miércoles, 17 de marzo de 2010

El desafío de sostener las esencias

LUIS RIVERA LÓPEZ

De los grupos independientes de teatro infantil, Libertablas es, tal vez, el más productivo. Ganador del premio ACE por su versión de Quijote, mantiene en cartel más de seis obras que ven cerca de 200 mil chicos de escuelas por año. Además realiza temporadas para el público en general los fines de semana y todos los años sale de gira al interior del país. Posee un elenco estable de once actores y un taller propio para la realización de la escenografía y los títeres.

Con una estética particular, en base a la manipulación de títeres en escena y la interacción de los actores con los muñecos, presenta textos clásicos para toda la familia. Luis Rivera López, director del grupo y autor de las adaptaciones, conversó con Planetario, la guía de los chicos.

¿Cómo es estar al frente de un grupo independiente que alcanza ciertos niveles de masividad y puede mantener esa independencia?

En primer lugar, habría que definir qué es lo que significa la independencia. A veces, la independencia es bastante parecido a la orfandad. A veces, preferiríamos tener algún tipo de apoyo o subsidio que nos permita hacer lo mismo pero en forma menos riesgosa.

La independencia es muy útil desde un punto de vista creativo y temático pero para sostener ciertos niveles de producción, nos obliga a tener una capacidad de trabajo inmensa. Nosotros somos un grupo profesional y todos los integrantes viven de este trabajo. Por lo tanto, tenemos que producir mucho y ser muy creativos no solamente en lo artístico y en lo teatral sino también en otros aspectos más comerciales, como la venta de entradas para escuelas o el marketing del grupo.

Libertablas se caracteriza por montar espectáculos con títeres grandes y de gran despliegue escenográfico. ¿Cómo puede trasladarse eso a una escuela?

Sí, es cierto. Pero en el fenómeno teatro, el edifico teatro y todo lo escenográfico es algo circunstancial. La base, la esencia es la comunicación del actor con el espectador. Cuando vamos a las escuelas, muchas veces llevamos una escenografía bastante importante pero también tenemos espectáculos unipersonales para los que llevamos una muy pequeña cantidad de cosas. Sin embargo, esa comunicación siempre se da.

¿Pero en el teatro infantil el aspecto visual y el musical no son fundamentales?

Mirá, nosotros decimos siempre que no hay prácticamente ninguna diferencia entre el teatro para chicos y el teatro para adultos. Obviamente hay obras que los niños no pueden ver; porque todavía no vivieron una cantidad de cosas y tal vez no las comprenden. Pero todos fuimos niños y deberíamos poder disfrutar del teatro infantil.

En ese sentido, yo creo que el aspecto visual y sonoro es tan importante en el teatro para adultos como en el teatro para niños. Todos disfrutamos de eso cuando vamos al teatro y todos tenemos que respirar hondo cuando vemos un espectáculo ascético que sólo nos está proponiendo pensar. Los chicos también, y a veces es una experiencia enormemente enriquecedora.

¿Entonces, por qué Libertablas elige a los títeres para sus espectáculos? ¿Ustedes son actores o titiriteros?

Nosotros somos teatristas. Actores, por supuesto, porque los titiriteros son actores. El teatro de títeres antes de ser “de títeres” es “teatro”. El títere es una posibilidad más de expresarse que tiene el actor a través de ciertas técnicas.

Pero nuestro punto de partida como actores es la investigación de la relación entre el títere y el actor. Empezamos nuestra carrera en el Grupo de Titiriteros del San Martín, aplicando lo actoral al títere. Y cuando salimos de allí dijimos, este es nuestro camino. Nuestro primer espectáculo fue La tremebunda tragedia de Macbeth, para adultos, con objetos, con títeres y con actores en escena. Entonces, no es que elegimos a los títeres porque es para chicos, sino porque nos interesa como estética, nos interesa la forma de contar que tiene que ver con un teatro muy popular.

El año pasado fue “Quijote”, pero antes vinieron “Pinocho”, “Las Mil y una Noches”, “Gulliver”… ¿Por qué esa preferencia por los textos clásicos?

No es una elección conciente, a priori, sino que se va armando en el tiempo. Aunque también hicimos espectáculos sobre textos contemporáneos, recurrimos a las anécdotas clásicas porque nos sentimos enormemente representados por una gran cantidad de textos e historias que hemos leído y que siempre nos han fascinado. Más que tenerle miedo porque son textos difíciles, largos, arrebesados, nos pasa que nos proporcionan una cantidad de material enorme y por lo tanto nos es simple sumergirnos allí y empezar a nadar. De la otra manera, tenemos que hacer crecer un material que es como flaco. Por supuesto que en general resulta igual de creativo y enriquecedor. Pero yo creo que en el fondo se trata de una experiencia personal, puramente personal.

Son textos que vienen con una carga muy fuerte y que cuentan historias que ya son conocidas…

Sí, pero es muy interesante descubrir lo mala que es esa primer aproximación que tiene la mayoría de la gente a estos textos. Nuestro gran desafío es sostener las esencias. Porque todos estos textos están llenos de aproximaciones parciales y de adaptaciones y películas que las han vaciado de su verdadero contenido.

Gulliver, por ejemplo, es un típico texto vaciado de contenido por las adaptaciones, de su contenido satírico de crítica de costumbres, de su contenido amargo, melancólico. Y es difícil sostener eso en una versión para chicos.

En el caso de Quijote, yo estoy enormemente satisfecho de como mantiene el espíritu de la novela, una cosa popular, basada en lo humorístico que es lo que quizo hacer Cervantes. No es la historia de un héroe, como lo han tomado muchas versiones románticas, sino la historia de un loco, de un loco y de un tonto.

Y eso es muy importante sostener cuando se hace una versión, porque entonces recuperás la esencia. Y toda la gente se sorprende: Ah, ¿esto era Quijote?, ¿esto era Gulliver?, ¿Pinocho tenía crítica social?

Libertablas surgió de un desprendimiento del Grupo de Titiriteros del San Martín, creado por Ariel Bufano en los ‘70. ¿Actualmente se disputan con ellos su herencia?

Yo te diría que en lo profesional ocupamos espacios completamente distintos. El grupo del San Martín tiene una ideología de trabajo muy distinta a la nuestra. Y sus espectáculos, en general, no tienen posibilidad de ser movidos. Nosotros, a veces por obligación, abrimos espacios continuamente. Pero aún teniendo garantizado un lugar no nos quedaríamos quietos. Porque pensamos que el estado tiene que llevar el teatro adonde está el público y no encerrarse en sus edificios. A nosotros nos ven más de 200 mil chicos de escuelas por año, pero hay cientos de escuelas a las que no podemos ir porque no pueden pagarnos. De eso debería encargarse el estado.

¿Y desde el punto de vista estético?

Nosotros nos fuimos del Grupo porque necesitábamos buscar una estética propia. Pero Ariel (Bufano) es nuestro maestro no solamente en los títeres, es nuestro maestro de teatro. Y tenemos, por lo tanto, la marca de Ariel en muchísimas cosas, no solamente en la formación titiritera. Pero de ninguna manera disputamos su herencia. O, mejor dicho, todos somos herencia de Ariel. Y todos, finalmente somos herencia de Javier Villafañe.

¿Cuáles son los proyectos de Libertablas para este año?

Acabamos de estrenar David y Goliath, pero estamos haciendo más de seis espectáculos en funciones para escuelas. Y estamos trabajando en una nueva versión de La tremebunda tragedia de Macbeth, para adultos, que estrenaríamos antes de fin de año.

Entre los chicos y los adultos, ustedes ¿con qué publico prefieren trabajar?

El público siempre es distinto. Cuando hacemos espectáculos infantiles tenemos que recortar un montón de ideas que quizás (y eso uno nunca termina de saberlo), no serían entendidas por los chicos. Con los adultos, en cambio, podemos meternos en otros temas. Y el público adolescente es fantástico. Tal vez sea el más difícil de ganar, pero una vez que lo tenés de tu lado es una fiesta. El público, siempre que sea mucho está bueno.

Planeta LIBERTABLAS: Surgido a partir de un desprendimiento del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, se caracteriza por adaptar textos clásicos con una estética particular. Sus puestas son abiertas, con títeres grandes manejados a la vista que interactúan con los actores. Su primer espectáculo fue La tremebunda tragedia de Macbeth, adaptación del clásico de Shakespeare para el público adulto. Durante varios años, mantuvieron un acuerdo de co-producción con el Teatro Nacional Cervantes. Allí estrenaron Alicia en el País de las Maravillas, Las Mil y una Noches, Gulliver, Pinocho (2002) y Quijote (2003), entre otros.

Fuente: Revista Planetario

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