Algo en común. Autor:Harvey Fierstein . Versión: María Antonieta Eyras. Intérpretes: Viviana Saccone, Fabián Vena, Romina Yan y Ricky Aiello. Diseño de escenografía: René Diviú. Música original: Gaby Goldman. Iluminación: Roberto Traferri. Vestuario: Vanina Massuchi. Asistente de dirección: Jorge Marucci. Dirección: Santiago Doria. En el Picadilly (Corrientes 1524). De jueves a sábados, a las 21; domingos, a las 20.30. Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: buena
Desolador, inquietante, provocador, por momentos, el mundo que expone Harvey Fierstein en sus dramas deviene en historias sencillas pero siempre conmovedoras. Férreo exponente del teatro gay en los años 80 y 90 instala en escena, hasta con algo de militancia, cuestiones inherentes a esa comunidad y lo hace con férrea decisión. Desde un lugar muy humanista muestra las consecuencias que promueven la marginación que sufren los homosexuales.
En Algo en común, el sida parece ser el gran protagonista o por lo menos lo fue en tiempos en que la pieza se estrenó. Pero, en verdad, sólo es un gran disparador que permite analizar las conductas de dos ex parejas -una mujer y un hombre- de un individuo que ha muerto a causa del virus. Y es más, también el pequeño hijo del extinto mostrará su lugar en ese extraño drama, para él, que le toca enfrentar.
Es muy recordada la versión porteña que se hizo en 1995, con dirección de Emilio Alfaro, y los trabajos de Ricardo Darín, Ana María Picchio, Silvina Bosco y Nicolás Cabré.
La dirección de Santiago Doria busca, precisamente, mostrar en su mayor plenitud a esa mujer y a ese hombre que, cada uno en su tiempo, construyó una verdadera pareja con quien hoy ya no está. Ellos se reúnen para definir cuestiones de la herencia pero, claro, no resulta sencillo un reparto en el que la ley sólo protege a la mujer, mientras que el hombre deberá defender su relación desde el lugar del puro amor.
En las actuaciones, Viviana Saccone expone a su personaje de manera algo exterior y, entonces, muchas de las situaciones por las que transita no terminan de adquirir la dramaticidad necesaria. Su trabajo es correcto, en líneas generales, pero falta que su cuerpo se deje modificar por el recuerdo de quien ya no está, mientras enfrenta a quien le arrebató el amor del padre de su hijo.
Fabián Vena, por el contrario, logra una recreación de su personaje sumamente efectiva que logra hacer crecer en su justa medida y que, conmoverá en más de un momento, por la rigurosidad con la que transita sus emociones. En todo momento el actor torna presente a su pareja muerta y, desde ese dolor, expone su realidad y con muy buenos logros.
También resulta muy exterior la construcción de la abogada que interpreta Romina Yan, un personaje pequeño pero que marca unos territorios muy interesantes en la obra. El pequeño Ricky Aiello, sobre todo en el final, conmueve con su entrega.
La pieza vuelve a poner en el centro de la escena un drama poco común, quizás hasta en este presente. Pero sigue teniendo cierta profundidad que merece ser tenida muy en cuenta, porque es muy verdadera y a la hora de lo teatral, también muy develadora.
Carlos Pacheco
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