una generación de poetas jóvenes en aquellos años. Hoy trabaja en talleres de poesía junto a niños con cáncer. Ernesto Cardenal es un gran ejemplo para mí y para muchos, como ser humano, como sacerdote y poeta y como hombre de izquierda que sigue defendiendo sus principios y sus ideales...
–Ha musicalizado a Julio Cortázar, quien se consideraba algo así como un miembro honorario de la Junta Sandinista, ¿lo conoció personalmente? ¿qué recuerdos tiene de él?
–A Julio Cortázar creo que lo conocí en los años 80 cuando él llegaba a Nicaragua a quien quiso mucho. Compartí dos o tres veces con él actividades culturales y reuniones entre poetas, escritores y cantautores... Le puse música y versifiqué el Capítulo No. 7 de su novela Rayuela, desgraciadamente después que falleció. Él estuvo muy cercano a la Dirección Nacional del FSLN y por supuesto fue muy amigo de Cardenal y de la mayoría de los poetas, escritores e intelectuales nicaragüenses.
–¿Qué mirada tiene sobre la Nicaragua de hoy?
–Después de 31 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, después de 16 años de gobiernos Neoliberales, hoy veo a Nicaragua como un país que ha sufrido mucho y todavía no logra construir su futuro… De aquellos maravillosos años en que creíamos "tocar el cielo con las manos", sólo quedan sueños rotos en nuestra memoria. Lo que realmente me duele es toda la sangre derramada para seguir siendo uno de los países más pobres de América Latina y con una juventud que parece no tener un horizonte claro… Los políticos se han encargado repartirse y seguir empobreciendo a Nicaragua. A pesara de esto, tengo la esperanza de que a pesar de lo perdido, habrá futuro…
–¿En qué utopía sigue creyendo?
–Creo en el ser humano y su capacidad de levantarse de cualquier adversidad. Creo en la capacidad de amar y de luchar de nuestro pueblo, en su nobleza y su solidaridad. Mi utopía es construir una Nicaragua posible en la que haya igualdad, tolerancia, justicia social, en que no haya explotación de los trabajadores y que cada poeta tenga su parcela de luna…
–Cuéntenos algo de Relincho en la sangre.
–Es un libro que escribí en los años noventa, para hablar de mis orígenes, de mis ancestros, de mi pueblo y mi familia. De dónde vengo y hacia dónde quiero ir… Me llevó cuatro años escribirlo y todavía creo que no lo dije todo…
–¿De qué músicos se siente compañero de camino?
–Especialmente mi amigo del alma, el argentino Adrián Goizueta. Con él hemos hecho una hermosa amistad en el camino de la música desde 1977. Nos conocimos en Costa Rica, él hizo los arreglos musicales de mi disco Amando en tiempo de guerra. Reside todavía en Costa Rica y seguimos haciendo proyectos juntos. Y por supuesto, con mi hermano Carlos Mejía Godoy, con quien somos cómplices desde jóvenes en la lucha por la libertad de nuestro país, y hermanos de canto y de luz, antes, durante y después del proceso revolucionario. Con la cantante nicaragüense Norma Helena Gadea tengo una gran afinidad. Le tengo un gran cariño, respeto y admiración. ¡Ella canta mis canciones como nadie…!
–¿Qué sensaciones lo recorren cada vez que se sube a un escenario?
–Son muchas las sensaciones. El privilegio de cantar en voz alta por los demás. La magia de comunicarme con la gente, independientemente en que rincón del mundo suceda… Y la energía que me provoca cantar siempre una nueva canción.
–Piense en su niñez, ¿cuál es la primera imagen que se le viene?
–La primera imagen es la de mi madre haciendo pan frente a un horno y la de mi padre en el taller de carpintería construyendo una marimba.
–Quédese con ese niño un rato más, ¿qué piensa que le preguntaría él, qué le gustaría preguntarle usted?
–Ya me he preguntado (y creo que por ahí debe haber algunos versos para una posible canción) si realmente soy el adulto que soñaba ser… O si quisiera volver a ser niño.
–¿Esta vida que tiene es la que soñó de niño?
–Creo que no. No pensaba que la vida de los adultos fuera tan complicada y estuviera llena de tantas contradicciones. Siempre soñé con cantar y escribir canciones, pero me hubiera gustado escribir canciones en tiempos de paz y no de guerra… Creo que le sigo debiendo, a ese niño que fui, una canción de cuna...
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