viernes, 9 de abril de 2010

Cuando el actor no se despoja del personaje delante del espectador

02 de Diciembre de 2009

"La verdadera historia de Antonio" es una de las elegidas para representar a la provincia de Tucumán en el 2010 en la Fiesta Nacional del Teatro que organiza el Instituto Nacional del Teatro.

El grupo Gente No Convencida sorprendió con interesantes recursos. Excelentes actuaciones y gran originalidad a la hora de contar "La verdadera historia de Antonio". Presentación en Jujuy.

El grupo Gente No Convencida de Tucumán presentó en Jujuy una propuesta teatral que rompió con varias de las posibles especulaciones que el espectador podía haber tenido antes de verla. "La verdadera historia de Antonio" fue una de las piezas teatrales que se vio en nuestra ciudad, en el marco del recientemente concretado II Encuentro de Teatro Regional NOA Jujuy 2009. Es una de las elegidas para representar a su provincia el próximo año en la Fiesta Nacional del Teatro que organiza el Instituto Nacional del Teatro.

Por empezar el título parece establecer el protagonismo de la obra en el personaje de Antonio, que si bien es uno de los más fuertes, no se sobrepone por el de Estelita, una joven con capacidades mentales especiales que también es elemento esencial de esta historia.

El grupo, que realizó su propia versión de la obra "Ex Antuán" de Federico León, pone en escena una propuesta muy comprometida con la realidad social, no sólo desde las temáticas que se suceden en un barrio de Tucumán, como son la delincuencia, las injusticias, la desocupación, la violencia familiar, la corrupción, la inclusión de las personas especiales en la vida social, y los sueños de progreso, (entre otros tantos puntos que acercan al espectador a esta ficción desde su más íntima fibra de identificación); sino también desde la interpretación de personalidades comunes, cotidianas, a las que pareciera no pasarles nada que merezca ser parte de una obra de teatro.

El compromiso es también el de estudiar e investigar esas personalidades representadas, con tanta minuciosidad y detallismo, sobre todo en el caso del papel de Estelita. El trabajo de Liliana Juárez desde los gestos, la voz, la postura de su cuerpo, su andar, fue digno en esta propuesta de elogios muy bien fundados.

Las escenas son tan normales (el grupo se abraza a un naturalismo extremo) que a simple vista nada tiene la espectacularidad para ser el centro de una puesta, de un libro.

¿Cómo se logra tanta realidad aparente en escena? En primer lugar desde el recurso tan acertado de realizar esta puesta en una casa de familia y no en una sala de teatro. En nuestra ciudad se contó con la colaboración de la actriz Noemí Salerno que prestó su domicilio para esta presentación.

El público llega al lugar y es invitado a entrar a una platea improvisada en la parte oscura de un espacio que será la habitación donde ocurren todos los momentos de la obra. Es decir que la perspectiva del espectador es la de un vecino intruso que puede observar una historia ajena desde adentro, con la misma curiosidad y morbosidad con la que muchos miramos las casas y las vidas de nuestros vecinos o prójimos.

Entrar en la historia de una pareja, la de Antonio y Estelita (interpretados con gran excelencia por Sergio Prina y Liliana Juárez) es adentrarse en una situación de amor, de abuso, de locura, de ternura, de vida (según la mirada particular de cada espectador), que resulta fuerte y abre el debate (aunque sea el interno de cada integrante del público) sobre lo que es y lo que debe ser la convivencia en general.

La historia transcurre sin soluciones, sin cierres, sin finales felices (ni tampoco de los otros), simplemente pone en el tapete dolores, pasiones, alegrías, desilusiones, relaciones sociales, amorosas y cotidianas, que nos son muy comunes pero que no saltan a la luz hasta que un grupo de artistas decide ponerlas en escena.

La utilización de la casa en distintos espacios, la iluminación que juega con las sensaciones y los momentos del día, de elementos tan simples como un balde con agua que se derrama en el piso para limpiarlo como todos los días en las casas de cada uno, logran que todo sea tan real, que hasta el sereno del barrio (el verdadero, que pasaba por la vereda) se acerque a ver si podía solucionar algo cuando escuchó la discusión entre Antonio y su madre (interpretada con suma naturalidad por Susana Martínez). Sin dudas, otro de los momentos más significativos para el espectador, fue el final de la obra. Una última escena muestra a todos los personajes reunidos alrededor de un juego de mesa en el living, ensimismados en su charla, como si se tratara de un encuentro entre amigos y familiares, en una situación que se montaba casi como la música de fondo que se va perdiendo en el final de una película. El público poco a poco comienza a salir de la escena, pasando por al lado de los actores, que a esta altura ya son casi los vecinos reales de ese barrio que visitamos sabiendo que íbamos a ver una obra de teatro.

Ellos (los artistas) siguen con la escena hasta que el último de los espectadores sube al móvil que los llevó hasta esa casa, y se aleja. No hay lugar para el aplauso, ni un cierre en el que los artistas se inclinen agradeciéndolo. En definitiva, todo conspira para que una se quede con la imagen de Estelita, Antonio, la madre y el amante de la madre, en la retina, sin haber podido expresarles a los actores Liliana Juárez, Sergio Prina, Susana Martínez y Esteban Zelarayán, la ovación por un trabajo artístico de primer nivel. Este último recurso, por el que el público no ve en ningún momento al actor despojado de su personaje, condimenta aún más ese naturalismo y la sensación de un día más en la vida de cualquiera.

http://www.eltribuno.info/jujuy/

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