martes, 13 de octubre de 2009

La lección de Ana

El Centro Ana Frank Argentina se inauguró en junio y está funcionando a pleno. Por allí pasan más de cien chicos por día. Con una reconstrucción escenográfica de la casa en la que Ana se escondió durante más de dos años, además de muestras y cortos, trabajan sobre una pedagogía de la memoria: para aprender a no discriminar.

Por Gabriela Gabezon Gamara

Si Ana viviera tendría 80 años. Tal vez sería una abuela adorable o una intelectual de peso. O las dos cosas, o ninguna, quién sabe: no tuvo tiempo de elegir. La máquina nazi la destrozó cuando tenía sólo 15. La mataron sólo por ser judía, por el racismo más aberrante.

Entonces, cuando la industria genocida alemana de la Segunda Guerra Mundial la devoró, ella quería ser escritora y periodista. Y lo logró: a través de su diario, que fue editado y traducido a más de 70 idiomas, la humanidad ha podido sumergirse en la subjetividad de una adolescente perseguida, escondida con otras siete personas en una pequeña casa que, temiendo la deportación a los campos de concentración, su padre Otto había acondicionado en la parte de atrás del edificio de su empresa, en el centro de Amsterdam, junto a uno de los canales.

Justamente esa casa, la "Casa de atrás", es el espacio que se reproduce escenográficamente en el Centro Ana Frank de Buenos Aires, el primero en toda Sudamérica. Como en todas las sedes del mundo, la finalidad del Centro es educativa, se propone desplegar una pedagogía de la memoria: el objetivo es promover el mensaje de Ana Frank contra el racismo, la xenofobia y todo tipo de discriminación y conectarlo con la actualidad. "La historia de Ana -afirmó en declaraciones periodísticas Héctor Shalom, director del centro de la Argentina- es el punto de partida para comprender los mecanismos de los totalitarismos, como lo fue la dictadura argentina, y reflexionar sobre la discriminación en nuestros días".

¿Cómo se logran estos objetivos? La sala principal es una muestra que, con fotografías y textos, reconstruye paralelamente la historia del nazismo y la de la familia Frank. La última, Ana y su hermana Margot en el escondite. Poco después de que les tomaran esa imagen, en agosto de 1944, Ana y sus 7 acompañantes fueron descubiertos por los nazis y deportados a Aushchwitz. Ana murió poco después, en otro campo de concentración, Bergen-Belsen. Corriendo la biblioteca que ocultaba el escondite, uno puede internarse en "la casa de atrás". En otro espacio, una muestra sobre las atrocidades de la última dictadura en el país.

Y, ya inmerso en las dos historias, se pasa a la sala de proyecciones: allí, se exhibe una serie de cortos sobre dilemas complejos, de libertades en conflicto: ¿dónde empieza y termina un derecho si vulnera los de otros? Después de los cortos, los chicos votan. Y se arma el debate. Por día, pasan por el Centro -que funciona con guías voluntarios- más de cien chicos de colegios secundarios de la ciudad y todo el país, además de visitantes particulares.

No pierden su tiempo.

Fuente: La Razón

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