El ocaso del Teatro Colón

Joya arquitectónica

Ramy Wurgaft | Buenos Aires

El autobús se detiene en una esquina de la avenida 9 de Julio y los turistas preguntan qué es ese enorme edificio, que ocupa una manzana entera y que está cubierto, desde el tejado hasta la base, por una malla verde. El guía les dice que la mole corresponde al Teatro Colón que se encuentra en obras y aprovecha que el semáforo se ha puesto en verde para cambiar de tema. ¡Qué preparen las cámaras porque ya se acercan al Obelisco!

En otros tiempos, los visitantes no se hubieran ido de Buenos Aires sin recorrer el imponente edificio por cuyo escenario desfilaron artistas de la talla de Enrico Caruso y María Callas, Rudolf Nuyerev y Margot Fontaine, Leonard Bernstein y Zubin Mehta, Yehudi Menihim y Arthur Rubinstein y tantas otras luminarias...

El alcalde Mauricio Macri anunció la reapertura del Teatro Colón para el 23 de mayo, dos días antes de que comiencen los festejos del Bicentenario. Para iniciar la temporada como merece, el edil eligió la ópera Aida de Giuseppe Verdi, la misma que se interpretó con motivo de la inauguración del coliseo, en diciembre de 1908.

"Las nuevas tecnologías incorporadas a la estructura hacen del Colón un espacio de ensueño", señaló un eufórico Macri.

Los expertos del World Monument Fund (WMF), una entidad que vela por la preservación de los edificios históricos en todo el mundo, no coinciden con el alcalde. Ellos han incluido al edificio de estilo ecléctico que diseñó el italiano Francesco Tamburini, entre los monumentos que se encuentran en peligro, justamente por los trabajos de los que tanto se enorgullece Macri.

"Lo que se ha hecho dentro del teatro es un atentado contra una de las joyas más relucientes de nuestro patrimonio. Los espacios originales se dividieron para instalar cafeterías y habilitar las dependencias que la Municipalidad pretende alquilar para fiestas. La idea es convertir al recinto en una especie de shopping musical a expensas de la acústica, que era una de las maravillas que hicieron del Colón la más prestigiosa casa de ópera de Latinoamérica", afirma Fabio Griementeri, uno de los arquitectos que apeló al WMF para intentase salvar al inmueble de los múltiples e improvisados "arreglos" que se han ido sumando, desde que el Colón cerró por reparaciones, en el 2006.

Al principio, las obras de mantenimiento estuvieron a cargo del Instituto Central para la Restauración de Italia. Más tarde cuando se decidió que el inmueble debía ser remodelado y no sólo mantenido, se reemplazó a los expertos italianos por una miríada de arquitectos y técnicos sin capacitación adecuada. Lo primero que se hizo fue vaciar al inmueble de lo que no formase parte de la estructura sólida, meter todo en contenedores y trasladarlo a un predio que se encuentra al oeste de la ciudad. Un fotógrafo visitó furtivamente el depósito, y las imágenes que registró hablan por si solas.

El vestuario que se utilizó para la ópera Carmen, se ha cubierto de moho; elementos de la campana acústica original , instrumentos musicales y parte del archivo, arrumbados a la buena de Dios, como si se tratase de chatarra.

Según José Piazza, trompetista del Colón y representante de los músicos y técnicos ante la Asociación de Trabajadores de Estado (ATE), el descuido de ese material no es producto del azar. "Lo que pretende la Municipalidad, desde antes de Mauricio Macri, es transformar al Colón en un espacio multi-uso. Ya no un santuario de la música, sino un centro para toda clase de eventos. De esa forma no sólo se rompe una tradición centenaria, sino que se deja en la calle a los más de mil individuos que conforman el personal estable de la casa", señala Piazza.

Los primeros en sufrir el impacto del así llamado Master Plan, fueron los artesanos del teatro; zapateros, sastres, teloneros u otros oficios que ya no se enseñan y que también forman parte del patrimonio de la institución.

"A cerca de quinientos los enviaron a aprender nuevos oficios, a jubilación compulsiva o...a repartir turnos en los hospitales. En cuanto a los músicos, muchos de ellos deberán tocar en bodas y cumpleaños para sobrevir", concluye el trompetista.

Fuente: El Mundo