Imparte un taller para actores y directores en la Universidad de Guanajuato
Los grupos tienen que resistir la repetición, la rutina, la inercia y los manierismos, asegura.
Como parte de un viaje de dos meses por Latinoamérica, el director de teatro y creador del grupo Odin Teatret Eugenio Barba estuvo en México en 1973. En entrevista dice que tras visitar varios países de Sudamérica y Centroamérica, cuando entró a México por Belice, “tuve la sensación de llegar a un país extremadamente civilizado porque veía la primera carretera de asfalto, porque en Perú o Bolivia no había asfalto para nada”.
Desde 1984 viene regularmente a impartir cursos en diversos estados. Invitado por la Fundación Cervantista Enrique y Alicia Ruelas, junto con la actriz y pedagoga Julia Varley, esta semana ha impartido un taller para directores y actores en la Universidad de Guanajuato, en Guanajuato.
El director italiano afirma que quienes asisten a sus cursos deben estar muy motivados, independientemente de su talento. “Siempre acepto a los primeros que se inscriben. Esto de escoger en base a un currículum es muy difícil. Pienso que si yo tuviera que escribir mi propio currículum y enviarlo a alguien para un curso... (ríe) ¡Ahora hay toda una técnica para escribir un currículum, hasta hacerlo como una especie de videoclip!”.
Barba asegura que hay personas que parecen no estar calificadas para desempeñar un buen trabajo actoral, pero que “durante el trabajo reciben como una sacudida, como un choque que les permite intuir muchas cosas. Casi siempre estos actores son los más perceptivos. Lo que uno hace es romper algunas ideas preconcebidas que tienen sobre el oficio y hacerles ver otras posibilidades”.
Ante la interrogante de si encuentra en los alumnos el mismo apetito en Europa que en América Latina, Barba asegura que la situación es muy diferente. “En Latinoamérica hay casi una mística sobre el teatro, hay una sensación de que el teatro es algo a lo que uno debe entregarse totalmente. En Europa eso existió, por los años setenta y ochenta, sobre todo con la cultura de los grupos, pero ahora ha cambiado. Usted le ha llamado apetito, yo le llamaría más bien necesidad imperiosa de entregarse”.
En un tiempo en que la atención del público está capturada por el cine, la televisión y los grandes espectáculos, hacer teatro podría parecer una tarea de resistencia. “Uno tiene que entender la resistencia con relación a uno mismo: uno tiene que resistir como grupo a todo lo que puede ser la inercia, la rutina, los manierismos, la repetición. Además, están las dificultades normales de cómo luchar para no desaparecer como resultado de las condiciones materiales y económicas”.
Para el director la música es sustancial en el discurso teatral porque, asegura, “forma parte de la expresión artística de un espectáculo. Es una parte que no es conceptual y puede ser ese factor universal que permita al espectador escuchar algunas melodías que le den algunas informaciones emocionales de alegría, de duelo, de entusiasmo, de tristeza, que son informaciones históricas”.
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