TEATRO › VILLANUEVA COSSE Y UNA PUESTA DE MARAT/SADE EN EL SAN MARTIN
El director concibió un montaje de teatro dentro del teatro que evoca los últimos momentos de Jean-Paul Marat, asesinado en su bañera. “Me ocupé de que su discurso fuera coherente, a pesar de que en la obra lo interpreta un internado”, dice.
¿Cómo poner en escena una obra que su autor imaginó en un loquero a la manera de teatro dentro del teatro? ¿Qué destacar de una creación semejante? Villanueva Cosse optó por “complementar” la línea ideológica que el autor Peter Weiss imprimió a los protagónicos de Marat/Sade, título abreviado de Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, representados por el grupo de actores del Hospicio de Charenton bajo la dirección del señor De Sade. La decisión se basa en que el texto suena “tartamudeado” (o seudobloqueado) en las cinco versiones que analizó para su puesta en la Sala Martín Coronado del TSM. Cosse está entre los directores que toman sus recaudos respecto de las traducciones. “No me hubiera adelantado a la época del revolucionario Marat, que es premarxista si lo comparo con el pensamiento de la izquierda, pero sí me ocupé de que su discurso fuera coherente, a pesar de que en la obra lo interpreta un internado.” El subrayado de las incoherencias le hubiese dado un tono realista que al director no le interesa porque, finalmente, el pensamiento de Marat parte de la visión de un Sade condenado a pasar su vejez entre dementes.
El hecho de tratarse de teatro dentro del teatro queda claro cuando el director del Hospicio comunica a un grupo de invitados que fue el señor De Sade quien escribió una obra para disfrute de los presentes, y contribuir así a la rehabilitación de los enfermos. El propósito es evocar los últimos momentos de Jean-Paul Marat, asesinado en su bañera por Charlotte Corday (joven de la alta sociedad rural interpretada por una paciente que sufre de letargia). Un relator se encarga de ubicar la acción en una fecha precisa, el 13 de julio de 1808, para recordar igual día y mes, pero de 1793, cuando el revolucionario fue asesinado. De modo que el diálogo entre Marat y el señor De Sade es el discurso de un personaje que confiesa sus contradicciones, según resume Villanueva, actor y director uruguayo con tempranos estudios de pantomima y Commedia dell’Arte. Este artista que en Uruguay conformó el equipo del mítico El Galpón, realizó innumerables trabajos en Argentina, donde se estableció en los ‘70. Respecto de Marat/Sade observa que Weiss no se refiere sólo a la Revolución Francesa sino también a otras convulsiones de la historia, pero sin explicitarlas. En cuanto a la mecánica del pensamiento de Sade, aquí un personaje contrapuesto a Marat, opina que tiene puntos de contacto con el diálogo interior que practica una persona “que juega al ajedrez consigo misma”.
–¿Qué otro aspecto cuidó referido al estilo?
–Los parlamentos dichos en prosa o en verso. Marat y Sade hablan siempre en prosa y los cantantes utilizan el verso. Encontré versiones que mezclaban once y catorce sílabas. ¡Un desastre! Decidí que el texto debía mantener un ritmo atractivo, acorde a lo que se dice. Utilizar la estrofa lira cuando se necesitaba que fuera ondulante, y otras métricas cuando se busca un ritmo más popular o más ágil. Me llevó meses encontrarle un ritmo fluido a las canciones. No se me ocurriría utilizar che o vos en Shakespeare, incluso trato de evitar el tú, porque nos aleja del público.
–¿Dónde se evidencia la enfermedad?
–En lo que provocan estos personajes. En general se considera a Sade como el gran enfermo porque ejerce una ruptura sobre las cuestiones de la moral. En sus escritos no ahorra crueldades, y él mismo se pone como una contradicción viviente.
–Es también un acto de soberbia...
–Totalmente. Sade tiene la soberbia del que cree en lo que dice y por eso quiere que se lo escuche y se lo siga. Estoy hablando de cuestiones sociales y políticas. Están las otras, las sexuales, pero no en esta obra, donde se evita cualquier interpretación desde la psicología. Esta es de alguna manera una forma primaria de empezar a entender la locura.
–¿Qué pasa entonces con los que se muestran tajantes pero mienten?
–Esos no interesan aquí, son subproductos. A Sade se lo reconoce por decir lo que otros no se animan, por ser un “estremecedor” de las convenciones. Un personaje que se atrevió a decir que Cristo era un malhechor, un farsante..., y dar instrucciones de cómo educar para el libertinaje. Los escándalos sobre abusos sexuales que aparecen hoy como excepciones, los proponía como algo natural. Dice incluso que cuando llega a una conclusión ya está pensando cómo destruirla, porque quedarse en ella sería morir. De la misma manera que Marat afirma que la revolución será permanente o no será, Sade propone la contradicción permanente.
–Dos personajes que a su manera eligen la destrucción. ¿Eso es locura?
–La locura se ve en el hecho de que todos mis locos no son de “decorado” sino que se hacen cargo de las acciones: son el pueblo de París, los que observan las ejecuciones y gritan, y los que asaltan al público invitado, porque es a ese público al que miran y no al que está en la platea.
–¿Que toma el lugar del que espía?
–Claro. El asalto a la tribuna se da cuando un fanático, Jacques Roux (ex cura partidario de Marat), dice a quienes representan al pueblo que luchen por sus derechos, que tomen lo que necesitan porque ellos sólo les sirven a los poderosos para hacer el trabajo sucio y que cuando llegue la edad de oro los premiarán, a lo sumo, dejándolos seguir haciendo lo mismo: degollar, asaltar y expulsar mientras ellos acaparan.
–¿Lo de siempre?
–Marat lo sabe, y dice que se pudo derribar a viejos tiranos pero ya están subiendo otros, y que esto no obliga a abandonar la revolución.
–¿Por qué lo contrario es aceptar el fracaso?
–En la línea ideológica de este Marat lo peor es “la no lucha”, porque la lucha, aunque equivocada, es vital. A propósito de esta obra Susan Sontag escribió que la idea genial de Weiss fue ubicar el examen de un proceso revolucionario en un lugar de locos. El mundo está loco y lo ha estado siempre.
–Queda elegir...
–¿Existe el libre albedrío? En general uno no elige, porque no puede o es elegido. Claro que hay personas que lo disimulan porque tienen tal potencia que aparecen como eligiendo, pero son pocas y muchas veces fracasan. Pensemos en algunos héroes, en San Martín, Belgrano, Moreno, Artigas... Son personajes trágicos; terminaron mal. De todas maneras se sigue planteando una aspiración a la equidad y la justicia, y –aunque lentamente– la humanidad avanza, aún en asuntos terribles. La tortura formaba parte de un sistema judicial. Ahora se la usa pero tratando de que no trascienda. La esclavitud era parte de un sistema económico, pero después de su abolición hubo que ocultarla.
–¿O sea que las reglas sociales sirven para instalar la hipocresía?
–Sí, pero la hipocresía se puede hacer pública y la mentira se puede denunciar. Cuando me convocaron para Marat/Sade pensé que me metería en un lío porque es una obra sesentista y hoy es común que digan “no ideologices el tema”, como si hacerlo fuera un defecto. Pensé también en las utopías de los militantes socialistas de los ‘60, y los de décadas anteriores. Imaginé cuánto habrán sufrido ante el derrumbe de la ideología socialista en el poder, pero también que tuvieron una vida más plena y abarcadora que la del pasotismo de esta época, y entonces me animé.Fuente: Página 12
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