sábado, 22 de mayo de 2010

Isabel Quinteros, en un unipersonal

La Coronela. De Alicia Muñoz. Con Isabel Quinteros. Dirección: Néstor Sabatini. Escenografía: Alicia Vera. Música: Mariano Cossa. Luces: Ariel Bonomi. Asistente de dirección: Noemí Celano. C. C. Caras y Caretas, Venezuela 330. Sábados, a las 21. Duración: 65 minutos.

Nuestra opinión: buena

En el fragor de las luchas internas que enfrentan a fracciones irreconciliables de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en febrero de 1827, finales de la presidencia de Bernardino Rivadavia, el coronel Juan Lucero es fusilado por su adhesión al bando federal. Lucero era un militar que había dedicado doce años de su vida a la lucha por la independencia del país. Su mujer, Dolores, reclama entonces ante las autoridades la devolución de su cuerpo, que le es negado. Frente a esta circunstancia decide velar en ausencia al fallecido, del que expone sólo los emblemas de su condición castrense: el uniforme, sus medallas y el sable.

Esta actitud desatará nuevas represalias que, aunque provoquen más sufrimiento en la esposa, no doblegarán su lucha. La mera lectura del episodio evoca situaciones más contemporáneas de la Argentina, donde la desaparición de personas ha impedido que los cuerpos de los muertos fueran enterrados en cristiana sepultura, reproduciendo la tragedia que Sófocles había descrito 2400 años antes en Antígona. Es claro que Alicia Muñoz, autora de este monólogo y de una importante producción teatral (Un león bajo el agua, Justo en lo mejor de mi vida ?ambos premiados? o Soñar en Boedo), ha querido metaforizar sobre eso y en ese hecho se concentra el principal valor dramático de su trabajo.

La puesta en escena de Nestor Sabatini es despojada y apela a muy pocos elementos escénicos, dejando que sean la palabra y la actuación los que acaparen la atención del público. Todo en un lóbrego y con predominio, incluso en el vestuario, de los tonos oscuros. Es también visualmente lograda la entrada de Dolores por ese patio colonial que está detrás del escenario y le da al contorno inicial un buen ambiente de época. La interpretación de Isabel Quinteros tiene una potente fuerza expresiva y consigue darle a los pasajes de confrontación el nivel de tensión adecuada. No obstante todas estas virtudes, el espectáculo no puede remontar por momentos cierta monotonía narrativa del texto que debilita su atractivo general.

Alberto Catena

Fuente: La Nación

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