Teatro / Enrique Federman
Actor, director y docente, estrenó en abril un espectáculo de creación colectiva. En julio vuelve a la actuación con La vida es sueño , en el San Martín
Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION
En la sala del primer piso del restaurante Pan y Teatro, en Boedo, Enrique Federman dirige su obra De antemano , surgida de un proceso de creación colectiva con un grupo de alumnos del seminario de actuación "Palabras menos" que dicta en el mismo espacio. Allí, en ese centro cultural de barrio que ofrece espectáculos musicales y teatrales, además de deliciosa comida casera, el actor y director recibió a adncultura para hablar sobre el camino que recorrió su último trabajo desde que la lectura del prospecto de un medicamento antialérgico le sugirió la primera idea.
-¿Cuál es la base, el punto de partida, de una creación colectiva ?
-Hay muchos y distintos. No creo que los que aplico en la actualidad sean los únicos. Puedo partir, simplemente, de una escena que veo en algún lugar. Para mi espectáculo No me dejes así , por ejemplo, partí de una situación en una sala de espera de terapia intensiva, y a partir de esa tensión dramática surgió la obra. En De antemano , que estrenamos el 17 de abril, partí de las contraindicaciones del prospecto de un remedio que había comprado. Al leer todo lo que podría producir un antialérgico, advertí que era un hecho dramático en sí mismo. Me sorprendió que incluyera diabetes, tumores cerebrales, tendencia al suicidio. Entonces, le pedí a un alumno que lo leyera en clase sin aclarar qué era y generó intriga e interés en el grupo. En otros casos, puedo partir de una situación espacial o temporal: qué pasa con una misma escena vista de otra manera (por ejemplo, de espaldas). En la obra Dr. Peuser , un unipersonal con Carlos Belloso, el sentido se generaba a partir de una silla de ruedas. Por último, también puedo partir de un texto, que se resignifica con la puesta en escena.
-¿Por qué adoptó esa metodología como forma de trabajo?
-Hace algunos años que empecé a pensar en que la mejor idea la puede tener el otro. Yo venía de trabajar mucho tiempo solo: escribía, actuaba, dirigía, producía, vendía solo. Tuve una sobredosis de soledad. Supongo que eso pudo haber sido el disparador de esta forma de trabajo grupal, que surgió de forma espontánea. Descubrí que, con los otros, el trabajo se enriquecía, se potenciaba y se generaba una interdependencia que me interesaba. Trato de potenciar lo mejor de cada uno, lo someto a la opinión y análisis del grupo y al final busco decisiones conjuntas.
-Con De antemano, ¿hubo una instancia de escritura, de trabajo individual, después de las improvisaciones?
-En un momento del proceso, les pedí que escribieran monólogos sobre distintos temas. De esos textos, saqué algunas frases y armé una dramaturgia para trabajar en el curso, donde surgen otras ideas y se hacen cambios. La obra surge clase a clase. El objetivo siempre fue hacer un material para representar como obra de teatro; no era un experimento. Fue un proceso de casi un año. No les doy demasiada importancia a las tramas, no porque descrea de las historias en el teatro, sino porque me parece que una buena actuación puede suplir una trama; en cambio, con una mala actuación, no hay caso. La trama es una parte del hecho teatral, no es lo único ni lo más importante. Me importa más lo que pasa que lo que se dice que pasa. Esta obra es fruto de un taller de entrenamiento actoral, donde la dramaturgia está presente pero no es un seminario de autores. La búsqueda pasó por cómo contar esa trama.
-¿Trabaja de la misma manera con actores formados que con alumnos o aficionados?
-Sí, las diferencias no están en lo creativo sino en la posibilidad de resolución de cada grupo. A alguien con oficio, le proponés una situación y te devuelve tres. El que está aprendiendo te devuelve una y recién con el tiempo aprende los mecanismos. Yo trabajo con el actor consciente, no con alguien que no sabe lo que pasa y se deja atravesar por la emoción. Eso, para mí, es mentira. Trabajo con alguien que sabe lo que está sucediendo en todo momento. El secreto está en que el público no se dé cuenta: eso es actuar. El actor con oficio tiene más posibilidades de lograrlo.
Después de varios años de dedicarse a la dirección ( Pillowman , Sweet Charity , ¡Pará, fanático! , entre otras obras), Federman vuelve esta temporada a actuar. Formado como clown , su último trabajo había sido en el espectáculo Se busca un payaso , de Matei Visuiec, dirigido por Ana Alvarado, que se presentó en 2006 en el Centro Cultural de la Cooperación. Este mes empezó a ensayar La vida es sueño , de Calderón de la Barca, para estrenar en julio en el Teatro San Martín, a las órdenes del director catalán Calixto Bieto.
-Me llamaron en diciembre para hacer un casting . Salvo un espectáculo infantil, donde hice de payaso, jamás había actuado en el San Martín. Así que me interesó la propuesta. El texto de Calderón de la Barca es tan hermético, tan ornamentado, tan distinto, que me parecía otro idioma por más que fuera español antiguo en verso. Para ser coherente con lo que planteo en mi seminario, presenté el texto dicho de otra manera. Al director le gustó y me tomaron.
-¿Extrañaba estar arriba del escenario?
-No especialmente. Si tengo que actuar, actúo; si no, no. Me tiene un poco cansado la pose de "soy actor, quiero actuar". Lo que más me interesó fue poner en práctica lo que pienso sobre cómo decir los textos cuando parecen un trabalenguas. Estoy contento de haber tenido la oportunidad de hacerlo y de que les gustara a los demás.
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