miércoles, 24 de marzo de 2010

Ana Prada

Foto: David Fernandez

Transgresora o no Canta canciones de amores y desamores. La chica de Paysandú ha cantado con Fernando Cabrera, Rubén Rada, Jorge Drexler, y con Liliana Herrero y León Gieco.

Mi viejo fue el primer surfista de La Paloma". Ana Prada sabe que el grabador ya está apagado, pero lo dice como para que quede bien claro. Y alcanza con revisar de memoria la charla que terminó hace minutos para entender que esa frase agregada fuera del tiempo formal de la entrevista, suma.

Porque el paisaje de playa y mar bastante tiene que ver con la confección de Soy pecadora, su segundo disco solista, que la cantante uruguaya presenta el sábado en el ND Ateneo. "La canción Da buena suerte la hicimos con el ukelele, en La Paloma, cuando estábamos maqueteando el disco. Y ya el día anterior habíamos compuesto Tres llaves, y también Me quiere sonar", cuenta.

Prada habla de un estado especial, "como de enamoramiento, como cuando estás en sintonía con lo que está pasando", cuando recuerda esos días en los que la previa de la grabación del sucesor de Soy sola entraba en su recta final. "Yo soy de componer contrarreloj. Como que tengo las canciones antes, en la cabeza, y después las vuelco de golpe", explica.

Y si bien la compositora aclara que algunos temas del CD, como Hojas de tilo y Mientras tanto, vienen de más atrás, resalta que otras nacieron en un clima de libertad, en el que se permitió jugar un poco. "Así, en medio de un asadito, a partir de una frase se iba armando un tema", cuenta.

Y agrega que compartió ese juego con otros autores, como su ex pareja Elvira Rovira, la española Queyi y el argentino Matías Cella. "Pero no se trató de mandarles las letras para que le pusieran música o al revés, sino que trabajamos juntos, intercambiando ideas, en un ida y vuelta muy fluido", cuenta.

Hasta ahí, todo suena como fácil. Pero llegar a ese punto le llevó un tiempo a la chica de Paysandú, que atesora en su pasado haber cantado en el grupo La otra, con Fernando Cabrera, Rubén Rada, Jorge Drexler, entre sus compatriotas, y con Liliana Herrero y León Gieco entre otros artistas de este lado del Río de la Plata.

Un período que funcionó a modo de prólogo de su álbum debut, que la impulsó a cruzarse de orilla con más frecuencia, para mostrar su producción en "Buenos Aires, la primera meca para quienes hacemos música en Uruguay".

Prada habla del idioma compartido, de los parecidos, de la hermandad, del "respeto de los argentinos por los uruguayos en lo musical", y cuenta que a esta altura su banda está formada por músicos argentinos y asegura que tiene tantos amigos acá como en su país, "o más". Sin embargo, admite que no piensa ni ahí en mudarse a Buenos Aires.

¿Por qué?

Porque Buenos Aires es demasiado ciudad para mí. Montevideo, en cambio, todavía mantiene una escala más humana. Además, vivo a dos cuadras de la rambla. Y si uno se organiza, el vínculo laboral se puede mantener sin problemas.

Con la opción de la mudanza descartada, Prada va un poco más allá, y fantasea con un futuro de finanzas menos ajustadas, que le permita "comprar un par de hectáreas en el campo, donde pueda tener mis perros, mis animales." Comentario que ayuda a completar su mapa sonoro, en el que la música rural ocupa un generoso territorio, que comparte con elementos urbanos y los aires orientales.

"Mi vínculo con el folclore es natural. Como intérprete, siempre estuve en contacto con la música folclórica, y durante mi infancia, la música del litoral argentino tuvo más presencia que la uruguaya", explica Prada.

No obstante, a lo largo de su trayectoria las influencias se fueron dosificando. Las formas folclóricas se combinaron con la milonga, el candombe y hasta la canción pop, y como cantante y compositora Ana Prada le fue dando forma a un lenguaje propio, que despliega sin reservas en Soy pecadora, cuya recepción en la Argentina reconoce que la sorprendió mucho.

"Me pasó que gente a la que yo jamás hubiera pensado que le podía gustar mi música se sintió identificada con cosas que yo digo. Sin pretender ser transgresora ni nada por el estilo, pero para alguna gente puede que sí lo sea", apunta.

Transgresora o no, Prada canta historias de amores y desamores. Canta sobre "mimos", "placeres" y vestidos prohibidos. Y lo hace con un tono de calma intimidad. Y en una velocidad algo menor a la que tomó su vida por estos días, que va de concierto en concierto y de gira en gira. Tanto, que tuvo que delegar el cuidado de sus dos perros y dejar casi en el recuerdo sus días a la espera de la mejor ola para surfearla, como lo hacía su padre. Pero no hay resignación. Al contrario. "Con el paso del tiempo, esa adrenalina que me daba el surf la empecé a sentir cada vez que tengo que subir al escenario", dice, y remata: "Eso me hace sentir muy bien."

Fuente: Clarín

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