Linda Peretz y su Flaca Escopeta vuelan de nuevo, pero sobre la gran orquesta que dirige el maestro Sergio Feferovich
Por Juan Garff
La Flaca Escopeta clásica. Libro: Héctor Presa. Intérpretes: Linda Peretz, Sergio Feferovich (directorde orquesta) y Evelyn Goldfinger y Marcela Luzny (titiriteas). Música: fragmentos de Beethoven, Bizet, Mozart, Elgar, Rossini y otros. Coreografía: Mecha Fernández. Vestuario: Renata Schussheim/Victoria de la Canal. Dirección: Héctor Presa. En el Liceo, Rivadavia y Paraná, sábados y domingos a las 16. $ 60.
Nuestra opinión: buena
Retirada de escena desde hace una década, la Flaca Escopeta disfruta del merecido descanso en su lejano planeta, escuchando música clásica por radio. Hasta que algo interfiere en las transmisiones. Una llamada de auxilio la convence de reemprender vuelo a la Tierra para tratar de encontrarle salida a la desarmonía instaurada en la orquesta del maestro Sergio Feferovich.
Linda Peretz retoma el personaje que alcanzó cierta popularidad en los años 90, hija ficticia de la también flaca Olivia, novia de Popeye, y con ciertos aires de Mary Poppins. No hay malvados que derrotar ni graves peligros que afrontar. Sólo se trata de superar la cacofonía a que lleva el comportamiento individualista de los músicos, que no responden a la batuta del director.
Entre disonancia y disonancia, surge, gracias a la intervención de la Flaca Escopeta, cada vez con mayor firmeza la música de Mozart, Boccherini, Strauss y Beethoven, entre otros, en tanto que las discusiones por personalismos y caprichos de los intérpretes sirven para presentar a los personajes de la orquesta, desde el violonchelo rebelde hasta los vientos quisquillosos.
Con 21 músicos en escena, la historia se presta al juego musical, que tiende a tomar un protagonismo cada vez mayor. La Flaca, en la medida en que contribuye a que los músicos salgan de su entuerto, puede recuperar su rol de oyente, cómodamente ubicada en el sillón que supo traer desde su planeta. Aunque con su perfil cercano al dibujo animado, a la caricatura, le es difícil modular matices, por lo que no logra cederle espacio a la música en la medida en que tal vez hubiese requerido la puesta en escena de Héctor Presa, prolija y de detalles cuidados por lo demás.
La belleza visual que rodea a la presencia de la Flaca, tanto en su florida residencia extraterrestre, como en su elegante vuelo y en el despliegue en su encuentro con el director de orquesta se ve así parcialmente opacada por cierto exceso de verborragia en momentos en que su propia acción mágica ya hizo lugar a la música.
Sergio Feferovich cumple con el doble rol de actuar de director de orquesta desesperado y de llevar realmente la batuta frente a los músicos, y si bien se planta como eficaz partenaire de Linda Peretz, tiene su papel más valioso haciendo sonar las partituras para los chicos en la platea. Los instrumentistas acompañan el juego con una buena dosis de humor, al que se pliega la protagonista cuando se tienta a dar unos pasos bailando el Can Can, de Jacques Offenbach.
Fuente: La Nación
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