viernes, 5 de marzo de 2010

Espléndido montaje de Marathon

Con su puesta, Villanueva Cosse mantiene intacto el espíritu del gran Ricardo Monti

Marathon,
de Ricardo Monti. Dirección: Villanueva Cosse. Con Pompeyo Audivert, Montenegro, Pepe Novoa, María Fiorentino, Martín Slipak, Irene Goldszer, Sebastián Richard, Verónica Cosse, Iván Moschner, Iride Mockert, Luis Campos, Patricia Durán, Lucía Rosso y Marcelo Florentino. Música: Carmen Ballero. Coreografía: Camila Villamil. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Vestuario: Daniela Taiana. Escenografía: Tito Egurza. En el Teatro Nacional Cervantes. Duración: 110 minutos.

Nuestra opinión: muy buena

Varios méritos habría que adjudicarle a la magnífica producción dramática de Ricardo Monti dentro del teatro argentino, difíciles de detallar en el menguado espacio de una crítica ocasional. Por lo pronto, y sabiendo que nos olvidamos de otros, hablemos de dos: uno es haber introducido en nuestra escena una voz poética de alta calidad y perfil singular -que es la condición sine qua non que marca y justifica la presencia de un artista en el territorio de la creación-; el otro, haberse constituido en maestro e impulsor germinal de una generación de dramaturgos que aportaron y siguen aportando fertilidad a la literatura teatral de este país.

En ambos casos, su aporte es grande. Cuando Jaime Kogan estrenó Marathon en el por entonces asediado teatro Payró -1980, año en que la última dictadura militar no exhibía aún signos de agotamiento-, una suerte de moda comenzaba a tomar forma: la del teatro de la imagen, tendencia que negaba el papel de la palabra en el fenómeno escénico. Sin perjuicio del buen propósito que animara a sus impulsores, era, a todas luces, una petición estética inoportuna y sospechosa en un momento en que el régimen sostenía que el "silencio" era salud y acallaba opositores a granel y por cualquier método.

Monti, con su teatro -del mismo modo que Osvaldo Dragún, Roberto "Tito" Cossa, Carlos Gorostiza, Griselda Gambaro y tantos otros que luego confluyeron en Teatro Abierto-, demostró que la palabra es imprescindible en teatro y que no hay instrumento más rico y generador de imágenes que ella en la mente del hombre, con la virtud suplementaria de que contribuye, sobre todo cuando transita por el camino de la polisemia o la exuberancia de lo poético, a que el receptor construya en libertad y autonomía su sentido, a que lo haga desde su propio mundo. Y lo demostró en un tiempo difícil y peligroso.

En ese aspecto, Marathon ensanchó ese camino con la densidad de su belleza simbólica, con la potencia de un texto que habla del desamparo del hombre en la tierra, y mezcla magistralmente esa visión en una dimensión mítica e individual a la vez. Es por eso muy acertado y justo que a tres décadas de su aparición se haya repuesto la obra en el Cervantes. Y lo es porque, además de la permanencia de los valores artísticos de la pieza, la puesta concebida por Villanueva Cosse está en directa simetría con el espesor poético del libro.

Actuaciones notables

Con el concurso de una escenografía especialmente lograda de Tito Egurza -que trabaja con proyecciones sobre el fondo de la escena- y la sugestiva iluminación de José Luis Fiorruccio, el director consigue darle a ese desesperado concurso de baile de resistencia de los años 30, que es la base del relato de la obra, carnaduras visuales de una escalofriante factura, donde los vitrales del primitivo ámbito del salón van avanzando, en una degradación similar a la que sufren las criaturas que danzan por un premio que nadie sabe qué es, hacia la ruina y la decadencia. La ruina y decadencia del hombre frente a la muerte, la falta de Dios y el poder.

La excelencia de esta versión se completa además con el aporte de un muy conocido elenco de actores, que cumplen su faena, con la dirección de Cosse, con una capacidad de entrega y caracterización notables. Es muy destacable la labor del talentoso Pompeyo Audivert, como el viscoso y mefistofélico animador del baile; la de Pepe Novoa, como Homero Estrela, o María Florentino, en el papel de Elena García. Pero sería injusto no subrayar la excelente labor de todas las demás parejas, que contribuyen con su actuación a la solidez general de la versión.

Alberto Catena
Fuente: La Nación

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