jueves, 29 de octubre de 2009

El príncipe de Homburg, vehemencia y reflexión

Con muy buenas actuaciones, Oscar Barney Finn ofrece una renovada visión del texto de Heinrich von Kleist, en una reflexión entre el deber y los sentimientos.

Autor: Heinrich von Kleist
Actúan: María Comesaña, Daniel Dibiase, Jorge García Marino, Pablo Mariuzzi, Mariano Mazzei, Claudio Messina, Esmeralda Mitre, Cesar Repetto y Maximiliano Sarramone
Vestuario: Mini Zuccheri
Escenografía: Raúl Bongiorno
Iluminación: Eli Sirlin
Versión y dirección: Oscar Barney Finn

Un blanco rectángulo oblicuamente inclinado como toda escenografía. El Príncipe de Homburg se desploma sobre él y rueda hasta llegar al piso. La escena de inicio marca con impacto el desarrollo dramático de una historia en la que se tejen juegos de poder, ambiciones y traiciones, valores militares y familiares, oscilando entre la realidad y los sueños. El reflexivo texto de Heinrich von Kleist, atractivamente tamizado por Oscar Barney Finn, brilla en la actuación del elenco cuyos personajes se debaten entre acciones heroicas, cumplimientos de mandatos, aceptación de errores y reacciones autoritarias que enfrentan pensamientos libertarios. Es indudable que el autor, por haber vivido la carrera militar, conocía los códigos que la rigen. El amor también está presente, con su carga de requerimientos, obligaciones, sentimientos y pasiones. La muerte, impuesta por una condena, aparece en la vida del protagonista. En algún momento será coronado con laureles. Pero no todo serán lauros.

Mariano Mazzei (Quien lo probó lo sabe, De hombre a hombre) personifica estupendamente al príncipe de marras, transmitiendo -con expresivos gestos y elocuentes miradas- las exactas dosis de impetuosa juventud, inseguridades subyacentes e impulsivas reacciones basadas en la pureza del sentimiento por su patria y por su amada. Esmeralda Mitre, tibia en el comienzo, va consustanciándose gradualmente con su personaje de enamorada y sufrida princesa. María Comesaña lleva muy bien a cabo su “regia” actuación, al igual que el convincente Daniel Dibiase (Escrito en el barro).

Es muy atrayente el vestuario de Mini Zuccheri, particularmente logrado en los uniformes. La excelente música, elegida por el mismo director, crea el clima preciso para los momentos bélicos y románticos, emocionando tanto en el grito por Brandemburgo como en la ternura prodigada por los amantes, junto a un muy buen diseño de iluminación, como es habitual en Eli Sirlin. El parejo elenco ha sido dirigido con maestría por Barney Finn, en una puesta en escena de logrado refinamiento. Martin Wullich

Viernes y sábados a las 20
Ctro. Cult. de la Cooperación
Av. Corrientes 1543 – Cap.
(011) 5077-8077
Entrada: $ 35.-
www.centrocultural.coop

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