domingo, 21 de marzo de 2010

Sin dudas, un musical diferente

Música y coreografía como expresión de los sentimientos más extremos de estos adolescentes en conflicto

La puesta de Del Mastro y el elenco completo son lo mejor de este Despertar de primavera, que dará que hablar

Pablo Gorlero

Despertar de primavera. Libro y letras: Steven Sater. Música: Duncan Sheik. Basado en la obra de Frank Wedekind. Idea, producción general,traducción y adaptación: Cris Morena. Dir. gral. y luces: Ariel del Mastro. Dir. actoral: Rubén Viani. Dir. musical: Federico Vilas. Intérpretes: Fernando Dente, Florencia Otero, Federico Salles, Mariana Jaccazio, Belén Pasqualini, Eliseo Barrionuevo, Leandro Bassano, Micaela Pierani Méndez, Julieta Nair Calvo, Julián Rubino, Cristian Centurión, Tony Lestingi, Irene Almus, Guido Balzaretti, Stella Maris Faggiano, Pedro Frías, Ayelén Varela, Nacho Vavassori y Dalia Elnecavé. Coreografía: Gustavo Carrizo. Escenografía: Jorge Ferrari. Vestuario: Alejandra Robotti. Sonido: Gastón Briski. Coach vocal: Katie Viqueira. En el Astral. Duración: 140 minutos.
Nuestra opinión: Muy buena.

El musical es un género en permanente evolución y transformación, que no tiene características absolutas, pero, aunque sea discutible, hay reglas y formas en su estructura dramática que se repiten, son efectivas y casi ley. Si es algo probado y efectivo, ¿para qué intentar ir contra la corriente, pensarán muchos creadores? Toda esa teoría de que la norma no puede quebrarse queda hecha añicos con la aparición de Despertar de primavera , ya que rompe las reglas de todo musical en cuanto a estructura dramática; hasta actúa por oposición.

¿Eso está mal? Lo estaría si el resultado fuera adverso. Pero esa osadía de sus creadores se magnifica porque, sin duda, Despertar de primavera -aunque no sea una gran obra- será un referente en la historia del género. Podría englobarse dentro del llamado "nuevo musical", ese que no pierde de vista lo teatral, lo representativo, lo vivo. Sin duda, que el espectador vaya corriendo a comprar el disco no debe haber sido el interés principal de Steven Sater y Duncan Sheik, sus creadores.

Está basada en la obra clásica de Frank Wedekind, pero no tan libremente basada. Los textos y el estilo del dramaturgo alemán se mantienen casi intactos. Steven Sater los articuló casi en forma de viñetas, pero sostenido en el libreto original, y escribió sus letras como puentes en los que estos conflictuados personajes exteriorizan todo lo instalado en el fondo de sus sentimientos.

Por su parte, la partitura rockera de Sheik contiene la potencia necesaria para lograr un distanciamiento efectivo y necesario en esos momentos musicales (incluso se apela al uso del micrófono de mano). En ese sentido, Cris Morena fue hábil en su adaptación. Aunque algunas frases suenen raras, respetó la poesía de las letras y tomó la cadencia del texto original, para volverlo cantable. Lo irreverente de las canciones contrasta con el lenguaje solemne del texto hablado, y eso está remarcado incluso con el uso del voseo coloquial y hasta el lenguaje callejero sólo para esos momentos.

La música (la banda es protagónica) y los potentes movimientos coreográficos diseñados por Gustavo Carrizo son la expresión fiel y extrema de la opresión y las emociones contenidas de esos adolescentes para los que herir es sinónimo de amar; para los que la libertad es sólo un anhelo. De ahí un paralelo permanente que tratan de establecer los creadores, entre la época en la que se sitúa la acción: 1891 y la actual. ¿Qué le falta a este musical dramático? Algunos momentos de "simpatía" que tuvo la versión original. Pero no es algo sustancial

La dupla Ariel Del Mastro y Rubén Viani se afianza acá en el mejor de sus múltiples trabajos juntos. Del Mastro trazó una puesta decididamente bella, hábil en el manejo de masa escénica y creador de una partitura visual en la que mucho tiene que ver el trabajo únivoco realizado entre su propio diseño de luces y el espacio escénico pensado por Jorge Ferrari (a su vez, en un trabajo único con Maxi Vecco, en la realización de diferentes texturas proyectadas). No es fácil reflejar estados de ánimo a través de ese trabajo mancomunado entre las diferentes áreas.

Pero lo mejor de esta obra son sus intérpretes (también gracias a un trabajo meticuloso de Viani). Hábiles en la palabra, en el canto y en el movimiento, desde el primero hasta el último son excelentes. Fernando Dente y Federico Salles conmueven y son sobresalientes en sus composiciones; al igual que Florencia Otero y Mariana Jacazzio. En el elenco cabe destacar a Julián Rubino, Julieta Nair Calvo y Eliseo Barrionuevo. Atención: no es una obra para preadolescentes ni para fanáticas parlanchinas ni para prejuiciosos.

Fuente: La Nación

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