lunes, 5 de abril de 2010

El desafío del sistema científico y tecnológico argentino

Por Carlos Della Védova (*) / Especial para Hoy

En los albores del Bicentenario de nuestra Nación, el momento de reflexionar sobre el sistema científico y tecnológico argentino hacia el resto del siglo XXI nos encuentra emergiendo de una crisis profunda con epicentro en 2001-2002, que generó una devastación equivalente a un estado de guerra, en la que se destruyó gran parte del aparato productivo nacional con profundas consecuencias en el tejido social.

A partir de ese momento, los distintos organismos de Ciencia y Tecnología de la Nación, INTI, INTA, Conicet, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Universidades Nacionales y organismos provinciales como la CIC de Buenos Aires se fijaron como objetivo primario el de retener e incrementar la cantidad de recursos humanos y, subsecuentemente, modernizar el equipamiento científico. A esta tarea se agregó en 2007 el ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva.

Puede afirmarse que el capitalismo a nivel mundial resulta insostenible. Sin dudas, este sistema ha trillado al planeta con numerosas formas de tecnología. Pero fracasó en ofrecer algún vestigio de cultura. Sólo trajo aquella que nos hace augurar y argumentar en favor de su discontinuidad. Vivimos en una sociedad que ha incorporado un desarrollo científico y tecnológico masivo. Sin embargo, aceptar esa realidad y procurar un camino medio no significa tener que incorporarnos a un esquema intolerable. No quisiéramos ver a nuestra juventud reflejada en el espejo de un modelo que está condenado a la frustración y ausencia de futuro por haber demostrado sistemáticamente carencia moral, desentendiéndose, por otra parte, de los problemas causados al medio ambiente, a los recursos naturales (perecederos) y a la posibilidad de un futuro viable para las nuevas generaciones.

Pensar el sistema científico y tecnológico argentino tiene el correlato de proyectar nuestra Nación. La inclusión, mayores posibilidades para todos, movimiento social ascendente e ideas de justicia y humanidad pueden considerarse como valores innegociables de todo el pueblo argentino.

Desde nuestra situación como Nación, el grado de versatilidad tecnológica en la que nos desarrollamos parte de los argentinos ha aumentado el grado de dependencia. Muchas de estas tecnologías resultan insustanciales y superfluas, mientras que como contrapartida flujos de divisas fluyen en estos consumos redundantes originados desde la lógica del sistema mundial imperante y no desde nuestras necesidades esenciales. El motor de nuestra demanda actual debería desplazarse hacia la generación de herramientas tendientes a que aquellos grupos desposeídos de nuestro pueblo puedan atender hoy sus insuficiencias básicas con un sentido pleno de justicia.

Para lograr estos objetivos, para plasmar este modelo, la universidad argentina requiere de la inclusión de la sociedad a través de la participación ciudadana proveniente de los actores de la demanda social. En especial debemos prestar mucha atención, muy modestamente, a los más humildes, quienes deberían ser los destinatarios prioritarios de nuestro esfuerzo.

Junto a ellos resulta insoslayable incorporar o reforzar temas de profundo significado en los que la universidad no puede permanecer ajena como parte de la columna vertebral de la Nación: alimentación, alfabetización, salud solidaria, propiedad intelectual, recursos económicos, energía, desarrollo nuclear, medio ambiente, cambio climático, remediación (prestando especial atención al impacto que pueden tener para nuestro país y continente estrategias como CCS, carbon capture storage), preservación de las riquezas del Mar Argentino, control de los recursos naturales del suelo, soberanía alimentaria, control de la banca, control de las telecomunicaciones, política hacia la construcción de viviendas junto al diseño y aplicación de materiales, desarrollo ferroviario, desarrollo aeroespacial y naval, desarrollo vinculado al agro y la ganadería (controles de pestes, langostas), democratización del conocimiento, ecuación distributiva, cooperación internacional.

El Conicet y la agencia deberían orientarse fuertemente al fortalecimiento de las universidades facilitando las tareas de docencia, investigación y extensión universitaria, reforzando la ejecución de proyectos en temas como los descritos precedentemente.

Para tener éxito en esta empresa, el sistema científico deberá cultivar la interdisciplina con dedicación exclusiva a la actividad, estrategia de trabajo que también resulta opuesta a todo tipo de fragmentación o desarticulación. Uno de los desafíos importantes para ser abordado desde el organismo máximo, el ministerio de Ciencia, es tender a generar un sistema armónico centralizado administrativamente y descentralizado ejecutivamente entre todos los organismos ya mencionados.

Nuestro sistema científico está nutrido por muchos intelectuales y científicos honestos capaces de desarrollarse plenamente aun en condiciones imperfectas. El desafío a futuro necesita de esas mentes brillantes con sus ideas intactas para que, amalgamados con los aportes de la sociedad, resulten el cimiento de ideas grandes generadas en un crisol pleno de justicia y humanidad. Los universitarios, científicos y técnicos reclaman el desafío de comenzar a ejercer la herramienta de la excelencia de los conocimientos hacia el objetivo de mejorar la calidad de vida de la población y para la consolidación definitiva de nuestra Nación.

Nuestro desafío adicional cultural en ciencia implica también que los argentinos nos consideremos independientes del gesto aprobatorio proveniente de alguno de los centros internacionales, asumiendo para nosotros el riesgo de una apuesta de decisión, pero guiados hacia nuestros objetivos asidos al hilo de Ariadna. Somos afortunados en vivir en un continente siempre naciente y grávido de futuro donde nuestras naciones aún siguen buscando su estrella polar y en el que siempre avizoramos en el horizonte un reflejo resplandeciente de esperanza.

Fuente: Hoy

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