Gran trabajo de un elenco bien dirigido
Nuestra opinión: muy buena
El ambiente es sumamente sombrío. Tres seres en una pequeña habitación. Chiquito, el padre; Cascarita, el hijo y la Enfermera cruzan miradas y defienden terrenos por momentos inexplicables. Cascarita busca reconocer su historia, la de un chico que, siendo bebe, fue abandonado en la puerta de la casa de ese hombre y esa mujer que le han dado cobijo. Lo han formado ocultando su verdadera identidad y hoy, él comienza a preguntar, a reconstruir parte de su mundo, a encontrar respuestas a algunas preguntas y a definir, más plenamente, algunas situaciones vividas que lo habían consternado.
El texto de Luis Cano, plagado de imágenes poéticas, muy escueto y preciso en cada parlamento, encuentra en la directora Analía Fedra García a una excelente intérprete. Ella descubre el verdadero valor de cada palabra y lo traslada al cuerpo de sus actores con una profunda seguridad. Ellos - José Márquez, Elida Schinocca y Martín Urbaneja- parecen dejarse llevar por esas imágenes que llegan del pasado, sus cuerpos las realimentan y las lanzan sobre el espacio escénico con una marcada violencia que jamás llegará a desestabilizarlos por completo. Por el contrario, una extrema necesidad de ejercitar esa violencia los descubre, una y otra vez, tras una dolorosa máscara que, cuando finalmente cae, demuestra que entre la verdad y la mentira parecería no haber distancia. Cada uno ha vivido, vive y seguirá viviendo en la convicción de que el otro no es tal; y si lo es, está tan dañado que el presente no podrá ayudarlo a recomponerse.
El espectáculo es sumamente conmovedor. La intimidad en la que se desarrollan esas actuaciones es muy provocadora, también, porque los actores develan los rasgos de esos personajes con exacta minuciosidad hasta convertirlos en verdaderas bestias que pelean, convencidas de que la historia les ha jugado una mala pasada.
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