Carlos Cajade fue un sacerdote platense cuya obra y vocación solidaria ayudaron a tejer el futuro de muchos chicos carenciados. Fundó el “Hogar de la Madre tres Veces Admirable”, lugar donde se les da techo, educación y alimento a los chicos de la calle o a quienes sufren el maltrato de sus familiares. También creó una imprenta e inició diversos emprendimientos productivos que sirven de nexo para la educación, la capacitación laboral y la autosustentación de las diferentes iniciativas solidarias.
Nacido en el 2 de mayo de 1950 en la ciudad vecina de Ensenada. Su padre fue trabajador del frigorífico Swift y falleció cuando Carlos tenía sólo 9 años. Al cumplir los 15, el futuro sacerdote comenzó a trabajar en el histórico matadero Berissense.
La muerte de su progenitor hizo que prontamente Carlos y sus cinco hermanos tuvieran que salir a trabajar. Luego de realizar algunas tareas de reparación y bobinas en su casa, emprendió su etapa como trabajador del Swift. Allí empezó en la sección en la que se fabricaban envases.
Según dijo el mismo Cajade, en una entrevista televisiva compilada por Carlos Gassman, “ahí comencé a conocer mejor lo que era el ser humano. Creo que mucho de lo que llegué a ser después se lo debo a esa desgracia, que fue una gracia, de haber tenido que ir a trabajar muy jovencito y entrar en contacto con los obreros y con gente con mucha experiencia de vida. Fue decisivo porque pasó justo en momentos en los que se estaba formando mi personalidad”.
“Fue muy importante haber pasado por Swift y también cuando me enviaron como párroco a Berisso, donde con el tiempo regresé, pero ya ordenado sacerdote. Y fue muy significativo para mí, en mi formación como cura, que me haya tocado desenvolverme en medio de una población tan particular como la de Berisso. Ahí puede hablar con gente que había conocido a mi papá y fui recogiendo testimonios. Todo lo que me comentaron fue muy lindo”, manifestó el cura.
Marcado fuertemente por la vida y la personalidad de su padre, Cajade heredó dos pasiones que tenía su viejo: el fútbol y la música. Con respecto a la primera, el recordado cura era un confeso hincha de Cambaceres, club del cual su padre había sido arquero.
Por otro parte, su progenitor también había sido músico y tocaba el bandoneón. Fue a partir de esta influencia que Cajade se decidió por estudiar guitarra, pero debió dejar de concurrir al profesor porque insumía mucho dinero de la economía familiar, luego de la ausencia de su padre. A pesar de la interrupción de su formación musical, Cajade nunca dejó el instrumento y terminó aprendiendo en la calle, al igual que muchas otras cosas de su vida.
La iluminación
En cuanto a formación como sacerdote el mismo Cajade contó en la citada entrevista televisiva que “un día estaba en una misa en la parroquia San Miguel Arcángel y de golpe sentí una emoción muy fuerte. No sé por qué razón, pero en esa misa tuve una sensación muy fuerte de que yo tenía que estar en el lugar de ese sacerdote. Fue una sensación que nunca pude expresar con palabras. Porque no hay palabras para expresar eso. Fue una emoción, una alegría que me brotaba desde adentro, algo hermoso que casi no podía creer. Durante una semana me la pasé llorando de emoción y de alegría”. Corrían los ‘70 en nuestro país, y luego de terminar el servicio militar, Cajade se ordenaría como sacerdote.
En un primer momento resultó difícil la adaptación al nuevo grupo de conocimiento que impartía el seminario. Cajade venía de una formación como técnico en el secundario y debió contemporizar con conocimientos de teológica y filosofía tomista que -de alguna manera- chocaron con sus conocimientos como trabajador del Swift y su bagaje ligado a la técnica. Pese a la férrea formación seminarista, Cajade lograba hacerse un tiempo para desarrollar su principal vocación: la solidaridad.
“Yo me escapaba. A mis viejos profesores de entonces no los voy a engañar a esta altura del partido. A través de un jabón obteníamos el molde y hacíamos copias de la llave para escaparnos por la puerta de atrás. Yo me escapé mucho del seminario. Pero nunca me escapé para irme a pasear. Me escapaba siempre a las parroquias, a trabajar en los barrios, para una tarea pastoral, por una situación social, por una necesidad de catequesis, por cualquier cosa que me preocupara que estuviese ocurriendo en los barrios”, relató.
A lo largo de su vida el padre Cajade desarrolló su actividad de sacerdote durante 26 años en la Arquidiócesis de la Plata y su último destino fue ser párroco de la parroquia de la Santa Cruz, ubicada en el Barrio Aeropuerto, en la zona Sur de esta ciudad. También fue secretario de los Derechos Humanos en la Central de los Trabajadores Argentinos en la provincia de Buenos Aires y cofundador del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, y fue integrante de la Comisión Provincial por la Memoria.
El 12 de septiembre de 2005 le fue detectado un tumor, que finalmente terminaría con su vida el 22 de octubre del mismo año, cuando sólo tenía 55 años.
Su legado continúa en todos los emprendimientos que él mismo ayudó a crear y hoy siguen generando solidaridad, conciencia y amor para que “en nuestra región nunca más un niño llore injustamente”, como el mismo Cajade dijera en la revista La Pulseada, que pertenece a su obra sacerdotal.
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