sábado, 20 de marzo de 2010

El circo ambulante del conejo feliz

La sensibilidad gráfica. Las historietas y demás obras de este hombre inquieto exhiben una mirada única, colmada de inocencia no contaminada por la violencia de todos los días.

La muestra Y LOS SECRETOS DE UN tipo LLAMADO LINIERS

Cinco mil fans de toda edad y pelaje saturaron las tres salas, patio de Los Tilos y pasillos del Centro Cultural Recoleta en la inauguración de la exposición Macanudismo, del artista con nombre de barrio, que reúne originales de tiras, ilustraciones y pinturas nunca antes exhibidas.

Alicia Villoldo-Botana

Una multitud macanudísima, rebosante de burbujeante alegría. Eso es lo que convoca Liniers cuando improvisa ilustraciones al compás de las canciones interpretadas por Kevin Johansen, el músico que llegó de Alaska.

Ricardo Liniers Siri (Buenos Aires, 1973) no sale de su asombro. “Yo vi mucha gente –exclama–, pero cuando me dijeron que había cinco mil personas, no lo podía creer. Habrá sido por el champán”.

–No sé, pero tus colegas amigos Max Aguirre, Ernán Cirianni, Fran López, Pablo Zwei, Pablo Falló no se movieron de los stands de la bebida. ¿Cómo empezó este fenómeno?

–Es una especie de show que fuimos armando con Kevin porque somos muy amigos. Comenzó pidiéndome que le dibujara un póster para uno de sus recitales, y así, de a poquitito, fueron apareciendo las ideas hasta que su representante propuso que organizáramos algo grande. No estaba para nada en mi cabeza subir a un escenario, pero, por lo visto, apareció un monstruo. Me pasó con las primeras presentaciones que hice del libro Macanudo que, como yo era un adolescente muy tímido y el humor me servía de mecanismo de defensa, cuando de golpe dije algo y la gente se río, descubrí que eso era muy adictivo.

–¿Te gusta que te definan como humorista, dibujante o artista?

–Le escapo a eso; “definición” ya de por sí es una palabra que no me gusta. Dibujo todo el tiempo. Originalmente, empecé estudiando Derecho pero me di cuenta de que estaba en el lugar equivocado; luego me metí en Ciencias de la Comunicación y Publicidad y tampoco me gustaba mucho. Quería reencontrarme con algo a lo que le había perdido el rastro, de modo que a los 20 años me anoté en un taller de cómic para seguir haciendo lo que había empezado a los 10. Me gustó mucho el ámbito de la historieta, toda gente que pensaba que no se podía vivir de la historieta, gente muy querible; yo ni pensaba dedicarme a dibujar profesionalmente y, mirá, ahora ando en el proyecto de una editorial.

PRIMERO, FANZINES. Sus primeros trabajos se publicaron en las revistas Rolling Stone, Spirou, Virginia Quartely Review, Playboy y La Mano. Hoy ya publica su tira Macanudo en Brasil, Canadá, Francia, Italia y va camino al estrellato en los Estados Unidos de la mano de Denis Kitchen, el representante que trabaja con los famosos dibujantes Robert Crumb y Will Eisner de la revista MAD.

–¿Tenés idea de por qué gustás tanto?

–No sé, me parece que es algo milagroso que tenga éxito.

–¿Será tu diversidad?

–No sé, quizá cada uno encuentre algo, lo suyo. A mí me interesa todo. Cuando uno elige ser artista, lo hace por la libertad que te da generar una obra de arte. Después puede ser buena o mala, pero uno puede hacer lo que quiera, es como que te da permiso para jugar.

–¿Cómo es el ritmo de la tira diaria?

–La inspiración no entra por la ventana y uno la está esperando. Hay que dibujar como si fuera un trabajo oficinesco. Se impone la realidad, sobre todo cuando pasa algo muy siniestro, muy triste, te da la necesidad de hacer la catarsis personal y poder decir algo sobre eso. A veces estoy muy enojado y me salen monstruos.

–¿Qué tal te va con el público extranjero?

–Buenísimo. Increíble para mí porque lo que yo hago es tan bizarro que si me lo aceptan mis vecinos, bárbaro, pero ya gustarles a los españoles o a los italianos, por ejemplo, es único.

–¿Vendés?

–Sí, pero sólo las pinturas; las tiras prefiero regalárselas a mis amigos. Sé que las pinturas funcionan en mi cabeza como algo que sale y quiero que se vaya de mí, pero con las historietas tengo más apego.

–Seguro que te inspirás en tus amigos y habrá una sucesión de personajes.

–Mientras la historieta se mueva, sigue viva. Y las personas amigas ya saben que tienen que contar con que van a salir en algún momento.

–Los hacés famosos.

–Sí, pero yo advierto que quien avisa no es traidor. (Se ríe con esa sonrisa de conejo que ha acompañado toda la entrevista.)

–¿Sos gatero, como las personas inteligentes, según dice María Elena Walsh?

–¡Uy!, no sabés cómo gustó en Italia mi gato Fellini. Se volvían locos.

Liniers tiene toda la apariencia de un chico bueno, de un hombre que mantiene vivo el pibe curioso, cándido y libre de su niñez. Se asombra continuamente de su éxito. Sonríe mostrando sus dientes de conejo simpático. Él es un tipo de historieta.

–¿Por qué se te ocurrió el nombre Macanudo?

–Macanudo nació en medio de la crisis de 2001. En ese momento parecía que estábamos ante una hecatombe que terminaría con el mundo. Y, en realidad, era sólo una crisis económica, una cuestión de dinero no de vida. Creía que entre esas noticias catastróficas, la aparición diaria de la palabra “macanudo” ponía una nota de humor, de esperanza.

Antes de marcharse de gira por Inglaterra, España, Chile y Perú, el jueves 26 y el viernes 27 de marzo, Kevin Johansen tocará mientras Liniers termina de pintar la pared de 18 metros de ancho por cuatro de altura que comenzó la semana pasada en el Centro Cultural Konex. Quedan invitados, sean macanudos.

Fuente: Crítica

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