Llega a Buenos Aires Los 39 escalones, la desopilante historia de espías que es un éxito en Londres y Nueva York
Por Alejandro Cruz
De la Redacción de LA NACION
La información de prensa anuncia que hoy, en el Picadilly, Fabián Gianola, Laura Oliva, Diego Ramos y Nicolás Scarpino (por riguroso orden alfabético) estrenan Los 39 escalones, la versión teatral que alguna vez, allá por 1935, tuvo una estupenda versión cinematográfica a cargo del genial Alfred Hitchcock.
Ella, Laura Oliva, llegó a la producción local de 39... convocada por Manuel González Gil. El, Diego Ramos, dice que no habló con nadie y pone cara de no saber por qué está en un bar muy palermitano haciendo una nota de anticipo. Igualmente, sigue: "Yo hago de Richard Hannay, el que sigue la narración de la historia. Al principio no tenía muchas ganas porque es como el papel del galán, ¿entendés?, cosa que me aburre". O, como dice en otro momento matándose de risa, prefería demostrar que es mucho más que un cuerpo bonito. "Quería hacer de alguno de los dos payasos... -y pone cara de nene al que le sacaron el chiche preferido-. Pero cuando leí la versión otra vez me di cuenta de que podía escapar del galán, que se podía llevar la cosa hacia ciertos extremos." Y ahí se largan a charlar entre ellos. Ella, destacando las virtudes de su personaje. El, reconociéndolas, pero vuelve a poner cara, vuelve a hablar de los payasos (papeles de Gianola y Scarpino) y mil payasadas más hasta que llega la moza.
Justamente la trama está llena de estallidos, de disparos y de violentos zigzags que desafían lo previsible. Para dar vida a este delicado mecanismo dramático, la versión teatral a cargo de Patrick Barlow resuelve todo con cuatro actores. Uno, el de Diego Ramos, está todo el tiempo en escena. Laura Oliva da vida a tres personajes y a los dos payasos, denominación que sirve para dar a entender la clave clownesca, les toca componer a más de 100 criaturas. En este entramado vertiginoso, Laura suma otras dos patas fundamentales: la técnica del montaje y la banda sonora. Cuando el mecanismo se pone en marcha, no para. "En la primera pasada ya me quedó claro que ponés play y no parás, no parás. Pasa de todo. Yo estoy todo el tiempo en escena y ellos tres cambian constantemente de personaje en el mismo escenario. Está buenísimo" apunta el ex galán que, a partir de Los exitosos Pells, luce mucho más descontracturado.
Los dos tenían presente la película que protagonizó en 1978 Robert Powell que terminaba en el Big Ben londinense. De las puestas teatrales que se montaron en otras ciudades vieron algunas imágenes. De ellas, Laura sostiene que la norteamericana es lo más de lo más. Diego antes de ver una versión extranjera lo dudó mil veces, por ese temor de terminar copiando el modelo y todos esos rollos tan típicos (y lógicos) de los actores (o de cualquiera que se enfrente a un hecho creativo). Pero una vez apretó play y, por suerte para él, vio una puesta de un país que no piensa nombrar que le pareció tan mala que apagó el CD al ratito. Es que si bien el montaje que llega a Buenos Aires bajo la dirección de Manuel González Gil despertó las mejores críticas después de leer la adaptación teatral es fácil entender que ese exquisito material dramático en manos equivocadas puede desbarrancarse muy fácilmente. Por ahora, ellos se tienen fe. Mucha. "Está todo dado para pasarla bien", dicen sobre este texto que combina los elementos de una novela de espías con una comedia desopilante.
Un escalón lleva al otro y acá son 39. ¿Por qué 39 y no 40? ¿Qué significan? Eso no se cuenta para no arruinar el final. Diego Ramos, una de las caras protagónicas de Herencia de amor (Telefé), prefiere una versión de contar la trama que es más o menos así: "Es el viaje de una persona que, en un momento de su vida, se encuentra aburrido, cansado. De buenas a primeras, debe descubrir qué son los 39 escalones a partir de un hecho que sucede en su departamento. A partir de ese momento, viaja a Escocia a encontrar a una persona para llevarle un mensaje en medio de una historia de espías de la cual va saliendo airoso. En el medio, una historia de amor en el contexto de una Segunda Guerra Mundial que va tomando forma".
La historia de amor es entre Richard Hannay y Pamela, el personaje preferido de Laura Oliva. "Pamela es como la heroína, la Grace Kelly de las películas de Hitchcock. Disfruto mucho de ese personaje porque es la menos caricaturesca, la más verdadera. Tiene dos escenas de amor casi infantil que son preciosas. Toda la obra está muy bien escrita y eso es fundamental. Todo cae por su propio peso y es muy fácil llegar a esas dos escenas de amor. Por eso disfruto tanto hacer este texto", confiesa ella.
Eso sí, para dar con la clave de los 39 escalones deben darle duro. "Es todo muy físico. Yo termino rechivado. En la puesta original había un entreacto que acá lo suprimimos. Es puro vértigo", apunta Diego. "Y aunque sea una frase hecha, nos llevamos bien entre nosotros y el cuatro es un buen número. El tres no", dice quien ganó popularidad conduciendo, junto a otras dos conductoras, Grandiosas. Por eso, cuando recuerda aquella experiencia, suplica: "¡Borrá todo!".
Todo bien. Tranquila, ahora el número es 39.
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