Esa extraña forma de pasión
La directora, Susana Torres Molina y un nuevo desafío teatral
Esa extraña forma de pasión, es la nueva producción de Susana Torres Molina que se circunscribe en los años setenta y se presenta sábados a las 22 y domingos a las 20.30 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
“Esa extraña forma de pasión- contó Molina a Diagonales- surge del interés por investigar las resonancias de los años setenta en nuestro país, se trata de una obra polifónica, trama de emoción compleja que incita a pensar, a salir de lo trillado. Ni apología ni demonización, cuando la obra finaliza no habrá un final sino muchas preguntas que no tendrán respuesta y los ecos siguen y seguirán”.
Tres situaciones disímiles se entrecruzan, las tres escenas intercaladas para crear un único espectáculo cuyo contexto político y social se circunscribe a los años ‘70, caracterizado por la violencia y represión de Estado. Sunset, Los Tilos y Loyola, las tres circunstancias independientes entre sí con la idea de unirse en un único espacio y montaje.
Bajo la autoría y dirección de Torres Molina, el elenco se compone por Béla Arnau, Fiorella Cominetti, Emiliano Díaz, Pablo Di Croce, Adriana Genta, Gabi Saidón y Santiago Schefer. Con Diego Frontera como asistente de dirección y la realización escenográfica de Eduardo Manfredi.
–¿Qué busca expresar Esa extraña forma de pasión?
–Es una indagación de interés personal sobre la década de los ‘70, tratando de trabajar más sobre las complejidades que tienen que ver con ese momento histórico. Pasados más de 30 años, uno puede trabajar no desde un lugar en que se debe definir entre blanco o negro, sino las complejidades de los grises, esa era la intención cuando me puse a investigar este tema. Además porque salió mucha literatura que da cuenta de muchas historias y situaciones que antes permanecían ignoradas y aportan distintas perspectivas y puntos de vista. Se trata de algo más bien complejo. No sólo hablamos de esta época en la que sí hubo terrorismo de estado y militantes asesinados; además de eso, pasaron muchas cosas más. Y eso es un poco la idea de trabajar sobre esos temas, con una instancia, una perspectiva que abarca otros temas.
–¿Por eso ofrece un final abierto la obra?
–Claro. Lo que yo intenté con esta obra es que hubieran muchas voces, que fuera polifónica, donde cada personaje tiene su argumentación, algunos en contradicción con otros. No hay una única verdad, porque tampoco lo creo así en la vida, hay muchas verdades de acuerdo a cada situación. Obviamente que hay algo claro que me parece nefasto: el terrorismo de estado. Pero más allá de eso, los personajes tienen cada uno un punto de vista definido, con su argumentación.
Cuando mostramos a los represores intentamos no mostrarlos como si fueran monstruos, o algo ajeno a la sociedad, porque son parte de esta sociedad. Es fácil decir son animales, bestias, pero en muchos casos también es el vecino que tenemos al lado de nuestra casa, culto, atento y buen mozo y está a cargo de un centro clandestino de detención. Eso es realmente lo que inquieta, porque son personas que están anclados entre nosotros con otra ideología o fanatismo. Es bueno poder verlos desde otros lugares y hasta con emociones en las cuales uno podría identificarse, porque se enamoran, tienen familia, hijos. También eso se trabajó en la obra.
–¿Son tres circunstancias particulares?
–Al principio mi intención fue hacer una trilogía sobre tres situaciones en tres obras distintas. Pero a medida que fui escribiéndolas de forma independiente, pensé que las tres podían conformar un único espectáculo. Ya la última la trabajé con ese sentido, sabiendo que conformaba una trilogía y sabiendo que todo el espectáculo iba a tener un montaje donde las escenas iban a estar entrecruzadas e intercaladas, conformando un único tejido. Se multiplica el sentido, en lugar de haberlas trabajado independiente.
–¿A qué se debe el título Esa extraña forma de pasión?
–En un momento tuvo que ver con algo que leí, relacionado con el miedo, como una forma de pasión. Cada uno de los personajes es un apasionado de lo suyo, el militante, la escritora con sus textos y libros, el sobreviviente. Los libros circulan por las tres situaciones, o sea, que hay un apasionamiento por las palabras, por la escritura, por las ideas. También se presenta una relación pasional entre un represor y una detenida. Lo pasional está siempre sobrevolando la obra. Las tres situaciones son representadas por los siete actores.
Fuente: Diagonales
La directora, Susana Torres Molina y un nuevo desafío teatral
Esa extraña forma de pasión, es la nueva producción de Susana Torres Molina que se circunscribe en los años setenta y se presenta sábados a las 22 y domingos a las 20.30 en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
“Esa extraña forma de pasión- contó Molina a Diagonales- surge del interés por investigar las resonancias de los años setenta en nuestro país, se trata de una obra polifónica, trama de emoción compleja que incita a pensar, a salir de lo trillado. Ni apología ni demonización, cuando la obra finaliza no habrá un final sino muchas preguntas que no tendrán respuesta y los ecos siguen y seguirán”.
Tres situaciones disímiles se entrecruzan, las tres escenas intercaladas para crear un único espectáculo cuyo contexto político y social se circunscribe a los años ‘70, caracterizado por la violencia y represión de Estado. Sunset, Los Tilos y Loyola, las tres circunstancias independientes entre sí con la idea de unirse en un único espacio y montaje.
Bajo la autoría y dirección de Torres Molina, el elenco se compone por Béla Arnau, Fiorella Cominetti, Emiliano Díaz, Pablo Di Croce, Adriana Genta, Gabi Saidón y Santiago Schefer. Con Diego Frontera como asistente de dirección y la realización escenográfica de Eduardo Manfredi.
–¿Qué busca expresar Esa extraña forma de pasión?
–Es una indagación de interés personal sobre la década de los ‘70, tratando de trabajar más sobre las complejidades que tienen que ver con ese momento histórico. Pasados más de 30 años, uno puede trabajar no desde un lugar en que se debe definir entre blanco o negro, sino las complejidades de los grises, esa era la intención cuando me puse a investigar este tema. Además porque salió mucha literatura que da cuenta de muchas historias y situaciones que antes permanecían ignoradas y aportan distintas perspectivas y puntos de vista. Se trata de algo más bien complejo. No sólo hablamos de esta época en la que sí hubo terrorismo de estado y militantes asesinados; además de eso, pasaron muchas cosas más. Y eso es un poco la idea de trabajar sobre esos temas, con una instancia, una perspectiva que abarca otros temas.
–¿Por eso ofrece un final abierto la obra?
–Claro. Lo que yo intenté con esta obra es que hubieran muchas voces, que fuera polifónica, donde cada personaje tiene su argumentación, algunos en contradicción con otros. No hay una única verdad, porque tampoco lo creo así en la vida, hay muchas verdades de acuerdo a cada situación. Obviamente que hay algo claro que me parece nefasto: el terrorismo de estado. Pero más allá de eso, los personajes tienen cada uno un punto de vista definido, con su argumentación.
Cuando mostramos a los represores intentamos no mostrarlos como si fueran monstruos, o algo ajeno a la sociedad, porque son parte de esta sociedad. Es fácil decir son animales, bestias, pero en muchos casos también es el vecino que tenemos al lado de nuestra casa, culto, atento y buen mozo y está a cargo de un centro clandestino de detención. Eso es realmente lo que inquieta, porque son personas que están anclados entre nosotros con otra ideología o fanatismo. Es bueno poder verlos desde otros lugares y hasta con emociones en las cuales uno podría identificarse, porque se enamoran, tienen familia, hijos. También eso se trabajó en la obra.
–¿Son tres circunstancias particulares?
–Al principio mi intención fue hacer una trilogía sobre tres situaciones en tres obras distintas. Pero a medida que fui escribiéndolas de forma independiente, pensé que las tres podían conformar un único espectáculo. Ya la última la trabajé con ese sentido, sabiendo que conformaba una trilogía y sabiendo que todo el espectáculo iba a tener un montaje donde las escenas iban a estar entrecruzadas e intercaladas, conformando un único tejido. Se multiplica el sentido, en lugar de haberlas trabajado independiente.
–¿A qué se debe el título Esa extraña forma de pasión?
–En un momento tuvo que ver con algo que leí, relacionado con el miedo, como una forma de pasión. Cada uno de los personajes es un apasionado de lo suyo, el militante, la escritora con sus textos y libros, el sobreviviente. Los libros circulan por las tres situaciones, o sea, que hay un apasionamiento por las palabras, por la escritura, por las ideas. También se presenta una relación pasional entre un represor y una detenida. Lo pasional está siempre sobrevolando la obra. Las tres situaciones son representadas por los siete actores.
Fuente: Diagonales
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