Aurora venturini, 87 años, escritora platense
Después de ganar un premio de novela a los 85 años, Aurora Venturini escribió cinco novelas y sigue enviando sus creaciones a concursos. Despertó la admiración de Gabriel García Márquez.
En una casa de La Plata una mujer, Marta, abrió la puerta y mostró un pasillo. Allá, al fondo, apareció una pequeña joven de 87 años. Es Aurora Venturini, la interminable escritora. El enviado especial a La Plata, prudente, pretendió un saludo formal y le extendió la derecha. Aurora le clavó un beso en el pómulo y el ambiente se animó. Todo indica que esta mujer, octogenaria de cuerpo, tiene un cerebro original que acaba de cumplir veinte años.
–Dígame –dice con una sonrisa.
–Quería saber de usted.
–Estoy bien, gracias. Tome asiento –y sonríe.
Aurora está muy tranquila, pese a que por estos días festeja un aniversario. Cumple dos años de fama. Se hizo popular en 2007 cuando le inyectó una paradoja a la literatura argentina: a sus 85 años, con dos millones de aventuras en las espaldas y muchos libros que autoeditó sin ruido, se adjudicó el llamado Premio de Nueva Novela. Le hicieron muchas entrevistas por Las primas, aquel trofeo que escribió en dos meses y en el cual volcó su juventud real. Y su vida cambió.
–¿Cómo cambió?
–Y, es diferente.
–¿En qué sentido?
–Y, ahora suena el teléfono.
Antes el teléfono estaba siempre callado porque Aurora no tiene amigos, tan sólo conocidos a los que apenas ve. No porque no vea, pues Aurora tiene una vista excelente. Ella no frecuenta a los conocidos porque prefiere estar sola, escribiendo. Pero, claro, vino la fama y su teléfono se llenó de pedidos de entrevistas. Incluso su teléfono, a veces, tiene la capacidad de producir momentos inauditos. Hace unas semanas sonó.
–Hola –dijo Aurora.
–Hola –le dijo una voz.
–¿Quién es usted? –dijo Aurora.
–Aurora, estoy en España. La quería felicitar por su novela Las primas, es extraordinaria. Tienen que hacer una película con esa novela –le dijo la voz.
–¿Cuál es su nombre, joven?
–Gabriel García Márquez, señora. Para mí es un gusto hablar con usted –le dijo ese joven mundialmente glorificado que ganó el Premio Nobel en 1982.
–Muchas gracias. Espero que le siga yendo bien –y, con mucha naturalidad, como si la hubiese llamado el carnicero de la calle 7, Aurora colgó y siguió escribiendo.
Ocurre que esta artista tiene una rutina urgente. Todos los días se ducha a las siete de la mañana, se toma un mate, conversa con su mascota, la araña Rebeca, con quien sostiene una relación entrañable y con quien conversa sobre la situación amorosa que esa araña vive con unas arañas masculinas, y luego se pone a escribir. Aurora Venturini en ningún momento se paralizó tras ganar fama. Aunque los periodistas le interrumpen la creatividad, ella, desde hace dos años, ha estado haciendo noticias en secreto.
La máquina bohemia. Este día, por ejemplo, Aurora, después de bendecir a su araña, escribió la página 100 de una nueva novela. Además, entre 2007 y 2009, Aurora se encerró en su laboratorio, una sala pequeña en que no cabe una sola distracción, y escribió cinco novelas que esperan en su mesa. Escribió la segunda parte de Las primas: Yuna y las lunáticas. Escribió la novela Un canario llamado Kril Modestovich. Escribió la novela Dos lágrimas. Escribió Sin novedad en casa de los Umbro. Y luego escribió otra novela, cuyo título no accede a comunicar, porque esa novela está participando en un concurso.
–¿Se considera una máquina, Aurora?
–Yo no sé hacer otra cosa que escribir. Escribo desde los 16 años. Ni siquiera sé hacer un té.
–¿Está contenta con la popularidad?
–Sí, me han tratado muy bien. La gente lee mis libros y piensa que soy joven. Y luego quedan helados. Pero creo que ahora estoy en un lugar en el que siempre debí haber estado.
–¿Por qué?
–Porque yo soy muy buena.
–¿En qué se inspira para escribir tanto?
–No sé, yo escribo. Cuento mis cosas.
En realidad, Aurora tiene muchas cosas para contar.
Participó en la fundación del peronismo, protestó en las calles, fabricó bombas molotov, las tiró con fines vandálicos, y, se sabe, fue muy amiga de Eva Perón.
–¿Cómo era Evita?
–Una gran mujer, muy humilde, que solucionaba muy rápido los problemas. Yo trabajé mucho tiempo en la Fundación Eva Perón.
–¿Le trajo problemas ser tan amiga de Evita?
–Muchos. Los diarios no querían publicarme porque soy peronista.
–¿Y qué me dice de su vida en Europa?
Aurora suspira. “Europa”, dice mirando por la ventana.
Vivió 25 años en Europa y allí fue bohemia. Se instalaba en los bares del momento. A Sartre, por ejemplo, le dice Jean-Paul.
–¿Y cómo era Sartre?
–Jean-Paul era muy gracioso. Lo conocí en un café de París. Con él charlábamos de filosofía existencialista… ¡Ser es hacer!
–¿Ionesco?
–Eugène era muy gracioso. Muy accesible.
–¿Albert Camus?
–Albert siempre me gustó. Era un vividor, jijiji.
–¿Camus la coqueteó alguna vez?
El enviado especial se figura una tapa sensacionalista. “Musa de Camus vive en la Calle 37 de La Plata”. Se figura aclarando un romance con el enviado especial de Le Monde. Pero Aurora no quiere polemizar. Sólo mira el suelo y prefiere omitir un escándalo. Apenas dice: “Es que una era joven. Y yo estaba muy bien”.
–¿A Borges lo conoció?
–Sí. Era un bobo genial.
–¿No siente que debería escribir su autobiografía?
–Bueno, sí, es que yo tenía una personalidad propia.
–¿En qué sentido?
–...
–¿En qué sentido, señora Aurora?
En estos momentos Aurora no oye, pues se ha instalado en la Luna. La gran mujer está meditando sus anécdotas. El suceso no es inusual: a las dos y media de la tarde, inmutable, Aurora Venturini admitirá que es una lunática extraordinaria.
Locos todos. Así como la protagonista de Las primas, Yuna, Aurora reconoce que está un poco loca, como todo el mundo, dice. El enviado especial piensa que no es loca. Es peculiar. Como su cerebro tiene veinte años y está metido en un cuerpo mayor, ve cosas que otros no ven. Por ejemplo, ve fantasmas.
–¿Es cierto eso?
–Claro, desde chica veo fantasmas. Mi mamá se enojaba porque ella pensaba que no existían.
–¿Son fantasmas literarios?
–No, no. Fantasmas de verdad. Hoy en la mañana vi un fantasma muy simpático –y mostró una muralla donde el fantasma descansó.
–Aurora, ¿es verdad que usted nunca llora?
–No lloro.
Luego Aurora dice que no está sola. Además de Marta, que hace trece años le regula la rutina, ella tiene a su amiga: la araña Rebeca. La araña tejió su casa en la habitación de Aurora y ambas están felices. Eso sí, esta mañana, según cuenta la escritora, Rebeca se habría comido a su marido. Aurora lo cuenta y ríe.
-Es que yo soy un poca loca, jijiji.
–Qué bueno que no se sienta sola.
–No, si no tengo tiempo para nada.
Y Aurora Venturini, la mujer de dos edades, ya publicada en España y pronto traducida al francés, nos da el último beso y dice chau. Festeja sus dos primeros años de fama y no puede perder el tiempo. Es que la chica de 87 años tiene que seguir escribiendo.
De La Plata a París y viceversa
Aurora Venturini nació en La Plata en 1922. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Tras la Revolución Libertadora se fue a Europa, donde estudió Psicología en la Universidad de París. De vuelta en la Argentina ejerció la psicología y la docencia. Aurora Venturini ha escrito más de treinta libros. Se ha paseado por todos los géneros: poesía, crítica literaria, novelas e, incluso, ha traducido a Lautréamont y Rimbaud. Sin embargo, la fama le llegó recién en 2007, cuando, con la novela Las primas, ganó el Premio de Nueva Novela que organizó Página/12. Las primas ha sido un éxito. Ya ha sido publicada en España y el próximo año saldrá en francés. Hoy, Aurora Venturini tiene agente literario y cinco novelas nuevas que se publicarán muy pronto.
Fuente: Crítica
Después de ganar un premio de novela a los 85 años, Aurora Venturini escribió cinco novelas y sigue enviando sus creaciones a concursos. Despertó la admiración de Gabriel García Márquez.
En una casa de La Plata una mujer, Marta, abrió la puerta y mostró un pasillo. Allá, al fondo, apareció una pequeña joven de 87 años. Es Aurora Venturini, la interminable escritora. El enviado especial a La Plata, prudente, pretendió un saludo formal y le extendió la derecha. Aurora le clavó un beso en el pómulo y el ambiente se animó. Todo indica que esta mujer, octogenaria de cuerpo, tiene un cerebro original que acaba de cumplir veinte años.
–Dígame –dice con una sonrisa.
–Quería saber de usted.
–Estoy bien, gracias. Tome asiento –y sonríe.
Aurora está muy tranquila, pese a que por estos días festeja un aniversario. Cumple dos años de fama. Se hizo popular en 2007 cuando le inyectó una paradoja a la literatura argentina: a sus 85 años, con dos millones de aventuras en las espaldas y muchos libros que autoeditó sin ruido, se adjudicó el llamado Premio de Nueva Novela. Le hicieron muchas entrevistas por Las primas, aquel trofeo que escribió en dos meses y en el cual volcó su juventud real. Y su vida cambió.
–¿Cómo cambió?
–Y, es diferente.
–¿En qué sentido?
–Y, ahora suena el teléfono.
Antes el teléfono estaba siempre callado porque Aurora no tiene amigos, tan sólo conocidos a los que apenas ve. No porque no vea, pues Aurora tiene una vista excelente. Ella no frecuenta a los conocidos porque prefiere estar sola, escribiendo. Pero, claro, vino la fama y su teléfono se llenó de pedidos de entrevistas. Incluso su teléfono, a veces, tiene la capacidad de producir momentos inauditos. Hace unas semanas sonó.
–Hola –dijo Aurora.
–Hola –le dijo una voz.
–¿Quién es usted? –dijo Aurora.
–Aurora, estoy en España. La quería felicitar por su novela Las primas, es extraordinaria. Tienen que hacer una película con esa novela –le dijo la voz.
–¿Cuál es su nombre, joven?
–Gabriel García Márquez, señora. Para mí es un gusto hablar con usted –le dijo ese joven mundialmente glorificado que ganó el Premio Nobel en 1982.
–Muchas gracias. Espero que le siga yendo bien –y, con mucha naturalidad, como si la hubiese llamado el carnicero de la calle 7, Aurora colgó y siguió escribiendo.
Ocurre que esta artista tiene una rutina urgente. Todos los días se ducha a las siete de la mañana, se toma un mate, conversa con su mascota, la araña Rebeca, con quien sostiene una relación entrañable y con quien conversa sobre la situación amorosa que esa araña vive con unas arañas masculinas, y luego se pone a escribir. Aurora Venturini en ningún momento se paralizó tras ganar fama. Aunque los periodistas le interrumpen la creatividad, ella, desde hace dos años, ha estado haciendo noticias en secreto.
La máquina bohemia. Este día, por ejemplo, Aurora, después de bendecir a su araña, escribió la página 100 de una nueva novela. Además, entre 2007 y 2009, Aurora se encerró en su laboratorio, una sala pequeña en que no cabe una sola distracción, y escribió cinco novelas que esperan en su mesa. Escribió la segunda parte de Las primas: Yuna y las lunáticas. Escribió la novela Un canario llamado Kril Modestovich. Escribió la novela Dos lágrimas. Escribió Sin novedad en casa de los Umbro. Y luego escribió otra novela, cuyo título no accede a comunicar, porque esa novela está participando en un concurso.
–¿Se considera una máquina, Aurora?
–Yo no sé hacer otra cosa que escribir. Escribo desde los 16 años. Ni siquiera sé hacer un té.
–¿Está contenta con la popularidad?
–Sí, me han tratado muy bien. La gente lee mis libros y piensa que soy joven. Y luego quedan helados. Pero creo que ahora estoy en un lugar en el que siempre debí haber estado.
–¿Por qué?
–Porque yo soy muy buena.
–¿En qué se inspira para escribir tanto?
–No sé, yo escribo. Cuento mis cosas.
En realidad, Aurora tiene muchas cosas para contar.
Participó en la fundación del peronismo, protestó en las calles, fabricó bombas molotov, las tiró con fines vandálicos, y, se sabe, fue muy amiga de Eva Perón.
–¿Cómo era Evita?
–Una gran mujer, muy humilde, que solucionaba muy rápido los problemas. Yo trabajé mucho tiempo en la Fundación Eva Perón.
–¿Le trajo problemas ser tan amiga de Evita?
–Muchos. Los diarios no querían publicarme porque soy peronista.
–¿Y qué me dice de su vida en Europa?
Aurora suspira. “Europa”, dice mirando por la ventana.
Vivió 25 años en Europa y allí fue bohemia. Se instalaba en los bares del momento. A Sartre, por ejemplo, le dice Jean-Paul.
–¿Y cómo era Sartre?
–Jean-Paul era muy gracioso. Lo conocí en un café de París. Con él charlábamos de filosofía existencialista… ¡Ser es hacer!
–¿Ionesco?
–Eugène era muy gracioso. Muy accesible.
–¿Albert Camus?
–Albert siempre me gustó. Era un vividor, jijiji.
–¿Camus la coqueteó alguna vez?
El enviado especial se figura una tapa sensacionalista. “Musa de Camus vive en la Calle 37 de La Plata”. Se figura aclarando un romance con el enviado especial de Le Monde. Pero Aurora no quiere polemizar. Sólo mira el suelo y prefiere omitir un escándalo. Apenas dice: “Es que una era joven. Y yo estaba muy bien”.
–¿A Borges lo conoció?
–Sí. Era un bobo genial.
–¿No siente que debería escribir su autobiografía?
–Bueno, sí, es que yo tenía una personalidad propia.
–¿En qué sentido?
–...
–¿En qué sentido, señora Aurora?
En estos momentos Aurora no oye, pues se ha instalado en la Luna. La gran mujer está meditando sus anécdotas. El suceso no es inusual: a las dos y media de la tarde, inmutable, Aurora Venturini admitirá que es una lunática extraordinaria.
Locos todos. Así como la protagonista de Las primas, Yuna, Aurora reconoce que está un poco loca, como todo el mundo, dice. El enviado especial piensa que no es loca. Es peculiar. Como su cerebro tiene veinte años y está metido en un cuerpo mayor, ve cosas que otros no ven. Por ejemplo, ve fantasmas.
–¿Es cierto eso?
–Claro, desde chica veo fantasmas. Mi mamá se enojaba porque ella pensaba que no existían.
–¿Son fantasmas literarios?
–No, no. Fantasmas de verdad. Hoy en la mañana vi un fantasma muy simpático –y mostró una muralla donde el fantasma descansó.
–Aurora, ¿es verdad que usted nunca llora?
–No lloro.
Luego Aurora dice que no está sola. Además de Marta, que hace trece años le regula la rutina, ella tiene a su amiga: la araña Rebeca. La araña tejió su casa en la habitación de Aurora y ambas están felices. Eso sí, esta mañana, según cuenta la escritora, Rebeca se habría comido a su marido. Aurora lo cuenta y ríe.
-Es que yo soy un poca loca, jijiji.
–Qué bueno que no se sienta sola.
–No, si no tengo tiempo para nada.
Y Aurora Venturini, la mujer de dos edades, ya publicada en España y pronto traducida al francés, nos da el último beso y dice chau. Festeja sus dos primeros años de fama y no puede perder el tiempo. Es que la chica de 87 años tiene que seguir escribiendo.
De La Plata a París y viceversa
Aurora Venturini nació en La Plata en 1922. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Tras la Revolución Libertadora se fue a Europa, donde estudió Psicología en la Universidad de París. De vuelta en la Argentina ejerció la psicología y la docencia. Aurora Venturini ha escrito más de treinta libros. Se ha paseado por todos los géneros: poesía, crítica literaria, novelas e, incluso, ha traducido a Lautréamont y Rimbaud. Sin embargo, la fama le llegó recién en 2007, cuando, con la novela Las primas, ganó el Premio de Nueva Novela que organizó Página/12. Las primas ha sido un éxito. Ya ha sido publicada en España y el próximo año saldrá en francés. Hoy, Aurora Venturini tiene agente literario y cinco novelas nuevas que se publicarán muy pronto.
Fuente: Crítica
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