sábado, 13 de marzo de 2010

Mario Pasik

"En las elecciones siempre voté por los que perdían" Hombre de convicciones, unas viejas cartas escolares le recuerdan que de pibe se había propuesto ser actor.

Por: Silvina Lamazares

La infancia no le queda lejos en los recuerdos. Busca y encuentra imágenes precisas, olores, sensaciones. Sin embargo, para dar cuenta de sus fantasías de niño prefiere apoyarse en la contundencia de la letra escrita, con tinta que el paso del tiempo no borró. Y, entonces, habla de las cartas que escribió a los 13 años y que hace poco releyó, en las que comprobó, con ese placer que da el sueño cumplido, que de pibe quería ser actor. De chico se lo mandó por correo a su mejor amigo del colegio, que se había ido a vivir a Chicago. De grande, esas cartas que fueron muy bien guardadas volvieron para que Mario Pasik pudiera reencontrarse con el nene que fue. Y que jugaba a ser otros.

"Hace un tiempo, estaba de visita en casa de mi madre, sonó el teléfono y era una mujer que contaba que su hermano había viajado a los Estados Unidos y ahí había estado con este amigo. Bueno, te la hago corta: me pasó su número, lo llamé y le pregunté si conservaba un libro que le había comprado cuando se fue y me dijo 'Tengo todo, Mario, tengo tus cartas'. Me las reenvió y fue muy emocionante", comparte el dueño de una cálida casa de Florida, en la que el pasado está a tiro. Como en esa foto blanco y negro que lo muestra a los 14 años, como protagonista de El pedido de mano, en el club Hebraica, donde había debutado con Tres historias para ser contadas y donde había comenzado "no digo a estudiar, sino a animarme a los juegos teatrales".

De sus años en Versalles -luego se mudó a Villa Crespo- dice tener postales "muy claras... Hay una que siempre me llamó la atención. Yo debía tener 3 ó 4 años y mi papá me llevó a un descampado donde remontaban barriletes, y le preguntó a un chico si podía prestarme uno para que lo tuviera un ratito. Y me acuerdo mucho de eso, me veo teniendo el hilo tirante. A ojos de la madurez, puedo entender que me hizo tener de la mano algo bastante más elevado. Después apareció un tango que decía 'Y he sido igual que un barrilete, al que un mal viento puso fin, no sé si me falló la fe, la voluntad o acaso fue que me faltó piolín' (de Eladia Blázquez). Bueno, yo traté de tener siempre piolín de repuesto para seguir volando".

De decir pausado, con voz grave y palabras que invitan a imaginar, asegura que atesora varios momentos en los que sintió las raíces de la vocación, como cuando a los 15 años fue a ver a Alfredo Alcón en Israfel. "Fui con unos amigos al Teatro Argentino y como no teníamos un mango nos sentamos allá arriba. Y te puedo decir que ese día descubrí el '3D', porque estábamos lejos del escenario y, sin embargo, sentía que a Alfredo lo tenía acá", grafica, con su mano como un espejo, el hombre que luego trabajó "dos veces con él: en La muerte de un viajante y en Hamlet, un lujo para mí. Es más, compartimos la fecha de cumpleaños, porque los dos somos del 3 del 3. Y fijate si Israfel fue clave, que 20 años después de haberla visto la hice en Radio Nacional".

Entre una y otra versión, se perfeccionó en Nuevo Teatro, "donde estaban (Enrique) Pinti, (Héctor) Alterio, Alejandra Boero. Ahí, con 18 años, tuve mi debut de temporada con el infantil Mi bello dragón: fui un trovador que se hacía pasar por un escudero para conquistar a la princesa". A lo largo de sus más de 40 años de oficio, no sólo le tocó conquistar a la bella dama de las historias: "Lo que más me gusta es el espectro amplio de todo lo que hice, con los límites que me da el placer de hacerlo o no. Fijate, cuando estaba en Esperando a Godot hacía Verano del 98, cuando estaba en El zoo de cristal hacía en tele Vivo con un fantasma". Con una carrera matizada por la ideología, confiesa que "en las elecciones siempre voté por los que perdían. No es algo de lo que me enorgullezca, pero algo debe marcar".

Fue extraterrestre en Una familia especial, fue padre abusador en Mujeres asesinas -en un capítulo grabado para la Argentina y otro para Italia-, fue director de Contracciones, la obra protagonizada y escrita por su mujer, Marta Betoldi, creada para Teatro por la identidad, fue Superman por un día en la trama de Son amores. Fue lo que quiso, como demuestran sus viejas cartas de soñador.«

La anécdota

"La primera vez que pisé un escenario fue ante unas 6.000 personas. Mi hermano (el actor Salo Pasik) tenía 16 años, yo 11, y me llevó a un homenaje que la izquierda le hacía al poeta español Marcos Ana en el Luna Park. Mi hermano me mandó a pedirle un autógrafo, fui... y nunca más volví. Porque justo cuando estaba en eso, se acomodó y me dio timidez y entonces me quedé por ahí abajo y les pedí a otros, como a Alfredo Palacios, por ejemplo. Después pasé atrás del escenario, donde actuaban grandes como María Félix, y había algo de ese clima artístico que me seducía, me atrapaba. Y sobre el final terminé subiendo con todos los invitados. Eramos 30 arriba del escenario. Cuando Salo me vio, se tranquilizó... y yo estaba como loco".

Fuente: Clarín

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