La cantante y el humorista (y psicoanalista retirado) usan al 2x4 como vehículo para reírse de cómo se establecen las relaciones en estos tiempos. “Hoy, ‘El día que me quieras’ sería el día que me aceptes en Facebook”, disparan.
El, humorista, psicoanalista retirado y escritor. Ella, cantante de tango, guitarrista y musicoterapeuta. La unión entre ambos: “un mezclum de humor, tango, boleros y parodias musicales”. Un poco inevitable por los géneros en cuestión y otro poco por la perspicacia de ambos artistas para indagar en la mutable esencia humana, la ensalada incluye un gracioso análisis de los vínculos interpersonales a través del tiempo. Con Arrobaleros, Marcelo “Rudy” Rudaeff y Silvana Gregori ofrecen un paseo por el arrabal y por esa nueva esquina de encuentro que es Internet, con una parada en la historia antigua. Se presentan hoy a las 21.30 en Clásica y Moderna (Callao 892), y los dos primeros sábados de marzo y de abril en el Café Montserrat (San José 524).
Lo que se bifurca en Arrobaleros es el resultado de sus infancias, intereses y profesiones: ellos mismos son un “mezclum” y de ahí su manera de ver el mundo. El espectáculo comienza con un monólogo de Rudy, en el que aborda, principalmente, “las dificultades”, uno de sus temas como humorista. “Es la base de mi trabajo. Creo de verdad que uno de los problemas que tiene la gente es el lograr ser escuchada. Hay quienes pagan para ser escuchados, al psicoanalista por ejemplo, y quienes cobran, como nosotros cuando estamos ahí parados”, analiza en la charla con Página/12. En ese momento, su coequiper lo interrumpe cómicamente.
Silvana Gregori: –Mi madre está celosa. Dice que incluyas en tus monólogos a las madres italianas porque son mejores que las idishe mames.
Rudy: –¿Pero en qué sentido son mejores?
S. G.: –Y... se preocupan más por sus hijos.
R.: –No sé si las mejores madres son las que más se preocupan (risas). Podríamos decir que son las que se ocupan sin preocuparse. A mí me caen bien las italianas y las idishe mames. Cocinan muy rico. Igual, no hablo de la idishe mame, sino de mi mamá. Todo mi humor responde a la observación: exagerar lo que se ve. Por ejemplo, en estos tiempos, ves los vínculos que se arman vía Internet y escuchás historias de gente que tiene una pareja que no conoce, y yo diría que quizá no existe. Por ahí, andá a saber, manda una foto de cuarenta años atrás o de Brad Pitt.
Esa camaradería que manifiestan en el diálogo se traslada intacta al show, en cuyo segundo bloque Gregori conquista al público con su particular timbre de voz, a la vez delicado y potente. “Corrientes y Esmeralda”, “Los cosos de al l’ao”, “El ciruja”, “Milonga de Jacinto Chiclana”, “Fangal” y “Rubias de New York” son los temas que eligió para el momento más íntimo de la noche, algunos incluidos en Soñando tangos, su cuarto disco. A juzgar por su repertorio, resulta difícil entender la conexión de Gregori con el humor. Pero la cosa cambia si se recuerda que desde su debut, en 1979, se ocupó de desempolvar los tangos en los que sobresalía lo cómico, esos que entonaban las bataclanas en sainetes y teatros de revista, con frecuencia descalificados. “Los elegía porque me permitían soltarme más. En general, la gente asocia al tango con lo melancólico. Había montado un show temático con nexos, de tango-humor, cuando formaba parte del Grupo de Tango. Me preguntaban: “¿Son tangos nuevos?”. ¡Y respondía que existían desde los años ’20 y ’30! Cuando los remonté, se prendieron varias a cantarlos y yo me separé. Entonces empecé con tangos románticos, más evocativos”, recuerda.
Su dupla con Rudy pareciera ser el cierre del círculo, porque se permitió volver al humor pero desde otro lugar: la parodia musical. “Di una vuelta”, grafica ella. En 2005, Rudy escuchó el tango “Cuesta abajo” y vislumbró una relación con la historia de Edipo. Le propuso a Gregori que entonara la adaptación en el espectáculo que presentaba en aquel entonces, Tragedias griegas a la abadiana. Y para Rudy for vicepresident (2008), la convocó con nuevas ocurrencias. Se dieron cuenta de que querían hacer un espectáculo completo, que ya lleva varias presentaciones en el Café Montserrat, desde agosto del año pasado.
–¿Y por qué lo lograron recién luego de cuatro años?
S. G.: –No coincidíamos en tiempo y espacio. Desde 2005 empecé a viajar mucho a Europa para cantar en festivales de tango. Rudy me mandaba las letras para ver qué me parecían y con cuáles me enganchaba más.
R.: –Pero, a diferencia de esas parejas de las que hablaba antes, nosotros ya nos habíamos conocido (risas).
En las parodias de tangos y boleros que escribe Rudy y que canta Gregori, todo puede suceder. Por ejemplo, “Malena hace fallidos como ninguna”, Ulises le canta a Penélope “cómo cambia la pinta en veinte años, te pido por favor que dejés de tejer y tejer”. “Ahora que la cosa está aclarada y la gente está enterada de que mi vieja es mi mujer”, advierte un Edipo zafado, y Adán y Eva se quejan de “ese camino del albedrío, puro chamuyo, cuento del tío”.
–¿Cómo se logra una parodia?
R.: –Con Silvana empezamos a charlar sobre los temas a tratar, que tienen que ver con los cambios en los afectos, los vínculos, las costumbres... Lo que hago para escribir una parodia es ver a qué me suena un tema tradicional. Por ejemplo, ¿qué es querer, ahora? “El día que me quieras”, ahora es el día en que me aceptes en Face- book. En las parodias no nos reímos de las personas ni del tema, sino de los vínculos que arman. Es como si el tango hubiese reflejado determinado momento y acá lo relacionáramos más con el presente.
–Gregori, ¿cuáles son las exigencias de la parodia en la interpretación?
S. G: –Lo que me resulta sumamente divertido es que puedo exagerar y hacer una caricatura, más que cuando canto un tango humorístico. Desarrollo el histrionismo. El tango-humor me gustó para poder expresarme más y ahora me gusta poder exagerar.
–Rudy, ¿por qué le interesó trabajar con el tango?
R.: –Más bien, los tangos fueron llegando. Cuando era chico, en mi casa se escuchaba mucho a Julio Sosa. No sé quién dice eso de que la patria de cada uno es la infancia. Y siempre hay frases que en todas las familias se empiezan a usar.
S. G.: –A mí me pasó eso siempre, con mi papá. Lo escuchaba decir “se me ha arrugao la cara de tanto sonrerír”. ¡Y creía que era una frase de él! Pero esto me pasó con un montón de tangos.
R.: –Claro, el tango se me fue metiendo así. Y más allá del tango, después apareció el psicoanálisis en mi vida, como paciente, como analista retirado. Me gusta muchísimo hacer humor sobre psicoanálisis.
–Ahí hay otra relación de la que mucho se ha hablado: tango y psicoanálisis.
R.: –Creo que todos observamos lo que observamos desde nuestro punto de vista, y en este caso hemos metido al psicoanálisis y hay un interpretango, diría (Astor) Piazzolla, una mezcla de tango y psicoanálisis, una especie de inconsciente porteño.
S. G.: –Lo interesante del tango es que refleja no sólo una cosa costumbrista, sino que tiene una capacidad para describir al barrio, personajes, situaciones, dolor.
R.: –Además hay frases, como “angustia de sentirme abandonado”. ¡Guau! Esa frase es de Freud... No sé si (Homero) Manzi pensó en el psicoanálisis cuando escribió “ya nunca me verás como me vieras”.
S. G.: –O la cosa ambivalente de un tango como “Fuimos”, que dice “vete, no comprendes que te estoy llamando”. Justamente, se puede hacer una parodia con algo que tiene mucha fuerza literaria y que nos representa.
–¿Y por qué hacer humor con el psicoanálisis?
R.: –Tiene muchos clichés. Así como el tango tiene al macho que le pega a la mina y después llora porque ella lo abandona, el psicoanálisis tiene esta cosa de tomarse en serio que el paciente no tiene que saber nada de lo que a uno le pasa, de casi ni hablar para que no nos conozca la voz. No es que sea cierto. La exageración nos lo permite. Creo que fue el psicoanálisis el que me acercó más al tango, desde ese lugar común, la melancolía, esa angustia de sentirse abandonado... ¿Cuántos tangos podrían ser cosas que alguien podría decir en el diván? El mundo fue y será una porquería (señala para atrás, para indicar la presencia de un terapeuta), ya lo sé.
S. G.: –La vida es una herida absurda.
R.: –¡Estás desorientado y no sabés qué trole hay que tomar para seguir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario