sábado, 24 de octubre de 2009

El mundo visitó Córdoba

7° Festival Internacional de Teatro Mercosur, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Por Jorge Montiel (Desde Córdoba)

Al ritmo de una ciudad enmarcada por las sierras, cuyos rincones explotan en materia cultural, el ya tradicional festival cordobés que dirige Raúl Sansica (ver recuadro), respaldó su bien ganado prestigio con una nueva edición, entre los días 2 y 11 pasados, donde desfilaron propuestas tan atractivas como inquietantes, y cuyo eje temático fue el lugar de lo político en la creación.

Luego de una caótica y olvidable performance inaugural de la compositora Carmen Baliero –en las calles céntricas, con bocinas de automóviles–, se presentó la Comedia Cordobesa, que celebra su cincuentenario (es el único elenco estable del país) con una versión muy sui generis de “El jardín de los cerezos”. La imaginativa puesta de Luciano Delprato, ambientada en la década del ’60, aglutinó arte pictórico, canciones y un derroche de acciones en tono de comedia, pero sin perder el perfume chejoviano.

Desde Mozambique llegó el monólogo “Mujer asfalto”, interpretado por la bellísima y volcánica actriz Lucrecia Paco y el músico Cheny Wa Gune, que aborda el testimonio de una prostituta asesinada por su cliente. La función especial programada dentro del penal San Martín se transformó en una experiencia movilizadora: los reclusos que pertenecen al taller de teatro –coordinado con empeño por Lucrecia Dozo–, quedaron conmovidos y exorcizaron, al menos por un momento, los demonios del encierro. Así también, la belga “Patchagonia”, una atrayente propuesta coreográfica de Lisi Estarás, se presentó en Bouwer, la cárcel de mujeres.

Otra visita conmovedora fue el montaje italiano “Mishelle di Sant’Oliva”, con la magnífica dirección de Emma Dante, donde dos actores sensacionales dieron vida al ritual de humillación, ferocidad y cariño entre un padre obcecado, su hijo homosexual y el recuerdo idealizado de la madre ausente. Estos tres espectáculos, junto con la francesa “Jean la chance” (un Brecht en clave de rock), integraron también la reciente edición del FIBA porteño.

Lamentablemente, defraudó la presencia alemana por el estatismo inconducente que Dimiter Gotscheff imprimió a “Máquina Hamlet”, de Müller. En cambio, los chilenos de “Las pesadillas de Tony Travolta” asombraron por la destreza (actúan, cantan, bailan y tocan instrumentos), y el aceitado despliegue al plasmar un friso histórico del país trasandino.

Por último, sería injusto no destacar algunos artistas locales: la certera dirección de Marcelo Massa en “Personas en hoteles de mierda”, el compromiso actoral de Camila Sosa Villada en el unipersonal “Carnes tolendas”, y una estupenda adaptación contemporánea de “Las coéforas”, por Daniela Martín, bajo el título “Al final de todas las cosas”.

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