viernes, 16 de octubre de 2009

"Diez minutos después"

Unipersonal

Se estrenó en el Centro Cultural El Núcleo "Diez minutos después", unipersonal escrito, dirigido e interpretado por Carlos Ayala. ¿Puede una sola persona cumplir todos esos roles? De esa pregunta y de las pasiones del ser humano trata esta propuesta teatral

De niños nos enseñaron que eran siete los pecados capitales y que de ellos derivaban todos los demás. Siendo “cabeza” y origen de todos los pecados, eran “mortales” de necesidad, de modo que, si uno se moría sin confesar, aunque hubiera cometido sólo uno de ellos, se iba de patitas al infierno: el orgullo, la ira, la envidia, la avaricia, la gula, la lujuria y la pereza no eran simples pecados veniales que se perdonaban rezando un avemaría o un padrenuestro.

Con los años, comprendemos que lo que en el colegio llamaban “pecados” son en realidad pasiones dominantes del ser humano, ilusiones u oscurecimientos de la realidad, que achican nuestra comprensión del universo y que se convierten en hábitos y mecanismos de defensa que conforman un carácter, una manera de ser que nos impide llegar a ser. Ser libres y espontáneos, en armonía con nuestro entorno. En este sentido, sí que nos condenan a nuestros propios infiernos, que no son otra cosa que los círculos cerrados que creamos, el laberinto personal en que nos vamos perdiendo desde la infancia, persiguiendo aquello que más necesitamos y de lo que más nos defendemos: el amor.

Este unipersonal trata de eso, de las pasiones del ser humano, las que dominan determinadas situaciones y nos dejan actuar con racionalidad. No permiten a los seres terrenales ponerse en el lugar del otro, y a través de la manifestación de un impulso se desata un acto irracional.

En escena se cruzan varios personajes que hacen a la acción que Alfonso relata, con un lenguaje coloquial y espontáneo. Los mismos aparecen y toman vida, a través de la interpretación de Alfonso, el técnico de luces de la función, que por momentos manifiesta temores, angustia y odio con el sonido de su voz. Si bien su cuerpo utiliza todo el escenario y resto de la sala, sus movimientos son inseguros, como si manejarse en ese espacio fuera poco habitual. Su rol dentro de la obra está en otro lugar, él en ese momento es un intérprete de lo que aconteció unos minutos antes.

El humor aparece en varios pasajes de la obra, las preguntas que Alfonso realiza y las contestaciones que de inmediato surgen sirven a su vez de ejemplo para figurar un grado de locura humana. En pasajes del relato nos sentimos en presencia de alguien que está justificando una acción reprobada por una sociedad moderna. El laberinto por el que transitan sus palabras pone de manifiesto que las pasiones humanas no se pueden justificar con la razón, y que se desatan luego de “aguantar y aguantar”. Además Alfonso invita a “el otro” -ese otro al que le explica, quien en ese momento está en la sala escuchando lo que tiene para decir- a reflexionar con él y a convencerse de que lo que hizo tiene una explicación racional.

El tiempo de duración es acertado, la propuesta de Diez minutos después es elocuente, ya que una sola persona parece ser la que se ocupa de la dirección, interpretación y puesta en escena de la obra.

FICHA TECNICA

El grupo teatral Vuelve en Julio presenta el unipersonal de Carlos Ayala "Diez minutos después" todos los viernes de octubre en el Centro Cultural El Núcleo (6 entre 40 y 41), a las 21.30.

Verónica Córdoba

Fuente: Hoy

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