martes, 16 de marzo de 2010

La noche con amigos extranjeros

El circuito del Tango For Export en Buenos Aires Sus hacedores defienden la calidad que le imprimen a los espectáculos. Recorrimos cuatro de casas de tango, que funcionan todos los días del año y analizamos el fenómeno, que se expande en diversos barrios de la ciudad y tiene también su espacio en el moderno Puerto Madero.

Por: Laura Falcoff

Cómo le suena la expresión "tango for export"? (dirigimos la pregunta a Juan Fabbri, dueño de dos de las más importantes casas de tango de Buenos Aires)

"No muy distinto -dice- al término "bossa nova", una creación de los productores brasileños de café para enfrentar la competencia del café colombiano. Pusieron fortunas para inventar una música que tenía algún nexo con el samba pero que se concibió para ser exportada. En cuanto al tango, ¿por qué comparar entre un tango para extranjeros y otro para argentinos? Las casas de tango ofrecen shows, lo que implica un concepto y un cierto armado".

Aclaremos: la casa de tango es el local donde se ofrece un espectáculo de tango con música en vivo, números de baile, cantantes y una buena cena. Precios que van de caros a muy caros, una a dos funciones por noche y actividad todos los días del año. En alguna época las casas de tango se concentraron mayormente en San Telmo, entre ellas la legendaria Casablanca que llevaba los mejores artistas de su tiempo. Ahora se distribuyen entre la City porteña, Puerto Madero, Barracas, Boedo y hasta hace poco también Palermo, aunque el suntuoso Tango Palace, ubicado en La Rural, cerró en 2009. El negocio del tango-show se ve afectado por los altibajos que sufre el país, el flujo y reflujo de turistas y la dificultad de prever los costos. La experiencia y el conocimiento del oficio por parte de los dueños de las casas de tango, -porque en general son negocios personales o familiares- es determinante para enfrentar las crisis.

Juan Fabbri creó una de las más recordadas milongas de los 90, la del club Almagro; tuvo un breve proyecto de show en Michelangelo, fundó el canal de cable Solo Tango. Hoy, junto con su mujer Dolores de Amo, está al frente de dos espectáculos: La Esquina de Carlos Gardel, en el Abasto, y el más reciente Tango Porteño, sobre Cerrito y cerca del Obelisco: "Cuando armamos el proyecto de La Esquina quisimos darle un carácter y una estética que lo distinguiera de otros shows que ya existían. Introdujimos cosas que después fueron reproducidas por otros: transparencias, bordados, ropa costosa y bijouterie con mucho brillo. En uestros espectáculos todas las bailarinas eran reinas y lo siguen siendo. Claro, también intervienen nuestros propios gustos: la ropa personal que usamos parece un vestuario de show y así vamos por la vida. Otra cosa: quisimos buscar alternativas a los únicos veinticinco tangos que se usaban hasta entonces. Comenzamos a poner en escena otros temas, muchos de los que se bailaban y se bailan en la milonga. Tenemos con Erica Di Salvo, la directora musical, más de cuatrocientos arreglos en carpeta; algunos probados y otros que usaremos quizás más adelante".

¿Qué es lo que no debería faltar en un show de tango suyo?

Sensualidad, seducción y humor.

En los espectáculos de Fabbri, además de la danza erótica y pasional se incluye siempre un gran cuadro costumbrista y una pareja de milongueros veteranos. En cambio, en El Viejo Almacén (Independencia y Balcarce) impera un concepto más abstracto, de baile puro, pero con personajes característicos. En el pequeño escenario se intercalan las coreografías entre los números de cantantes y orquesta; hay también un breve cuadro folclórico: "El Viejo Almacén -dice Luis Veiga, su dueño- fue creado por Edmundo Rivero en 1969 sobre un edificio histórico: había sido sucesivamente un hospital de campaña, una cantina y un almacén de ramos generales. El Viejo Almacén cerró en el '92 y con mi familia la reabrimos en 1996. Fíjese que por aquí, en la época de Rivero, salvo Roberto Goyeneche pasaron todas las personalidades del tango: Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Leopoldo Federico, Alfredo De Angelis, Horacio Salgán. Nosotros lo reabrimos con Nélida y Nelson como directores, Atilio Stampone, Julián Plaza, Osvaldo Berlingeri y Alba Solís. Hoy están Virginia Luque y Hugo Marcel porque siempre tratamos de tener una o dos figuras de relevancia. Dicen que el público extranjero no conoce a Virginia Luque. Mentira, la conoce. Y si no, la aprecia por su entrega aquí; la gente que viene de afuera sabe lo que es el tango. La importancia que tomó en el mundo es muy grande y ya es prácticamente un tema de investigación para sociólogos.

¿Usted mismo frecuentaba el antiguo Viejo Almacén?

Sí, pero no era un show como ahora: había sobre todo música y poco baile. Yo trabajé como agente de bolsa durante cuarenta años y después me volqué a esto en un momento en que había pocas casas de tango. Luego fue como una explosión.

¿Cómo se compone su elenco?

Hay muchos artistas jóvenes y nuevos, tanto bailarines como músicos. Una cosa es cierta: lamentablemente nos estamos quedando sin estrellas. Quiero agregarle que tratamos en todo lo posible de desterrar la idea de que los shows de tango no son para el público local.

El show Rojo Tango funciona en el Hotel Faena, uno de los más sofisticados de la ciudad, ubicado en Puerto Madero. Su director Antonio Ruiz comenzó su recorrido en el tango con la apertura de La Esquina de Homero Manzi, en San Juan y Boedo, que dejó un año más tarde para asociarse con Juan Fabbri en el proyecto de La Esquina de Carlos Gardel. En 2005 inició Rojo Tango por invitación de Alan Faena.

¿Qué imaginó inicialmente para Rojo Tango?

Aunque la palabra ya esté un poco gastada, algo glamoroso, muy glamoroso. Rojo Tango es un espectáculo pasional, claro, porque eso es el tango para mí; pero concretamente, considerando que en este espacio caben sólo cien espectadores. tenía que haber mucho glamour. Pensamos en algo muy exquisito, que lo transformara en el show más distinguido de la ciudad. Este fue el punto de partida. Además había que adaptar el show a un ámbito ya existente: así fue como armamos algunos números coreográficos en la barra del bar, ubicamos a la orquesta fuera del escenario y organizamos diferentes salidas para los artistas. Pensamos también que tenía que ser, no digo un show joven, pero sí con toques de modernidad. Recorremos todas las épocas pero nos permitimos algunas licencias como el cuadro inspirado en el film Moulin Rouge.

¿En qué aspectos se ha plasmado ese refinamiento que buscaban?

Primero en el vestuario y luego en las coreografías, ese fue el orden. En cuanto al elenco, fuimos bastante rigurosos en la selección de los bailarines. Me refiero al aspecto físico. El público tiene aquí tanta proximidad con los intérpretes que la cuestión estética no es menor. Y en relación al vestuario, como en muchos momentos bailan prácticamente al lado de tu mesa, todo tiene que lucir impecable. Cualquier defecto se vería como en ningún otro lugar. El show de tango no necesita figuras famosas pero sí, no cabe duda, grandes artistas. Nos ocurriría lo mismo a nosotros si fuéramos a un tablado en Madrid. Podemos conocer muy bien el género pero no necesariamente a los artistas. En el tango no han aparecido grandes figuras en los últimos treinta años, en ningún renglón. Pero también es fantástico el efecto que esto tuvo en la aparición de muchos artistas jóvenes. En las primeras épocas los bailarines se formaban exclusivamente en las milongas; luego provenían en gran medida del folclore y las mujeres, del ballet clásico. Ahora es habitual que tengan una formación exclusiva y muy buena en tango escenario. También los músicos suelen ser muy jóvenes, al menos en mi caso: Emiliano Grecco, que dirige la orquesta, tiene apenas veinticinco años.

Aunque figuras conocidas en el ámbito local son innecesarias en un show para turistas, es cierto que algunos espectáculos cuentan con personalidades fuertes. Es el caso de La Esquina de Carlos Gardel, en la que trabaja Juan Carlos Copes, y Rojo Tango, en el que la estrella es el inefable Carlos Copello. El papel del elenco de bailarines resulta central: aunque los números grupales son armados por un coreógrafo, cada pareja prepara su número solista con los extraordinarios recursos que provee hoy el tango escénico. Hasta cierto punto, aunque en menor proporción hoy que antes, el show de tango se arma sobre las parejas. Aunque no ciertamente para Fabbri, que afirma que más que armar, ellos desarman parejas de baile.

El show de tango no responde, como se ve, a un único modelo. Desde el gran despliegue en un escenario acorde hasta la atmósfera íntima, existen muchas alternativas, más o menos fieles al espíritu del género, más o menos espectaculares. Señor Tango, Café de los Angelitos, La Ventana, El Querandí, Sabor a Tango, Taconeando son algunas de ellas. Sólo un prejuicio de larga data podría indicar, erróneamente, que lo que ofrece la mayoría de ellas no es tango.

Fuente: Clarín

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