La tierra. Ese concepto que reúne tantas y variadas significaciones. Tierra en las manos de quien, de sol a sol, la trabaja a destajo; tierra hecha papeles, que serán transmitidos de unos a otros como legado de poder y dinero; tierra gira, al ritmo de leyes que no dominamos, y nos divide; tierra que fue de unos que ahora son los esclavos; tierra para tapar los restos de aquello que alguna vez fuimos; tierra en los ojos, que impide ver “más allá”; tierra convertida en lucha, en conquista por la libertad.
Todas estas nociones, con la tierra como centro, son las que navegan en el concepto de la obra que esta noche estrena el grupo Joven TeatrEnko, bajo la dirección de Juan Comotti.
El texto forma parte de la trilogía que supo escribir el dramaturgo Andrés Lizarraga. Se llama “Tres jueces para un largo silencio” y viene precedida por “Juana Azurduy” y remata con “Alto Perú”.
A la obra “Juana Azurduy” la vimos no hace mucho, representada por la Comedia Municipal de Capital y la dirección de Pinty Saba. Ahora, Juan Comotti y sus 23 actores, darán cuenta con una poética particular de esta segunda entrega histórica de Lizarraga, en la que se cuenta el juicio a Juan José Castelli que le inició el Triunvirato en 1812 luego de la derrota de Huaqui.
Estamos en el contexto del Bicentenario, bien vale entonces, repensar sobre esta puesta, sus por qué, y qué opina Comotti (uno de los representantes de la joven generación de actores locales) respecto del teatro mendocino; de ayer, hoy y mañana.
-¿Por qué vienen haciendo obras tan ligadas con la historia nacional?
-Son lindas obras. No te olvides que nosotros siempre hemos venido trabajando un repertorio ligado con lo nacional y lo social. Nos interesa indagar en torno de las contradicciones que han existido y existen en nuestra historia. Aquí, en este estreno, el juicio a Castelli.
-Pero antes hicieron “Puente roto”, donde abordan el asesinato de Dorrego; “Unidad básica”, una suerte de abordaje del peronismo... ¿hay una intención de repensar en la historia a partir del teatro?
-(se ríe) No... En realidad no lo pensamos así. Lo que sí hay es una intención de, como te digo, bucear en nuestras propias contradicciones. Es cierto que “Puente roto” también la estrenamos un 25 de Mayo, que hicimos “Unidad Básica”, “Bucky, el perro trotskista”, el festival que estamos haciendo en nuestra sala (la que ya es de propiedad del elenco y está ubicada en Alte. Brown 755 de Godoy Cruz). Pero todo lo que hacemos, aunque tiene una tesitura histórica, no ha sido elegido por eso sino porque son lindas obras, inquietantes. Y es cierto que nuestra impronta es muy nacional. (se ríe) Yo siempre me digo qué haría si me fuese a vivir a Barcelona, por ejemplo, donde el teatro que hago no tiene nada que ver.
-Pero por algo elegís “esas obras”...
-Y sí. Nuestro teatro tiene mucho que ver con la memoria: ver qué pasó, para entender y entendernos; es cierto.
-¿La obra tiene un carácter costumbrista?
-No. Tiene una estética similar a las otras obras de la trilogía de Lizarraga, en el sentido de que la poética está en los cuerpos. Pero hemos ubicado la obra en otro espacio.
-¿Cuál?
-Un cementerio. El despacho de Castelli, la casa de Alvarado, el atrio de los jueces, la prisión... todos los espacios están circunscriptos a un cementerio.
-¿Y por qué un cementerio?
-Me acuerdo que un maestro me decía: “tenés que pensar, desde la sensación, qué es lo que buscás representar”. Y desde esa perspectiva, se me ocurrió pensar en esto de “la historia sin fin”, esto de lo cíclico de la historia. Entonces, en grupo, saltó otra reflexión: “che, estos personajes están todos muertos ya”. Ahí surgió la idea: vamos al cementerio y saquemos a nuestros “muertos” de ahí, revivamos la historia de nuestros muertos. Ese es el concepto de revisionismo de la historia, de repensar el pasado.
-¿Y cómo es que, en la obra, todo sucede en un cementerio?
-Ellos, los personajes, no saben que están muertos: siguen reproduciendo su historia, porque es la nuestra también. Es la historia de nuestros muertos que sigue resonando y teniendo consecuencias. Desde esa premisa, la trama de la obra está contada por los collas; no por el asunto de la devolución de la tierra a los pueblos originarios, sino porque si vos vas a un cementerio ves que allí también hay “estratos”. Están los mausoleos, las tumbas de mármol, las de al ras del suelo y las fosas de los “sin nombre”. Y esa distribución de parcelas es elocuente respecto de la propia historia de los terratenientes en la Argentina; tema que tiene que ver con la obra y el juicio a Castelli.
-¿Cuánto tiempo llevó este proceso?
-Estamos trabajando desde enero. Y algo que, a mí, me emociona mucho es que esta puesta la quiso hacer mi viejo (Cristóbal Arnold) y no la alcanzó a estrenar, también el Víctor (Arrojo). Yo ahora estoy trabajando con actores que han estado en esa puesta de mi papá, como Rolando (Moscardelli) y me llena de emoción.
-Hablando de tu papá, que fue todo un referente de la idea de “teatro independiente” en la provincia, ¿Cómo ves, en este contexto de Bicentenario, el teatro local?
-Para mí la historia es cíclica, se repite. Uno habla hoy como si nunca se hubieran tirado abajo los teatros, como si nunca hubiesen faltado dramaturgos, como si nunca se hubiese discutido sobre un teatro que entretiene y uno que busca la relación con el arte, como si nunca hubiese habido falta de salas. Todo eso ya pasó y sigue pasando. No es algo que esté bueno, pero es así. Y creo que la herencia que nos dejó el teatro independiente es lo que nos permite hoy hacer una obra como esta que estrenamos: también autogestionada e independiente.
-¿Hay nuevos proyectos con el grupo?
-Sí. Estamos empezando a trabajar sobre “El cerco de Leningrado”, de José Sanchís Sinisterra; con Alicia Casares y Gladys Ravalle. La obra se trata de un teatro al que el municipio ha expropiado para demolerlo. Como verás, nuestra postura es seguir resistiendo
“Tres jueces para un largo silencio”, de Andrés Lizarraga
Narradores: Soledad Berchessi, Carlos Horacio Díaz.
Actores: Alejandro Manzano, Diego Quiroga, Pablo Sánchez, Graciela Montiel, Cristian Bustos, Roberto Miranda, Luis Francisco Moron, Chango Ortiz, Juan Forconesi, María Laura Monetti, Carlos Romero, Teodora De Pedro, Néstor Luna, Clever Refosco, Dardo Boggia, Gabriel Granados, Nicolás Vrtal, Federico Navarro, María Laura Moretti, Rolando Moscardelli, Mario Ruarte, Santiago Frazzetta.
Dirección general y puesta en escena: Juan Comotti.
Vestuario: Omar Lateana.
Asistencia escenográfica: Carlos Croci.
Apuntador y guía: Rolando Moscardelli.
Supervisión: Gladys Ravalle.
Asistentes: Carlos Díaz y Teodora de Pedro.
Asesor de sonido: Sebastián Millán.
Día y hora: Hoy, a las 21.30.
Sala: Teatro Quintanilla, subsuelo de plaza Independencia.
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