Claudio Quinteros
Levantó su propio teatro, El Brío, y prefirió recluirse en ese ámbito antes que seguir en la televisión
"Investigar para nosotros es ensayar, es perturbar, es buscar sin tiempo ni convenciones establecidas, con serenidad, con angustia, es bordear el teatro anotando las diferencias como único medio de conocimiento. Reflexionar sobre lo que nos conmueve y nos interesa para discursear en el espacio de representación las conclusiones. Un espacio que se vuelve teatro y el inherente deseo de compartirlo con el público, de actuar, de afirmar, de revisar, dudar y corregir de función en función, en cada encuentro, para seguir pronunciándose incómodo y alerta", las palabras que aparecen en los programas de mano de las obras que surgen de El Brío -la flamante sala de Claudio Quinteros y su mujer, la actriz y directora Nayla Pose- podrían ser sólo un hecho discursivo sobre una aproximación al trabajo teatral, pero con sólo pispear lo que allí pasa se constata que cada una tiene un fuerte asidero en la realidad.
No es casual que -desde este fin de semana- en las tres propuestas (dos renovadas y una completamente nueva) los nombres se crucen, se presten, se superpongan y compartan en este grupo que defiende una identidad a fuerza de cualidades como la pujanza, el valor, la resolución y la gallardía, sinónimos todos de ese brío al que invocan desde el nombre mismo de la nueva sala de Palermo.
Así, el equipo de trabajo está integrado por actores ex alumnos de Quinteros que le ponen el cuerpo a los dos elencos de La Venus de las pieles ; también a Nuestros padres , el trabajo inspirado en Barranca abajo de Florencio Sánchez; y al estreno de esta temporada, El legado de Caín , la segunda parte del estudio sobre el masoquismo que es La Venus de las pieles .
Entre todos ellos se animaron a meter mano en el edificio que alquiló Quinteros casi en la esquina de Guatemala y Oro, una vieja fábrica de indumentaria y costura que hubo que limpiar, armar y reciclar, y en la que todos trabajaron con espíritu de compañía. Fue un año y medio de labor antes de la apertura, tiempo en que también llevaban en forma paralela los ensayos. "Me mudé tantas veces que le perdí el miedo al cambio y me di cuenta que los lugares son y se hacen donde uno está. De Villa Crespo pasé a la calle Gandhi, de ahí a Colegiales y ahora estoy acá, y estoy muy bien. Ya se me fue la obsesión porque el ladrillo sea mío", resume este actor de corte artesanal que conoció la popularidad que da la televisión con Resistiré , pero elige el placer y el tipo de trabajo que le posibilita el teatro.
Reconoce sin pudor que ya lloró mucho cada vez que cerraba una sala y se veía en la obligación de hacer las maletas e irse, pero ahora cambió el eje del problema y usa la energía para volver a empezar. No es casual, así, que conciba a sus teatros como "espacios de resistencia de trabajo".
Tanto empeño en la investigación lo fue alejando naturalmente de los proyectos televisivos. "Me llaman, pero medio me corrí porque hay algo de la tele que no me representa en lo absoluto, eso de «ser alguien del medio» no me sienta cómodo. Quizá si apareciera algo que realmente me interese, o por el director, o los actores lo vería, porque la verdad es que tengo ganas de actuar, pero no así. Es que hay ciertas formas instaladas de cómo llegar y la televisión juega así. Y eso no me gusta, no me interesa ser tan protagonista; en mi vida quiero que el protagonista sea el sexo, el amor, la investigación. Si lo económico viene acompañado del cariño que uno le pone al trabajo, genial, pero si está por delante, estamos jodidos", se despacha verborrágico y lúcido Quinteros.
En sus ganas de seguir trabajando e indagando en cosas que de verdad le interesen o lo conmuevan, y de tener el inevitable legado de quienes fueron sus maestros (tantos los del Conservatorio, como Alejandra Boero o Agustín Alezzo), es que en este tiempo además de levantar un teatro, de reversionar su primera puesta de La Venus... , de continuar con sus clases tuvo el tiempo y el deseo de volver al mundo de Sacher-Masoch con El legado de Caín para indagar en una segunda parte en la que imagina a las tres amantes más sobresalientes de Leopold en un encuentro que propone una salida al calvario masoquista al confrontarlo con la sexualidad. Lo que se dice un teatro a puro Brío.
Verónica Pagés
- María de Buenos Aires: una nueva versión de la "operita" de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, esta vez dirigida por Laura Escalada Piazzolla. Con Alejandra Perlusky, Sebastián Holz, Juan Vitali y el Quinteto dirigido por Julián Vat. Los viernes y los sábados, a las 20, en el C. C. Borges, Viamonte 525 (5555-5359). De 70 a 120 pesos.
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