sábado, 31 de octubre de 2009

Pablo Dacal a Europa sólo con guitarra y repertorio

Latinoamericano. Así lo llaman los medios allá, aunque él trabaje estéticamente “la no frontera”.

TOCA POR PRIMERA VEZ EN MADRID, BARCELONA, BERLÍN Y PARÍS

A los 33 años, uno de los cantautores más originales del panorama argentino actual realiza su primera gira solista por el Viejo Continente, con buena repercusión.

Por Iván Schuliaquer desde París

“Con una guitarra y un repertorio te las podés arreglar donde estés”, dice Pablo Dacal, quien por tres meses es un artista rodante que va de ciudad en ciudad europea, casi emulando con su periplo su trabajo más allá de las fronteras establecidas entre el rock y la zamba, entre el tango y la cumbia. El compositor está en Francia luego de haber pasado por España y Berlín, y antes de volver a Madrid: allí cerrará su gira en la sala Galileo Galilei, un lugar clave de la movida española.

“El año pasado me propusieron editar el disco en España y querían que viajara a defenderlo. Yo tenía ganas de venir a tocar, pero con un disco editado. Fue un bingo total”, relata Dacal en el mediodía lluvioso de París, luego de cuatro fechas exitosas en la capital francesa, mientras toma un chocolate caliente y dialoga con Crítica de la Argentina.

Ésta es la primera gira europea que el músico, de 33 años, realiza como solista. La excusa perfecta es la aparición española de La era del sonido, su último disco con La Orquesta de Salón, banda que lo acompaña desde el disco 13 grandes éxitos (2005). Sin embargo, esta vez, la guitarra acústica es la única compañía de Dacal en el escenario.

–¿Cómo es armar un show que tenés que sostener solo?

–Para mí es muy divertido. Lo hice mucho en la Argentina también, por motivos similares: era muy caro mover a la banda y además empecé a tocar mucho cuando fue lo de Cromañón y los lugares cerraban, pero a un tipo solo con una guitarra es más difícil decirle que no. Toqué en centros culturales y me moví por circuitos que no eran los de la música y mucho menos del rock. Acá me siento un viajero: la guitarra es mi arma. También estoy más expuesto: toco cuatro días seguidos, se me rompe la garganta y no me puedo apoyar en el trompetista. Y hay que sentarse a ensayar porque tocar en vivo te da mucho, pero te quita sutilezas.

–¿Hay una búsqueda tuya de sonidos crudos que te hace sentir cómodo solo con la guitarra?

–Sí, a mí me interesa ese despojo: esa cosa no arreglada, no digital. En lo estético me interesa ese desfase. Soy seguidor de Charly García y algo que me interesa de él es que hay una riqueza armónica y discursiva, pero, cuando parece que todo suena perfecto, se corre. Creo que tiene más que ver con el mundo real y vivo: no me gusta cuando todo está sobreproducido.

En Buenos Aires, Dacal retomó la guitarra eléctrica para volver, luego de diez años –la última vez había sido con el conjunto rosarino The Killer Burritos–, a formar parte de un grupo: con los solistas Alfonso Barbieri, Manuel Onis y Juan Jacinto armaron Viajantes, banda que acaba de editar su disco. “Es de rock argentino y es una escuela muy Charly y Spinetta”.

En España, Dacal tuvo un primer paso exitoso por Galicia –apadrinado por el músico local Xoel López–, Barcelona y Madrid, con repercusión en los medios de ese país. En Francia, el diario Libération le dedicó espacio también.

–¿Qué diferencia el lugar que hay para un músico como vos en Europa del que existe en la Argentina?

–En términos musicales, la Argentina es muy floreciente y muy interesante: hay un nivel increíble. España me parece un lugar muy profesional, con todo lo que eso implica: también con cosas muy interesantes. En cuanto a lo laboral, la descentralización marca la diferencia. En la Argentina es muy difícil girar por el país: tenés que encontrarle la vuelta y yo todavía no pude. Pero no quiero pecar de ingenuo: hay algo que acá funciona por ser artista extranjero, porque sólo está un tiempo en particular y porque interesa la visión de gente de otros lados del mundo. Toco mucho y hace mucho: me va bien, pero no soy masivo. Acá siento que en dos meses estoy logrando lo que allá me costó diez años.

–Acá te llaman artista latinoamericano. ¿Te sentís bien en esa identificación?

–Acá me siento más latinoamericano, pero las no fronteras las trabajo estéticamente hace tiempo. Cuando hice La Orquesta de Salón fue porque habíamos armado con Manuloop, el chelista, un repertorio muy grande con adaptaciones de canciones del mundo que incluía desde cosas de la mexicana Amparo Ochoa hasta Georges Brassens, que es de aquí, o Eduardo Mateo. Hay que encontrar una identidad que vaya más allá de lo nacional. Me siento porteño, no sé si me siento argentino. Adoro Salta, pero no soy de ahí. Me interesa el Cuchi Leguizamón, los artistas y las culturas que surgen en muchos lugares del mundo. Yo encuentro vínculos muy claros entre Atahualpa Yupanqui, Bob Dylan y Georges Brassens: son lo mismo en tres culturas muy distintas. Busco conocerlos, incorporarlos y tratar de deglutirlos para sacar algo que tenga que ver conmigo.

Fuente: Crítica

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