jueves, 7 de mayo de 2009

Humberto Tortonese: "En el teatro lo principal es el juego"

Hace "El beso de la Mujer Araña", de Manuel Puig, en el Teatro El Cubo. Y dice que sufre hasta el estreno, pero que después es una liberación total. También habla de su trabajo en "RSM", en TV", y en "Tarde negra", en radio.

Por: Juan José Santillán

Con El beso de la Mujer Araña, de Manuel Puig, Humberto Tortonese retoma un espacio con el que mantiene una relación intensa. "Con el teatro tengo una relación amor-odio. Es fantástico por un lado, pero lo sufro tremendamente hasta que no estreno -dice-. Cuando comencé era distinto, porque agarraba un texto, una música y lo ponía. Pero tampoco hacíamos cualquier cosa. Con Batato (Barea), cada uno era responsable de lo que tenía que hacer. Pero no había ensayos. Todo era más vertiginoso."

Sin embargo, Tortonese habla tranquilo de la obra que acaba de estrenar junto a Martín Urbaneja, con dirección de Rubén Schumacher. Lo peor -"los ensayos"- ya pasó. "Costó un poco. Temía que se volviera solemne y eso me aterra." De pronto, Tortonese irrumpe con Uruguay, lo más cerca a su paraíso. "Estaba en Punta del Este de vacaciones y tuve que venir en febrero para ensayar. ¿Uruguay? Me gusta mucho. Me iría a vivir allá. Es más tranquilo, muy lindo y hay chongos bárbaros ¿Qué más quiero?", dice.

En La voz humana, lo último que hizo Tortonese en teatro, en el 2006, el actor tomaba licencias sobre el texto de Cocteau: la mujer que esperaba una llamaba era abandonada por su esposo -un renombrado juez- que la dejaba por un hombre, no por una mujer. "En La voz...

¿Te sirve tener un trabajo con más restricciones o preferís trabajar como en "La voz..."?

Son dos cosas distintas. Lo agarré como proyecto por eso: iban a dirigirme. El teatro tiene una cosa que es disfrutar, olvidarse y contar ese cuento. Creo que Molina, mi personaje, cuenta esas películas y las disfruta mucho.

¿Qué te interesó puntualmente de esta obra?

Los personajes son lindos, por más que mucha gente diga que quedan antiguos, porque es una obra que tiene un tema que puede vincularse a los años setenta. Lo veo más como una relación entre dos seres que se encuentran y que tal vez fuera de la cárcel, no se hubiesen encontrado.

¿Cómo pensás ese vínculo desde tu personaje?

Molina es un pobre tipo, es una loca, un homosexual que no entró a la cárcel por corrupción de menores, sino que, pienso, entró porque se acostó con uno que en lugar de 18 tenía 17 y la madre lo denunció. Molina vive al lado de su madre, con una vida de soñador y con las películas se escapa del mundo. En esa parte soñadora tiene algo de mí. Me gusta contar un texto. Eso lo hacíamos en las poesías con Urdapilleta y Batato en el Parakultural. Esto es lo mismo. Me gusta la locura de Puig, hubiese sido su amigo, como de Cocteau. Me parecen seres fabulosos y divertidos.

Mientras ensayabas "El beso..." trabajabas en la radio y en la tele. ¿Te costó concentrarte en el teatro?

En un momento, ensayaba, iba a la radio, después a la tele. Además, grababa los sketches. Pasé por cosas muy distintas y no podía concentrarme en algo definido. Ahora que estrené es una liberación total.

Luego de los ochenta, ¿hubo trabajos en teatro que te marcaron una forma diferente de encarar una obra? Pienso, por ejemplo, en tu trabajo con Alberto Ure.

Sí, con él hicimos En familia, en el Cervantes y Don Juan, en el Alvear. Pero creo que todo el teatro en el comienzo de mi vida fue importante. Los ensayos de Ure eran enloquecedores, hacíamos cosas que nada tenían que ver con la obra. Tengo buenos recuerdos de eso. En Don Juan cuando pensaba que el texto era muy largo, le pedía que lo cortara. Y Ure lo hacía. Había una conexión con él, por ahí uno decía hoy no ensayemos y nos íbamos a tomar algo y nos emborrachábamos. Era la tranquilidad de evitar tomarse tan en serio las cosas, porque en el teatro lo principal es el juego.

¿Ves que el teatro perdió ese sentido de libertad que tenía en los ochenta?

Hay de todo un poco, pero la verdad es que no veo mucho, cuando puedo quedarme en casa prefiero no salir. Fui a ver a Martín Urbaneja en Las descentradas, porque trabajo con él y no tenía ni idea de cómo laburaba.

Contabas que te agarraba fobia después de tu primera exposición con Gasalla. Que también te quedabas en tu casa. ¿Fue tan así?

Sí, después de la muerte de Batato, Gasalla nos llamó con Urdapilleta para trabajar en sketches. Y fue genial, porque eran cosas que ya teníamos preparadas. Pero yo pasaba de estar tranquilo, ir a un lugar, emborracharte, levantarte a alguien, a un reconocimiento tremendo en la calle. Era muy pesado. De golpe todo el mundo veía cómo comía. Si no estás preparado, al principio te agarra un ataque de quedarte encerrado en casa. Yo pedía todo por teléfono. Eso fue en el 92 y pasó. Pero te vas acostumbrando a que te miren y te reconozcan bien o mal. La tele es una cosa masiva y después traés esa gente al teatro. Es un círculo.

Después del 92, con otra popularidad, seguiste con Alejandro Urdapilleta.

Sí, hicimos Carne de chancha. Era como volver cada tanto, no al under, sino a las raíces de uno. Después de eso vino Susana Giménez. Y todo se desbordó.

De ahí salió tu personaje, la diputada Gasconcha. ¿Cómo recordás el primer encuentro con Susana?

Sí, me llaman para que haga algo, pero yo no era como Peña, que hace personajes. Un día en una borrachera con mi amigo Julio Salinas, hablamos de una diputada que ponía en una bolsita su traje de puta y se iba al Congreso. Se lo propuse al productor y me dijo que haga cinco minutos con ella en el estudio. El primer vestuario de Gasconcha era bastante heavy. Y pasó. Susana estaba un poco nerviosa, pero si me llamaban tenían que dejarme hacer los que quería. Después, Carlos Barragán, que trabajaba conmigo en la radio, me ayudó a escribir los textos. Yo no tenía ni computadora y él me bajaba las ideas a tierra. En el programa decía lo que se me cantaba.

Hablabas de Peña, de sus personajes. ¿Te interesa su trabajo en teatro?

¿Sabes que no vi nada? Sabía que eran larguísimas sus obras y preferí no ir. Me parece un tipo con talento. Pero era grandioso cuando no lo conocía nadie. Cuando empezó a ser solamente él... ¿viste que hay gente que su ego lo supera? Entonces, él habla...y habla. Igual es muy interesante, porque es inteligente. Pero una persona con tanto ego tampoco puede estar en la sombra. Tenés que ser mucho más humilde para eso.

¿Vos cómo manejás el ego?

Al contrario. Hago mis fiestas y mi vida aparte. Los medios siempre fueron trabajo y exposición. Y no me cuesta si la paso bien. Hay gente que le cuesta mucho ir a un canal. Yo, si estoy cómodo en lo que hago, saco lo mejor de mí.

¿Te pasa eso en "RSM"?

Fue distinto. Después de Gasalla y de Juan Castro, que me ofreció hacer la muerte y no funcionó, me costó agarrar algo en televisión que atraiga. Llegó esta propuesta, pero no quería hacer televisión sólo por hacerla. Empecé con Pasando revistas, algo que hacíamos en la radio con Vernaci.

¿Tuviste alguna réplica violenta de alguien que mencionaste en el programa?

Tampoco es taaantaa crítica, porque alguien que se expone así, con el culo al aire y diciendo esas boludeces en una revista tampoco tiene que tener presente lo que el otro dice, ¿no? Pero el desborde me encanta. Nunca digo, uy se me fue la mano. Al contrario. En una revista dije un montón de cosas y tuve un juicio de Polino. Una cosa ridícula que te hace perder tiempo.


Fuente: Clarín

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