sábado, 8 de mayo de 2010

Dos generaciones se abrazan

Foto: LA NACION / Soledad Aznarez

Lito Cruz y Ana María Picchio, dirigidos por Tolcachir

El domingo regresará a escena Todos eran mis hijos , de Arthur Miller, una de las mejores obras del teatro mundial

Por Carlos Pacheco
Para LA NACION

La Segunda Guerra Mundial en el fondo. Adelante: una familia común convive con unos secretos bien guardados. Sobre el final, una verdad que aflora y despierta una pregunta: ¿cuál es tu responsabilidad frente a unos acontecimientos que ocultaste y que comprometieron la vida de muchas personas? La síntesis, tal vez, no es perfecta. Intenta describir el mundo de una pieza teatral mayor, Todos eran mis hijos, del norteamericano Arthur Miller.

Estrenada en 1947, la obra se reestrenó en los Estados Unidos en 2008. El productor Daniel Grinbank vio la nueva puesta y decidió que Buenos Aires sería una buena plaza para reponerla. Así las cosas, volvió a un director que guió otro de sus proyectos teatrales exitosos, Agosto, condado Osage. Claudio Tolcachir aceptó el desafío y se embarcó en un nuevo trabajo comercial con un texto que leyó por primera vez a los 15 años y que hoy redescubre junto a un elenco de notables actores, como Lito Cruz y Ana María Picchio, acompañados por Vanesa González, Federico D'Elía y Esteban Meloni. El estreno se concretará en el teatro Apolo.

"Daniel [Grinbank] es un hombre muy inquieto y trae materiales muy fuertes, muy excitantes", comenta Tolcachir, y así explica su interés por este trabajo, que le posibilita un nuevo posicionamiento dentro de un circuito teatral que, hasta la puesta de Agosto, parecía resultarle ajeno. "No tengo ninguna intención particular de dirigir en el circuito comercial, no es mi deseo, mi ambición. Me gusta el teatro en todas sus formas y siempre busco hacer algo que me alimente. Si no aparecieran proyectos interesantes para trabajar y con gente interesante, tampoco le encontraría sentido al hecho de estar en el teatro", dice el creador, que está a punto de inaugurar su nuevo espacio teatral alternativo en el barrio de Boedo.

Aquella emoción que le produjo la lectura de Todos eran mis hijos cuando era muy joven hoy se transforma. El director observa ese texto desde su experiencia personal y profesional y descubre una multiplicidad de planos que refieren cuestiones de nuestra actualidad argentina. "Es una estructura perfecta -comenta-, con un notable cuidado en la colocación de elementos, de datos, en cuanto a la dimensión de los personajes. El juego de emociones y tensiones que sufre el espectador es alucinante. Es una montaña rusa real, de angustia, de susto, de humor. Y hasta como autor descubro que es un material bárbaro. Yo me declaro siempre en estado de aprendizaje y esta experiencia me da la posibilidad de un crecimiento muy atractivo."

Arthur Miller trabaja en este texto un tema que lo obsesiona: la responsabilidad social. Hace foco en el padre de una familia que durante la guerra ha hecho negocio vendiendo materiales defectuosos con los que se han construido aviones. Su acto irresponsable le ha posibilitado ganar dinero, pero, a la vez, ha provocado la muerte de muchos soldados. Su hijo, que regresa del frente, lo enfrenta con su mentira. Un fuerte debate queda abierto. Los planos en juego: la moral utilitarista y la moral cristiana.

"Nosotros estamos acostumbrados a mentir, nuestra generación, estos chicos no." La frase pertenece al texto original y es Ana María Picchio quien la rescata y la acerca para reflexionar sobre un mundo familiar que debe recrear en escena. "Mi personaje - cuenta la actriz- es el de una madre abnegada. Vive convencida de que uno de sus hijos está desaparecido y va a regresar. Mientras tanto, vive siguiendo al pie de la letra los designios de su marido. En aquellos tiempos las mujeres no tenían mucho espacio, se apoyaba al marido y se lo seguía. Aun así ella crece mucho, aprende que no se puede mentir, que hay que decir la verdad porque la verdad genera tranquilidad, aunque sea terrible."

La intérprete llegó al proyecto tardíamente. Su rol iba a ser interpretado por Leonor Manso, pero ella decidió alejarse luego de la muerte de su hijo. "Cuando me propusieron encarar a esta madre sentí un gran susto porque se trata de una obra mayor, de tres actos. Miller, además, no es sólo un autor teatral, es un estudioso, es un representante muy valioso de toda un a época del teatro contemporáneo."

El mismo autor que un actor como Lito Cruz conoce profundamente, porque formó parte de un movimiento independiente que en su momento comenzó a acercar estas voces del teatro norteamericano a las salas de Buenos Aires. "Cuando esta obra apareció, lo hizo como un emergente de lo que sucedía en los Estados Unidos en aquel momento. Ese movimiento teatral fue impresionante y se relaciona mucho con nuestro teatro independiente después. Es más: fomentó entre nosotros esa necesidad de que el teatro debía tener una función social que cumplir."

En este presente el actor encuentra algunos puntos de contacto con la realidad que lo movilizan a la hora de la creación. "En la obra se habla del hijo desaparecido, del hijo muerto, y eso resuena en nuestra sociedad con fuerza -explica-. También aparece una cuestión que me impresiona mucho: ¿cómo uno mide las consecuencias de sus actos? Las consecuencias de las acciones humanas son el gran tema de la pieza. Y, finalmente, aparece otro gran tema: Miller es un hombre formado en las ideas del realismo socialista. Es un hombre que renunció a denunciar gente frente al macarthismo pero en la obra asoma un elemento interesante. Cuando se agota el racionalismo aparece el tema de Dios y la madre dice: «Dios no va a permitir que un hijo muera». Y Dios se equivoca. Todos esos elementos: lo social, lo político, lo humano y hasta lo metafísico, se ponen en juego aquí y es muy atractivo para nosotros como actores y también para el público, porque está muy bien que la gente escuche estos textos hoy."

El teatro comercial en Buenos Aires está retomando una dramaturgia realista como hacía tiempo no sucedía. El interés por entretener se mantiene intacto, pero parece abrirse un tiempo de proponer también una severa reflexión con autores, personajes y temas que, en otro momento de la historia, supieron ser vanguardia en esas cuestiones.

PARA AGENDAR

  • Todos eran mis hijos , de Arthur Miller. Dir.: Claudio Tolcachir.

  • Apolo , Corrientes 1372. Desde el domingo 9, los miércoles y jueves, a las 20.30; viernes y sábados, a las 21, y domingos, a las 20.

Fuente: La Nación

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