Por Carlos Pacheco
Para LA NACION
El escenario de la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín está en penumbras; un grupo de técnicos, guiados por el escenógrafo e iluminador Tito Egurza, controla de cerca el montaje de Marat-Sade , la pieza de Peter Weiss que, con la dirección de Villanueva Cosse, está por comenzar una de sus pasadas generales.
Todo parecería estar dispuesto para ello, pero Villanueva marca entradas y salidas, modifica acciones de algunos actores, repasa una escena una y otra vez con un grupo de ellos. La escenografía es contundente. El hospicio de Charenton, donde tendrá lugar la representación, inquieta de sólo verlo. De inmediato aparecerán los locos internados en el lugar y el clima adquirirá mayor densidad. Marat-Sade comienza y es como si la historia se viniera encima. Ese contrapunto agresivo, por momentos; doloroso, por otros, entre el Marqués de Sade y Jean Paul Marat, se torna conmovedor por los valores tan opuestos que expresan. Charlotte Cordey pivotea entre ellos, está loca, desgarrada, pero tiene una última misión y la cumple.
¿Por qué esa sensación de agresividad y dolor? Porque han pasado tres décadas muy significativas desde el estreno de la pieza (1964) y esos textos resuenan de una manera llamativa hoy. Weiss buscaba exponer en escena las contradicciones de su tiempo y ese pasado parece ser muy provocador en este presente.
Dos generaciones se encuentran ahora en escena. Algunos de los intérpretes y el director vivieron de cerca aquellos acontecimientos revolucionarios que signaron la década del 60. Los más jóvenes, la mayoría, se encuentran con esta pieza de Peter Weiss, tan emblemática por cierto, y reconocen cuánto desconocen una parte de la historia casi fundamental para sus mayores.
"Leí la pieza varias veces, cuenta Malena Solda, quien encarna a Charlotte Cordey. Vi la película de Peter Brook y después me senté con Villanueva Cosse para preguntarle de qué estaban hablando, verdaderamente, estos personajes. No entendía el texto en profundidad. Vengo de una generación que políticamente es una tristeza, por desgracia. Tengo la suerte de tener esta profesión y entonces a cada personaje lo tomo como una excusa para interiorizarme, para aprender. Villa me explicó todo, hasta con ejemplos muy concretos, y se me abrió un mundo. Esta obra es una oportunidad para poder pensar y reflexionar acerca de lo que eran las ideologías en aquel momento, en los años 60, y en la Revolución Francesa también, el principio de todo. Me resulta interesante, me intriga; cotidianamente no tengo el hábito de leer, más allá de los diarios. Este texto es como una ventana al pasado que, a la vez, me hace dar cuenta de cuánto vacío hay en mi generación. Nos falta formación para entender algunos temas pero espero que el espectáculo genere cierto interés para que los de mi edad empiecen a investigar o a preguntarse acerca de los principios de un hombre como Marat, por ejemplo".
Villanueva Cosse es un creador con una fuerte formación teatral, surgido en el seno del teatro independiente uruguayo donde no se temía a las ideologías, por el contrario. Aún así aceptar poner en este momento Marat-Sade le generó cierta inquietud. "Es que me sentí enfrentado a un texto que me remitía indudablemente al teatro de los años 60, con una temática basada en lo ideológico, más que lo político. Si montás un Shakespeare, como es un clásico, siempre vas a encontrar unas metáforas que resuenan con fuerza en la realidad. Pero acá era distinto. Me detuve unos días, estaba desorientado. Tenía miedo de enfrentar el tema en este momento, cuando la gente te dice cosas como «salí de la ideología y metete en el mundo ideal». Para los veteranos que tenemos contacto con la política, en el sentido más amplio, eso es terrible. Y ver a los jóvenes en una cerrazón muy marcada, donde trabajan para salvar la ropa, los ideales y los gestos políticos no existen, no ingresan al mundo con la vocación y las ansias que teníamos nosotros".
Llegar a estas conclusiones fue determinante para el director. "Me animé a enfrentar las cosas", dice con gran seguridad. Y hasta ha encontrado que, por oposición, ciertas metáforas funcionan muy bien en este 2009. La locura, por ejemplo, no asoma aquí como una enfermedad sino como una consecuencia. "Es un tema peleagudo. No quería locos decorativos. La locura es la madre de las pasiones, exacerba los sentimientos. La obra está representada por locos, tal vez nos puedan parecer patéticos, pero es un ojo externo y seguramente tendrá piedad, tanta como cuando miramos las guerras, la hambruna y la locura del mundo actual".
Villanueva Cosse cuenta que, en más de una oportunidad, detuvo los ensayos para conversar con los jóvenes y hablarles de las ideologías de Marat y de Sade. Él dice que se sentía hablándole a los nietos. "Con un hijo ,comenta, la sensación es distinta porque cuando él sale de la primaria y te pregunta qué es la izquierda, te disgustas un poco, sentís que algo no le trasmitiste y decís: «cómo puede ser que sea tan tonto mi hijo». Con el nieto es diferente: qué pasó, qué hicimos para que no supiera eso. Y tuve que meterme en tema, hablar de la Revolución Francesa y de los principios de igualdad, fraternidad y libertad y explicar que en los discursos de Marat aparece el germen del socialismo, entre tantas otras cosas". El elenco de Marat-Sade está integrado, además de Solda y Lorenzo Quinteros, por Agustín Rittano, Pablo Navarro, Santiago Ríos, Luis Longhi, Edward Nutkiewicz, Iván Moschner, David Di Nápoli, Julián Pucheta, Sol Fernández López, Daniela Catz, Montenegro, Pablo Rinaldi, Gastón Courtade, Marcelo Fiorentino, Irene Goldzer, Paula Ransemberg, Gabriela González López, Gabriel Maresca, Javier Medina Pérez, Iride Mockert, Carla Pantanali Sandrini, Lucía Rosso, Félix Tornquist y Pablo Vascello.
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