lunes, 19 de abril de 2010

La clase media a veces es patética

Un elenco homogéneo que da vida a personajes individualistas Foto: LA NACION

New York. Autor: Daniel Dalmaroni. Intérpretes: Mariano Bicain, Jorge Brambati, Viviana Suraniti, Ana Luz Kallsten. Luces: Ricardo Sica. Escenografía, vestuario y utilería: Daniel Dalmaroni. Asistente de escenario: Guido Bottaro. Asistente de dirección: Clara Anich. Dirección: Daniel Dalmaroni. En Andamio 90 (Paraná 660). Sábados, a las 21. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: buena

Una familia de clase media reunida en el patio de su casa. El obligado asado, la pileta de natación, el día soleado que ayuda a que el descanso se torne más placentero. Ellos hablan de múltiples cuestiones y derivan los temas de la forma más inesperada. El tío decide poner en el centro de los diálogos una situación que lo inquieta desde hace años. Pero nadie se hace eco. Dejan pasar una historia oscura, como una manera de escapar de su verdadera realidad. Al cabo del día, la hija también decide develar algo de su personalidad, pero nadie la escucha.

Patética pintura de un mundo familiar conocido. Los personajes reconstruyen de manera extrema a unos seres empobrecidos por sus propios miedos, sus inseguridades. Siguen unos modelos que hoy resultan acabados, deformes, e intentan construcciones grupales apoyándose en el encubrimiento de verdades que, si salieran a la luz, los dejarían demasiado vacíos.

Daniel Dalmaroni se burla de esos hombres y mujeres y los lleva a un estado de exaltación tan fuerte que todo lo que dicen y hacen se torna extremadamente ridículo. La risa asoma con ganas frente a algunas situaciones cercanas al disparate. Esas costumbres se tornan extrañamente significativas para cualquier espectador y es cierto que, también, pueden convertirse en un espejo cuya imagen promueve dolor.

Un elenco homogéneo da vida a esos cuatro personajes que aparentan relacionarse y jamás lo hacen. Prefieren mantenerse cada uno en su mundo, guardarse sus verdaderos sentimientos. Juegan a ser alguien activo dentro de una realidad enclavada en la pasividad. Cada uno construye una conducta muy opuesta, en apariencia; pero que, cuando se pone en juego y se enfrenta con las otras, genera una fricción muy atractiva.

Con buen ritmo y buenas actuaciones, la acción de New York avanza segura en su derrotero: dar cuenta de un ser argentino que ya no tiene espacio para desarrollarse con esas cualidades. Ha perdido su rumbo.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

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