Dirige Totem de Cirque, una de las propuestas más fuertes del Festival Buenos Aires Polo Circo
Fabrice Champion saltó al mundo de la acrobacia desde muy chico. "Tenía 10 años", recuerda. Para ese tiempo practicaba fútbol y hockey, pero su madre supo que el circo "le iba a hacer bien". Nunca le preguntó el motivo (al parecer, no hizo falta). A lo sumo, parece ser que íntimamente ella sabía que su hijo era bueno en eso aunque él, en su imaginario, no quería ser Tarzán ni Superman. De última, era fanático de Astérix. Así fue que se anotó en una escuela de acrobacia de su pueblo. "Aprendí muy rápido, sabía que tenía ese don", dice sin ninguna señal de falsa modestia mientras los acróbatas de la Ecole Nationale des Arts du Cirque de Rosny ultiman los detalles de Totem de Cirque , el espectáculo que tiene a Fabrice Champion como director y que se ofrece hoy, a las 21, en el Festival Buenos Aires Polo Circo.
A los 16 años se presentó como aspirante al Conservatorio Nacional de Artes del Circo de Chalon. Entró sin pensar que la vida del circo iba a ser lo suyo. Pero lo fue. El trabajo en altura fue lo suyo tanto que, de 1993 a 2004, fue una de las estrellas de la troup Les Arts Sauts, una de las compañías más importantes del nuevo circo francés. Allí arriba encontraba su espacio de íntimo bienestar. "Igual, la acrobacia es un pretexto. Lo que me interesaba era lograr una relación con el público, con el espacio y conmigo mismo." De buenas a primeras, reconoce, esos tres hilos conductores se constituyeron en los pilares iniciáticos de Totem de Cirque. Los años de experiencia por el mundo lo han hecho percibir que esas premisas básicas que venía trabajando como acróbata estallan y toman nuevos sentidos cuando se está frente al público. Claro que ahora es director, y casi a la fuerza. Probablemente, recordándose a sí mismo en su tiempo de artista de las alturas, es que ahora dice: "El público está acá [y se toca el corazón]. El público soy yo". Parte de esa magia la (re)conoció en una de las primeras cuatro funciones de Totem de Cirque que hizo la semana pasada en su país natal. "Claro que ahora es todo distinto, cambia el nivel de energía. Ahora yo estaba sentado con el público mientras el escenario es una verdadera caldera. Es un poco frustrante."
La frustración y el cambio de rol tienen su explicación: el 22 de mayo de 2004 tuvo un accidente durante un ensayo previo a la función de Ola Kala que lo dejó en una silla de ruedas. De aquel momento en Barcelona al día de hoy seguramente habrán venido días grises, qué dudarlo. Pero después de tomarse su propio tiempo aceptó la invitación para que dirija, por primera vez, algo suyo ("nunca lo hubiera hecho si no me lo pedían"). ¿Acaso hay algo de rencor hacia el circo, aquel mundo que soñó de chico pero que, a los 33 años, lo dejó observando las alturas desde el piso? "Cuando miramos hacia atrás perdemos muchas energías. Los recuerdos a veces pueden ser como un veneno porque ya no podemos cambiar nada. Por otra parte, no tengo certeza de que mi vida hubiera sido mejor sin el accidente. Hasta podría estar muerto. No gasto mucho tiempo en pensar en esas cosas. Soy budista. Lo que tenemos es lo mejor. No es fácil aceptarlo pero es en lo que trabajo. No quiero ser víctima de mi accidente. Ahora estoy acá, en Buenos Aires, porque quiero hacer algo de mi vida."
Fabrice habla mirando a los ojos y sus antenas están también pendientes de los movimientos de su numeroso elenco. "No sé si el proceso de ensayo de Totem de Cirque fue difícil, sé que dolió. De todos modos, ahora me siento útil. Es la primera vez que hago una puesta y descubro que me da confianza en lo que soy. Cuando no hago nada no me quiero. Hacer esto es tan sencillo como darle sentido a mi vida."
Totem de Cirque, de Fabrice Champion.
Polo Circo, Combate de los Pozos y Av. Garay. Hoy, a las 21.
Fuente: La Nación
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