Señora de teatro. Inda Ledesma brilló como directora, actriz y docente.
En el geriátrico donde vivía y a los 84 años, falleció la intérprete que actuó en más de veinte películas, en algunos de los ciclos más recordados de la televisión y, con fuerza especial, en los escenarios, donde también trabajó como directora y docente.
No pasa demasiado tiempo sin que el canal Volver repita Los días que me diste, la película de Fernando Siro, de 1975, en la que una mujer de barrio, ama de casa madura, de anteojos, presiliconada y sin mayores atractivos, se enamora perdidamente del carnicero joven y pintón. Pero no queda en lo platónico de telenovela sino que llega a convertirse en su amante en la casita del Tigre, a escondidas del marido de toda la vida. Claro que después aparecerá la novia casamentera, pero eso no alcanza para opacar la experiencia única en una vida como tantas. En esa rudimentaria Los puentes de Madison local, el difícil rol de la mujer común pertenece a Inda Ledesma (el galancito es Arturo Puig y el esposo, Carlos Carella) y esa película es una de las pocas posibilidades para volver a ver o para conocer a esta gran actriz que falleció ayer en el geriátrico donde vivía.
El 29 de marzo iba a cumplir 84 años y su última participación ante las cámaras había sido en 2008, en el mediometraje Ciudad invisible, de Pietro Silvestri, y en 2000, en el film de Javier Torre Un amor de Borges, donde interpretó a Leonor Acevedo, la madre del escritor. Pero éstas fueron sólo dos de las más de veinte películas en las que actuó, desde que debutó en 1946, con un pequeño papel en Viaje sin regreso, de Pierre Chenal, con Sebastián Chiola, y a la que siguieron El hombre de las sorpresas (Leopoldo Torres Ríos, 1949), Historia de una carta (Julio Porter, 1957), Huis Clos (A puerta cerrada, Pedro Escudero, 1962), Los orilleros (Ricardo Luna, 1975), Los días de junio (Alberto Fischerman, 1985), Flop (Eduardo Mignona, 1990) y Años rebeldes (Rosalía Polizzi, 1996).
“Yo vi a Inda Ledesma hacer Medea, desnuda, el cuerpo pintado de verdes y azules, durante la dictadura. Cómo se les pasó eso, gracias a Dios”, exclamó hace poco Lidia Catalano, al citar a sus referentes artísticos. Y hasta el director Ricardo Bartís, sobre aquella recordada puesta, reconoció hace tiempo haber concurrido catorce veces “para tratar de entender su oficio”. Porque es en teatro adonde el talento de esta actriz, directora y docente se desplegó con más fuerza.
Alumna de Antonio Cunill Cabanellas, gracias a él comenzó su carrera teatral con El avaro, de Molière, en el Cervantes. A partir de entonces, su nombre quedó asociado a otro prestigioso de la escena, Ernesto Bianco, con quien compartió el éxito de Mi querido mentiroso (adaptación de Jerome Kilty de las cartas de Bernard Shaw y Stella Campbell). Dirigente de la Asociación Argentina de Actores en los 60, en 1964 asumió la dirección artística del Teatro Argentino, donde encaró proyectos como El señor Púntila y su chofer, de Bertolt Brecht; La muerte de un viajante, de Arthur Miller; y Llegan los artistas, de Jacobo Langsner, que protagonizó junto a Lautaro Murúa, Nelly Prono y Nora Cullen. Dirigió desde a Alfredo Alcón en Israfel, de Abelardo Castillo, en 1966, hasta a Juan Leyrado, Ingrid Pellicori y Roberto Carnaghi, en Tres hermanas, de Chéjov, en 1987, en el San Martín.
Entre sus interpretaciones se destacan las de El pan de la locura, de Carlos Gorostiza, Vestir al desnudo de Luigi Pirandello, Hombre y superhombre de Bernard Shaw, sus unipersonales Andar por los aires, por el fuego, por la tierra y por la gente; Orinoco, de Osvaldo Carballido, y El zoo de cristal, de Tennessee Williams, que le valió el María Guerrero en los rubros dirección e interpretación.
“La gente que no me conoce piensa que soy una actriz tradicional por edad. No es así. Soy una abrecaminos y no lo fui más porque me los cerraron en diferentes oportunidades. Pero aquí estoy, en la lucha que más me gusta”, dijo la actriz que en televisión formó parte de los legendarios ciclos Alta comedia, Compromiso, Nosotros y los miedos, Situación límite, Hombres de ley y Cuentos para ver.
A partir de ahora descansará en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores en el cementerio de La Chacarita.
Fuente: Crítica
En el geriátrico donde vivía y a los 84 años, falleció la intérprete que actuó en más de veinte películas, en algunos de los ciclos más recordados de la televisión y, con fuerza especial, en los escenarios, donde también trabajó como directora y docente.
No pasa demasiado tiempo sin que el canal Volver repita Los días que me diste, la película de Fernando Siro, de 1975, en la que una mujer de barrio, ama de casa madura, de anteojos, presiliconada y sin mayores atractivos, se enamora perdidamente del carnicero joven y pintón. Pero no queda en lo platónico de telenovela sino que llega a convertirse en su amante en la casita del Tigre, a escondidas del marido de toda la vida. Claro que después aparecerá la novia casamentera, pero eso no alcanza para opacar la experiencia única en una vida como tantas. En esa rudimentaria Los puentes de Madison local, el difícil rol de la mujer común pertenece a Inda Ledesma (el galancito es Arturo Puig y el esposo, Carlos Carella) y esa película es una de las pocas posibilidades para volver a ver o para conocer a esta gran actriz que falleció ayer en el geriátrico donde vivía.
El 29 de marzo iba a cumplir 84 años y su última participación ante las cámaras había sido en 2008, en el mediometraje Ciudad invisible, de Pietro Silvestri, y en 2000, en el film de Javier Torre Un amor de Borges, donde interpretó a Leonor Acevedo, la madre del escritor. Pero éstas fueron sólo dos de las más de veinte películas en las que actuó, desde que debutó en 1946, con un pequeño papel en Viaje sin regreso, de Pierre Chenal, con Sebastián Chiola, y a la que siguieron El hombre de las sorpresas (Leopoldo Torres Ríos, 1949), Historia de una carta (Julio Porter, 1957), Huis Clos (A puerta cerrada, Pedro Escudero, 1962), Los orilleros (Ricardo Luna, 1975), Los días de junio (Alberto Fischerman, 1985), Flop (Eduardo Mignona, 1990) y Años rebeldes (Rosalía Polizzi, 1996).
“Yo vi a Inda Ledesma hacer Medea, desnuda, el cuerpo pintado de verdes y azules, durante la dictadura. Cómo se les pasó eso, gracias a Dios”, exclamó hace poco Lidia Catalano, al citar a sus referentes artísticos. Y hasta el director Ricardo Bartís, sobre aquella recordada puesta, reconoció hace tiempo haber concurrido catorce veces “para tratar de entender su oficio”. Porque es en teatro adonde el talento de esta actriz, directora y docente se desplegó con más fuerza.
Alumna de Antonio Cunill Cabanellas, gracias a él comenzó su carrera teatral con El avaro, de Molière, en el Cervantes. A partir de entonces, su nombre quedó asociado a otro prestigioso de la escena, Ernesto Bianco, con quien compartió el éxito de Mi querido mentiroso (adaptación de Jerome Kilty de las cartas de Bernard Shaw y Stella Campbell). Dirigente de la Asociación Argentina de Actores en los 60, en 1964 asumió la dirección artística del Teatro Argentino, donde encaró proyectos como El señor Púntila y su chofer, de Bertolt Brecht; La muerte de un viajante, de Arthur Miller; y Llegan los artistas, de Jacobo Langsner, que protagonizó junto a Lautaro Murúa, Nelly Prono y Nora Cullen. Dirigió desde a Alfredo Alcón en Israfel, de Abelardo Castillo, en 1966, hasta a Juan Leyrado, Ingrid Pellicori y Roberto Carnaghi, en Tres hermanas, de Chéjov, en 1987, en el San Martín.
Entre sus interpretaciones se destacan las de El pan de la locura, de Carlos Gorostiza, Vestir al desnudo de Luigi Pirandello, Hombre y superhombre de Bernard Shaw, sus unipersonales Andar por los aires, por el fuego, por la tierra y por la gente; Orinoco, de Osvaldo Carballido, y El zoo de cristal, de Tennessee Williams, que le valió el María Guerrero en los rubros dirección e interpretación.
“La gente que no me conoce piensa que soy una actriz tradicional por edad. No es así. Soy una abrecaminos y no lo fui más porque me los cerraron en diferentes oportunidades. Pero aquí estoy, en la lucha que más me gusta”, dijo la actriz que en televisión formó parte de los legendarios ciclos Alta comedia, Compromiso, Nosotros y los miedos, Situación límite, Hombres de ley y Cuentos para ver.
A partir de ahora descansará en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores en el cementerio de La Chacarita.
Fuente: Crítica
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