La actriz argentina y la organista uruguaya decidieron ver qué más tenían en común aparte del nombre. Y decidieron juntarse en un espectáculo de música y poesía que estrenaron en Montevideo y harán en Buenos Aires. La historia de un vínculo que acortó la distancia rioplatense.
Por: Silvina Lamazares
Fuente: Montevideo. Enviada especial
A contramano de las teorías sociales, un buen vínculo también puede construirse a partir de una confusión. O al menos ellas pudieron. La punta de este curioso ovillo vincular asomó el día en que, a cuento de un concierto que tenía que dar en Letonia, Cristina Banegas descubrió que en el programa de mano, junto a su biografía, no estaba su foto, sino la de... Cristina Banegas. Y entonces, en vez de leer aquello como un grave error, lo resignificó como una señal. Y se lanzó al operativo de tratar de encontrar a la mujer que se llamaba igual, que no era rubia como ella y que figuraba en las páginas de Internet como una artista sudamericana. La organista uruguaya sabía que tenía una homónima del otro lado del río, pero no sabía que uno de estos días iban a montar un espectáculo juntas, mucho menos que las ligaban más cosas que las que suponía.
A la hora de la siesta, en el restaurante del emblemático Teatro Solís de Montevideo, donde esa noche presentarían Cántico espiritual –un cuidado hilván de música y poesía, producido por la Universidad Nacional de San Martín (ver Un viaje por...)-, las dos Cristina Banegas desandan, entre ánecdotas y pinceladas emotivas, el camino que las llevó a estar pisando ahora la misma baldosa.
"Mi padre vivió dos años aquí, en Montevideo, antes de irse a España. Y como productor de televisión que era, alguna vez se cruzó con la mamá de ella en un estudio de TV", cuenta la argentina de esta historia de supuestas casualidades. Aquel primer encuentro de las 'dos familias', representado en la charla entre Oscar Banegas y Olga Banegas –fundadora del Ballet del Sodre-, sembró la duda sobre un posible parentesco que el tiempo aún no pudo descubrir: "Cuenta mi mamá que, al verse, quedaron impactados y ella le dijo 'Yo tengo un hermano igualito a usted' y él le dijo 'Y yo tengo una hermana igualita a usted'. Eso siempre me quedó dando vueltas, siempre tuve ese sabor, pero nunca se me había dado por investigar si ellos y nosotros teníamos los mismos antepasados", señala la directora y creadora del Festival Internacional de Organo del Uruguay desde 1987, entre otros títulos que sostienen su trayectoria.
Amparada en su don para contar cuentos, con una amplia paleta de tonos y gestos, la argentina regala que "ella se llama Cristina García Banegas y yo soy Cristina Graciela Banegas. O sea que también tenemos la G en el medio como yapa".
A pocas horas del estreno –fue el miércoles y la semana que viene estarán en Buenos Aires-, tras un almuerzo que combinó un sabroso pescado con puré de coliflor, se las ve distendidas en una relación que, si los caprichos del destino lo hubieran permitido, tranquilamente podrían haber establecido aunque no se llamaran del mismo modo. Y la química se enciende en escena, con una de ellas abocada a sus órganos –uno tan precioso como antiguo, uno moderno y un tercero mínimo, reciente adquisición boliviana- y la otra, entregada a la poesía mística de San Juan de la Cruz.
"Siempre viajé mucho a Buenos Aires, primero como alumna y luego a dar conciertos, muchos con grupos de música antigua, y siempre veía anunciada a Cristina Banegas en algo y no era yo, precisamente. Es más, una vez me dijeron 'Ey, me enteré que estuviste almorzando con Mirtha Legrand'. Y no, no era yo, era ella. Así hasta que hace cuatro años, en Letonia, leí aquel error de la foto como una necesidad de acercamiento. Y determiné que la tenía que conocer sí o sí", pinta el cuadro por cuadro la uruguaya. Y condimenta el relato: "Hace dos años, un febrero, fui a grabar a la Argentina con el grupo La Capilla del Sol y empecé a preguntar si tenían sus contactos. Me consiguieron su número telefónico, pero ella estaba en Uruguay, ¿podés creerlo? Finalmente, unos días después logramos hablar, le hago todo el cuento de la foto del currículum, hablamos de nuestros padres y me dice que acaba de volver de su veraneo en Solís, curiosamente el balneario uruguayo al que voy siempre con mi madre. Todo era increíble y faltaba algo más. Antes de cortar le digo 'Este momento es glorioso y cae como gran regalo, porque hoy en mi cumpleaños'. Silencio y luego escucho que ella dice 'No te puedo creer, ayer fue el mío'. Y nos prometimos un encuentro".
Primero fue en Buenos Aires, "charlamos mucho, la vi en escena, comprobé su tremendo talento, después viajó ella a verme, a presenciar mis conciertos de órgano y nos fuimos haciendo amigas", comenta la rubia. Morocha con alma de tango, su homónima entiende que "entre lo mucho que tenemos en común, está el hecho de que además de ser artistas, somos muy luchadoras en el arte, con emprendimientos personales que nos llevan mucho esfuerzo y mucha pasión. Y un día pusimos la semillita de este proyecto, que creció bonita, ¿o no?"
Lo que la Banegas de este lado del río –en caso de que el lector esté en la Argentina- señala como 'semillita' fue su criterio "de buscar un texto acorde a lo que ella hace, me pareció que correspondía. Cristina toca música barroca y, para mí, la poesía de San Juan de la Cruz es un tesoro extraordinario que ansiaba hacer mucho tiempo. La había escuchado a María Casares –legendaria actriz española- en una grabación que tengo guardada haciendo el Cántico espiritual y dije 'Vamos con eso, es ahora o nunca', luego apareció la producción de la Universidad y aquí estamos".
El "aquí estamos" podría ser Montevideo, podrá ser Buenos Aires la semana que viene, podrán ser las distintas escalas de la gira. O puede ser este mano a mano rioplatense, matizado por las coincidencias y el cariño, con el que quedó demostrado, una vez más, que las distancias suelen ser antojadizas. Y las casualidades, poco casuales.
Fuente: Clarín
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