Dos a hacerse querer. Cristina Villamor y Alejandro Viola, la imagen y la voz del fenómeno (romántico) Los Amados
Lo último de los amados
Alejandro Viola es la voz y Cristina Villamor la imagen del grupo musical-teatral que, con humor, recupera una vieja tradición romántica.
Por Leni González
Recomendaciones para cuando se está enamorado o con ganas de estarlo: uno, liberar pudores con poemas de Fernando Pessoa (“Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas”); dos, escuchar boleros de Ernesto Lecuona mirando la luna (“Siboney, yo te quiero, yo me muero por tu amor. Siboney, en tu boca, la miel puso su dulzor, ven a mí”); y tres, reunir todo eso en una misma noche y gozar ininterrumpidamente –o, al menos, como en las telenovelas, una vez en la vida– con Los Amados, que desde este sábado vuelven a presentar Karabalí, ensueño Lecuona, su homenaje al compositor cubano (1895-1963).
Ganadores del premio ACE 2009 al Mejor Espectáculo de Music Hall, desde hace veinte años el grupo recrea la época dorada de los ritmos románticos latinoamericanos a través de shows que parodian con humor aquella estética kitsch, pero con un enorme respeto musical a los maestros del arte de enamorar cheek to cheek. “La idea de recuperar y revalorizar el repertorio de Lecuona fue de la directora Helena Tritek, que sabe muchísimo del tema y me lo sugirió. Entonces, empecé a investigar la obra, a buscar datos, a escuchar a Los Panchos, a Plácido Domingo, al grupo brasileño de danza Corpo, a tantos que interpretaron a este creador, autor de clásicos como ‘Siboney’, ‘María la O’, ‘Celos’, ‘Siempre en mi corazón’, y así estuvimos un año”, cuenta Alejandro “Chino” Viola, cantante y alma máter de Los Amados.
Pero este conjunto de músicos no sería lo que es si no pudiera, además, parecerlo. Y ese rol ineludible en la puesta en escena –tanto de Karabalí como de la anterior, Rutilantes– es mérito de la artista Cristina Villamor, escenógrafa y vestuarista de Los Amados, además de pintora y bailarina de tango; alguien capaz, por ejemplo, de imaginarlos cantar, bailar y tocar con unas palmeras enormes sobre los hombros y de llevarlo a cabo. “Ah, no, eso lo logran Manuela y Majo, que son dos genias que entienden mis dibujos. Siempre les aclaro (se ríe) que no se los muestren a nadie porque ahí se termina mi carrera. ‘Quiero que hagas unas tetas así’ (muestra con las manos algo puntudo). ¡Y lo hacen!”, explica la pelirroja Villamor, abrazada a su bolso de leopardo.
–¿Cómo trabajan juntos y se logran comunicar para que música, letras, actuaciones y estética estén integradas de tal manera?
Villamor: –Y, vamos a un bar, él me dice qué le gusta, yo lo interpreto. Me dice lo de África, los tambores, algo que está en la base de la cultura cubana, y yo ya sé, entiendo qué es respetar los orígenes, tener fidelidad.
Viola: –Siempre falta plata, pero hay mucha imaginación.
Villamor: –Él respeta mucho mi trabajo, cambia, hace lo que yo digo. A lo mejor, salimos a buscar algo rosa, tiene que ser rosa, y de pronto, encontramos una tela turquesa que nos encanta. “¿Y si hacemos todo turquesa?”. Y lo cambiamos.
–¿Se inspiran en películas, documentales, revistas? ¿Cómo se meten en esos mundos de divos de los años 30 y 40?
Villamor: –Yo soy pintora y el proceso creativo no es tan diferente, es lo mismo; tomás cosas de todos lados. Además, soy una señora mayor, una hippie (se ríen) y no tengo que ver nada, ya lo sé, lo tengo incorporado, tengo mucho archivo, no es que me inspiro para algo particular, no trabajo para –dice con el gesto de comillas– un espectáculo, sino que hago lo que quiero, juego, mezclo.
Viola: –¿Viste los trajes de frutas que nos ponemos? Encontramos la tela en una tapicería.
Villamor: –O el animal print. Yo lo había pensado hace mucho y después volvió a salir. Las cosas te llaman sin que lo registres. Lo semejante atrae a lo semejante, dice un proverbio.
Aunque el festivo regodeo en la exuberancia latina y el almíbar retro de la modernidad tienen en Los Amados raíces en veladas del Parakultural, El Dorado y Morocco, Viola no reniega en absoluto de su amor por las telenovelas. “Acá podrá parecer kitsch pero en México, para nada, es lo normal ver a esas actrices con trajecitos a lunares, tan maquilladas, con esos cuerpos. ¡Y los conductores de los programas! Lo que yo hago, con ese jopo como se hacía mi papá, allá está vigente”, dice el cantante-actor capaz de repartir anillos de compromiso a las mujeres del público, jurándole a cada una amor para siempre. “Son clásicos, son fantasías”, dice Villamor. “Las de siempre. Porque, como dice Pessoa –cita Viola– ‘al fin y al cabo, sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor sí que son ridículas’”.
Motivo para enamorarse
Karabalí, ensueño Lecuona, el espectáculo de estos extraordinarios Los Amados, se presenta sábados y domingos a las 21 en el teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875), con localidades desde $ 50, y está compuesto, esta vez, por temas del cubano Ernesto Lecuona, algo más que un mero homenaje.
Con idea y dirección general de Alejandro Viola (voz), Los Amados está integrado por Lisandro Fiks (director musical, arreglos y contrabajo), Fernando Costa (percusión), Oscar Durán (requinto), Hernán Sánchez (trompeta), Analía Rosenberg (la aplaudida “Raquelita” al piano), David Rodríguez (congas, voz), Rubén Rodríguez (percusión, voz) y Daniela Horovitz (cantante invitada). Y se puede ir más de una vez.
Fuente: Crítica
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