Entrevista Carlos Gorostiza El autor de obras clave como “El puente” y “El acompañamiento” reflexiona sobre su carrera y adelanta sus dos nuevas piezas. Hoy celebra su cumpleaños.
PorPatricio Gómez Sánchez. Especial Para Clarín
Alguna vez, el dramaturgo y novelista Carlos Gorostiza explicó que los escritores tienen tres lugares en la vida. El primero, su espacio de trabajo, su escritorio. El segundo, la mente, el pensamiento que crea. El tercero es el mundo y su infinita capacidad de impresionar al hombre. Sentado junto a su viejo escritorio de madera, rodeado de fotos de amigos y de afiches de sus obras, “Goro”, como lo llaman sus seres queridos, es fiel a su explicación. Hoy cumple 90 años y aún mantiene el rito jovial de perder su mirada en el horizonte de Buenos Aires para escudriñar al mundo, dibujarlo mágicamente con sus palabras y encontrarse como ser humano.
Como autor y director, Gorostiza supo revolucionar la escena nacional con obras fundamentales como El puente, El pan de la locura, Los prójimos, ¿A qué jugamos?, El acompañamiento, Matar el tiempo y Aeroplanos . En plena dictadura, fue uno de los fundadores de Teatro Abierto, la máxima experiencia de resistencia cultural del país. También fue secretario de Cultura de la Nación de Raúl Alfonsín y jugó un papel determinante en el fin de la censura. Obtuvo innumerables premios y reconocimientos: ganó el Premio Nacional de Novela por Los cuartos oscuros , el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de Teatro; el Konex de Platino, el Premio Planeta por Vuelan las palomas , y fue reconocido por el gobierno de Francia como Commandeur de la Orden de las Artes y las Letras.
Una característica singular de la obra de Gorostiza es su permanencia. La mayoría de sus piezas se han convertido en clásicos y viajan por todo el mundo. Por ejemplo, en 2009 se estrenaron 15 títulos en distintos países. El último pedido que llegó a Argentores es de una compañía de Estonia, que va a subir a escena El acompañamiento , una obra que ya se vio en lugares como Sudáfrica y Finlandia.
¿A qué cree que se debe este fenómeno? Pienso que hay dos razones: que sus temas están vigentes en la sociedad y que son tratados con teatralidad, por lo que las obras no envejecen. Esto me hace muy feliz y ocurre desde mis primeros días como autor. Poco después de estrenar El puente en 1948, la llevaron a Cuba, Puerto Rico, México, Venezuela y Uruguay.
¿Qué siente como espectador de sus propias obras? Muchas veces me pregunto por qué hice esto o aquello. Hace un tiempo fui con Teresa, mi mujer, a ver una pieza mía. En un momento, le pregunto: “¿Yo escribí esto?” Es como si uno tuviera un enanito adentro que trabaja por uno. Desde el punto de vista del oficio, veo las piezas como externamente.
¿Y si analiza su obra en totalidad? Veo una coherencia, una propuesta general. Siempre trabajé mucho los textos, me critiqué y me exigí mucho. Creo que necesité más locura, fui excesivamente racional. Dirigí mis obras desde la primera y eso me llevó tiempo. Pero ya no lo hago más porque no me da el cuero. La última vez, cuando me sentaba no sentía las piernas.
¿Lo extraña? Antes, sentía que había una continuidad entre escribir la obra y ponerla en escena. Ahora, la dejo en manos del director. Eso me ha dado más tiempo. Sin embargo, no hay por qué terminar una obra todos los años: yo lo hago cuando tengo ganas locas o cuando aparecen los temas. A pesar de todo, hice como 30 obras y seis novelas, es bastante.
¿Sigue escribiendo? El año pasado terminé una obra en junio que se llama El aire del río . Se la mandé a Kive Staiff, director del San Martín, y se va a hacer en teatro oficial en 2011, la va a dirigir Manuel Iedvabni. Días después de acordar eso, me puse a leer textos postergados y de repente recordé una palabra: Capistrano. Una cosa trajo la otra y escribí Vuelo a Capistrano . Le aviso a Staiff y le digo “Te mando mi última obra”. Me corrige: “Vos no tenés última obra, tenés anteúltima obra”. Esa la va a dirigir Agustín Alezzo.
¿En qué consiste El aire del río? La pieza ocurre en tres períodos: 1800, 1900 y 2000. En el primero, los protagonistas son tres personajes de la colonia; en el segundo, inmigrantes italianos; y en el tercero, gente de hoy. En las tres épocas hay problemas en una plaza cercana y lo que sucede afuera es distinto, pero parecido.
¿Cómo elige los temas? Siempre hay un superobjetivo en la obras, consciente o inconsciente. Por ejemplo, cuando escribí El acompañamiento para Teatro Abierto vivíamos la peor época de la censura y a mí se me ocurrió una obra alrededor de un personaje al que no lo dejan cantar.
¿Qué opina del teatro argentino actual? Hay espectáculos muy buenos, muy bien dirigidos, pero sin el meollo político-social, que creo que no existe desde la época dura. Esa fue la bisagra histórica. Las dos grandes gestas de la dramaturgia nacional fueron el teatro independiente y Teatro Abierto.
¿Cómo siente la Argentina hoy? No la siento bien, la siento confusa. Es un popurrí, con una división falsa: los derechos humanos. Estos, que son tan batidos por este gobierno, no son los mismos que al principio de esa lucha. Algunas cosas uno querría que fueran de otra manera y otras que no ocurrieran.
¿Qué le pareció la participación de la gente en los festejos por el Bicentenario? Creo que toda esa gente estaba diciendo, desde su inconsciente, que tiene necesidad de patria unida. Lamento cumplir 90 porque hay muchas cosas que no podré ver. Esta sociedad así no aguanta, está en transición y se está gestando un cambio, hay algo germinando en la mente popular. Y querría seguir viviendo porque tengo mucha curiosidad por saber qué va a pasar con la condición humana.
Fuente: Clarín
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