domingo, 18 de abril de 2010

Los riesgos de llevar una novela a escena

El elenco se entrega al juego propuesto por Muscari con mucho interés y creatividad

El anatomista, de Andahazi está dirigida por Muscari

El anatomista , de Federico Andahazi. Versión teatral: Luciano Cazaux. Intérpretes: Alejandro Awada, Antonio Grimau, Walter Quiroz, Sofía Gala Castiglione, Romina Ricci y Alejandra Rubio. Música original: Gustavo Santaolalla. Arte y vestuario: Renata Schussheim. Escenografía: Marcelo Valiente. Luces: Gonzalo Córdova. Video: Diego Casado Rubio. Asistente de dirección: Héctor Bordoni. Dirección: José María Muscari. En el Regina (Santa Fe 1235). De miércoles a sábados, a las 21; domingos, a las 20. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: buena .

Durante el siglo XVI, el anatomista Mateo Colón inicia una serie de investigaciones acerca de la naturaleza de las mujeres. Enamorado de una prostituta busca conseguir su amor infructuosamente y cree que una posible pócima puede permitirle alcanzar su objetivo. En su apasionada búsqueda sobre el ser femenino descubre lo que llama el "Amor veneris", un equivalente anatómico al clítoris.

Su forma de trabajo, sus conclusiones, salen a la luz y es enjuiciado por la Inquisición en un proceso violento y doloroso.

La versión teatral de la novela de Andahazi que concreta Luciano Cazaux, toma las situaciones más ricas de la novela y las reconstruye sobre una estructura fragmentada que no siempre logra sintetizar, con acierto, una línea argumental efectiva. Cazaux se muestra más interesado por fortalecer a los personajes, por aportarles trazos bien definidos, antes que construir unas situaciones sólidas.

Desde la dirección, José María Muscari juega con la novela original y con la versión. Se pone por sobre ellas y se muestra como un lector inquieto que, a medida que progresa en su lectura, se anima a fantasear con las escenas. Lo que su cabeza produce lo vuelca también en el escenario, generando una distancia por momento muy atractiva. Permite observar con mayor profundidad a los personajes y reconocerlos en sus aristas más íntimas. La historia queda en un segundo plano. El espectador se llevará consigo a un grupo de criaturas, salidas del Renacimiento, con todos sus esquemas de vida a cuestas, dispuestos a confrontarse con este presente.

El grupo de intérpretes se entrega al juego con mucho interés y creatividad y el espectáculo crece entre escenas desopilantes, monólogos de fuerte intensidad y hasta acciones eróticas que pueden sorprender a algunos. Alejandro Awada, Antonio Grimau, Walter Quiroz, Sofía Castiglione, Romina Ricci y Alejandra Rubio se exponen, verdaderamente, de manera muy inquietante a veces, y consiguen dominar ese mundo oscuro que habitan sus personajes. Por momentos en situaciones muy tensas y, en otras, desde el disparate, lo que aporta una interesante crítica al entorno.

A la magnífica música de Gustavo Santaolalla se suman en esta puesta la creatividad de unos rubros técnicos -escenografía, vestuario, iluminación y video- que se destacan por su fuerte valor estético, en un equilibrio muy reconocible.

Carlos Pacheco
Fuente: La Nación

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