EL DOLOR DE TRES PERSONAJES EN ESCENA, ¿cómo un hombre deviene en varón?
Verdadero fenómeno del circuito off, ya en su tercera temporada, Lote 77 indaga en la construcción social de la masculinidad en el mundo de la crianza del ganado.
Verdadero fenómeno del circuito off, ya en su tercera temporada, Lote 77 indaga en la construcción social de la masculinidad en el mundo de la crianza del ganado.
Por: Lucía Turco
Lote 77 parece hecha para un espectador con el valor de mirarse al espejo. Tres hombres ponen en escena el gesto de dolor más preciso de un momento de descubrimiento: el de ver el mandato funcionando en el propio cuerpo. De Andrea, López y Ferreiro fueron compañeros de colegio. Ahora tienen 30 años y distintas historias de imposiciones que, como en el proceso de crianza del ganado bovino, los han preparado para cumplir una función. Toro o novillo. Varón o nada. Así, el mundo del campo se encuentra con el de la construcción social de la masculinidad para dar cuenta del proceso por el cual el hombre deviene varón. Sus historias se cruzan en un relato que no es lineal. Cada uno va recorriendo fragmentos de su infancia, su adolescencia, hasta cómo se sienten ahora y cómo se imaginan de viejos, construyendo un concierto de repeticiones que hace las veces de una obsesión desplegada en su instante más alto de desconsuelo.
"Son tres personajes con rasgos bastante característicos cada uno, pero no son tres estereotipos para mí. Ellos hacen uno solo porque hablan de las contradicciones que todos tenemos", dice Marcelo Mininno, director y autor de la dramaturgia de este éxito que lleva tres temporadas en cartel, y que es resultado de un intenso trabajo de investigación con el elenco (Lautaro Delgado, Andrés D´Adamo y Rodrigo González Garillo). El disparador fue una imagen de su infancia: un video donde aparece junto a su padre castrando un ternero en Salto (Provincia de Buenos Aires), donde nació y vivió hasta los 18 años. Una tarde, mientras reemplazaba a su padre en las tareas del campo, tuvo un sentimiento confuso, circular, del tono que luego tomaría la obra: "quién era el padre, quién el hijo, quién el ternero". En el intento de entrelazar estos dos campos temáticos –qué era lo masculino y si era posible cruzarlo con la cría del ganado– empezó a trabajar con los actores en ciertas improvisaciones y ejercicios. Visitaron el mercado de Liniers, frigoríficos y se grabaron en distintas situaciones adentro de baños públicos. "Todos los ejercicios que planteaba tenían que ver con que ellos, dentro de ese tema, puedan ser atravesados y mostrar su vulnerabilidad", cuenta Mininno.
La escenografía reconstruye un espacio rural –armado con elementos del campo de su padre– que a través del relato de los personajes se convierte en un baño: una estructura de cemento, tres mingitorios, una canilla que abren y cierran constantemente para lavarse la cara y un espejo imaginario que hace que los personajes, cuando se miran, estén mirando al público. "En muchos momentos tuve pudor, trabajábamos sobre nuestra propia construcción de hombres y había cosas que me incomodaba exponer", reconoce Delgado pensando en los comienzos. Pero hay otra escenografía donde se instala la tensión dramática: los últimos 30 años del país, que también influyeron en la definición de la identidad de los tres hombres, que tienen la misma edad que los actores. "En estos 30 años, nosotros nacimos en dictadura, jugamos a ser soldados de Malvinas, aprendimos a usar el dinero en la época de la hiperinflación, atravesamos nuestra adolescencia, nuestros estudios desde un pensamiento más crítico, cuando alguno tenía algún proyecto de familia, se quedó con la plata en el corralito, muchos amigos se fueron a vivir afuera del país. Son unos 30 años que condicionan la construcción de quien es uno también y era necesario mostrarlo", dice Mininno y explica que "cada cosa que íbamos sumando era desde un espacio de preguntarnos un algo: si el varón era o no una construcción social era una hipótesis de trabajo pensada desde antes, pero no los mecanismos por los cuales ese tema iba a desplegarse, eso tiene que ver con una profunda entrega por parte de los actores y de mí al momento de pensar ese material". Para D´Adamo –en la ficción, el chico que, siguiendo los consejos de su padre, decide no reconocer a su hijo–, "trabajar desde cierta incertidumbre coloca al actor en un lugar que lo hace estar más vivo en el momento".
Con la sorpresa de asistir al desagarro de tres hombres en escena, Lote 77 está lejos de los clichés que reconstruyen muchas veces las problemáticas en torno de un género. Y hasta aparecen detalles como la búsqueda de "una luz masculina" que llega a alumbrar el vínculo con las mujeres, la violencia, la homosexualidad, la paternidad, la figura del padre autoritario. "A pesar de que hay muchísimo texto yo creo que apunta a otro lugar que no es el oído, y eso me parece que acompaña el proceso de intuición de cada espectador", dice Mininno, que celebra que todavía la obra le vaya dando la posibilidad de responder a ciertas preguntas, como cuál es la esencia del hombre, y si es que existe una.
Entre la opresión de la estructura y el vértigo del deseo, reconstruir se vuelve sinónimo de buscar. Como dice González Garillo, "están todo el tiempo, como en terapia, reconstruyendo, para entender, para cambiar, para aceptar, y en cada repetición pasa algo nuevo, uno descubre otra cosa, ese reconstruir siempre es distinto. Lote... tiene algo muy personal, profundo, sobre lo masculino, y toca otras cosas, no sólo la masculinidad. Habla de la soledad..."
Fuente: Revista Ñ
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