La talentosa Valeria Ambrosio logró combinar humor, arte y creatividad con la estética kitsch del dúo
Por Verónica Pagés
Enviada especial
Pimpinela, la familia. El musical del Bicentenario Libro: Lucía y Joaquín Galán, y Valeria Ambrosio. Dirección general: Valeria Ambrosio. Intérpretes: Lucía y Joaquín Galán, Ethel Rojo, Giannina Giunta, Mariela Passeri, Ivanna Rossi, Mónica Lerner, Alejandro Dambrosio, Jorge Priano, Ruben Roberts, Mariano Taccagni y coro (Analía Riamonde, Agustina Faillace, Victoria Barnfather, Pilar Rodríguez Rey, Melisa Noé, Marina Pereyra, Evelina Bubillo, Marcos Gorosito, Ezequiel Carrone, Leo Tito, Oscar Lajad, Sebastián Codega y Sebastián Vitale). Dirección musical y arreglos: Gaby Goldman. Dirección coreográfica: Mecha Fernández. Dirección de coros: Ana Carfi. Diseño de arte: Ana Repetto. Escenografía: Luis Castellanelli. Vestuario: Kris Martínez. Multimedia: Maxi Vecco. Iluminación: Horacio Efrén y Pablo Hernando. Productor general: Maxi Ambrosio. Teatro Auditórium (Mar del Plata). Duración: 120 minutos.
Nuestra opinión: Muy bueno.
MAR DEL PLATA.- No hace falta ser un fanático incurable de los Pimpinela para pasarla soberbio en este musical inteligentemente dirigido por Valeria Ambrosio. La directora tomó como eje -a partir de una idea conjunta de Joaquín, Lucía Galán y ella misma- la vida de la madre de estos dos cantantes para hacer un repaso de la carrera del dúo en el momento en que Lucía piensa abandonarlo. La mirada de la madre (Engracia Galán) es el hilo conductor que va uniendo un presente conflictivo (por esta decisión) con el pasado: su propia llegada al puerto de Buenos Aires en la década del 50. En los dos extremos se trata de mostrar la fortaleza que se necesita para poder seguir adelante, para tomar decisiones sentidas, sinceras y siempre riesgosas.
Con este panorama no es difícil adivinar que el espectáculo que se acaba de estrenar en Mar del Plata tiene mucho de emoción y nostalgia bien lograda, pero allí está Ambrosio para jugar con los climas y los ritmos, y se divierte colando en los momentos menos pensados altísimas cuotas de buen humor. Y aquí juega un papel fundamental el valioso ensamble de actores, cantantes y bailarines que logró formar y que está muy lejos de ser sólo un grupo multitudinario que llena la escena.
El repaso de la vida de los Pimpinela da excusas de sobra para volver a escuchar sus canciones (el público ama esos momentos), pero no están puestas al azar, cada una cuenta (en un logrado equilibrio entre humor y emoción) algo de la vida de los personajes. Es en esos vericuetos chiquitos en donde se nota -otra vez- la mirada de Ambrosio. Ella logra que el dúo de hermanos juegue con su propia historia, con los prejuicios y las críticas que, desde el comienzo mismo, tuvieron que soportar: "Hacen música rara", "Son mersas", "En este momento [los años 80] sólo se escucha música de protesta"? Y también están los sueños, el cuadro sobre los de Lucía es maravilloso: melodías emblemáticas de la comedia musical suenan con las letras de los Pimpi. Y ahí detrás se lo descubre a Gaby Goldman, director musical, responsable de los arreglos y conductor en vivo de una orquesta de diez músicos que puebla el foso de la enorme sala del Auditórium.
Sería interminable enumerar la enorme cantidad de hallazgos que ofrece este musical, pero no se puede dejar de lado el trabajo de Ethel Rojo que interpreta a Engracia, la madre Galán, una española corajuda y divertida a la que Rojo desborda de vitalidad; también se destaca Jorge Priano interpretando a Don Joaquín, el padre del dúo; y se descubre con felicidad a Ivanna Rossi, la eterna novia del joven Joaquín (luego su mujer) que vuelve a demostrar ductilidad, gracia y talento. Son muchos más los que deberían aparecer, pero sería casi mencionar al cast completo. Y sí, están ellos, Lucía y Joaquín que tiene un carisma y un enganche con su público que los vuelven queribles hasta para los más reacios. Actúan, cantan, bailan, se ríen de sí mismos con una soltura contagiosa.
Otra responsable de este engranaje exacto es la coreógrafa Mecha Fernández, que dota de teatralidad a cada una de sus ingeniosas coreografías. También es destacable el diseño de arte de la siempre eficiente Ana Repetto.
Con tanto ingenio creativo es fácil hacer la vista gorda con algunos detalles, con algunas fallas técnicas que dejaron mostrar los hilvanes, que seguramente se irán emprolijando con el correr de las funciones.
En definitiva, Pimpinela, la familia es una producción grande, ambiciosa y tremendamente disfrutable que encuentra en Mar del Plata el entorno ideal para acomodarse y crecer.
Sin lugar a dudas, el musical de "los Pimpi" es, hasta ahora, la gran sorpresa de la temporada marplatense.
Fuente: La Nación
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