Estuvo en la tele, fue dibujito animado y también llegó al teatro, pero llevaba diez años “descansando”. Ahora, La Flaca Escopeta vuelve para ayudar a solucionar los problemas de una orquesta que suena mal. Una excusa para que los chicos escuchen buena música clásica.
Por Sebastián Ackerman
Nacida en 1993 como una mixtura entre Olivia, la novia de Popeye, y Mary Poppins, la Flaca Escopeta entretuvo a los más chicos en televisión, también como dibujito animado, y teatro, pero en el 2000 se retiró a tomarse un descanso, que fue de diez años. Y hoy vuelve al ruedo con La Flaca Escopeta clásica, en la que ayuda a una orquesta que suena mal a solucionar sus problemas y que vuelva a ser lo que fue. “La Flaca se queja de que en vez de Flaca Escopeta se va a convertir en Fiaca Escopeta, porque hace mucho que no la llaman y, oh casualidad, Sergio Feferovich, director de una orquesta que suena mal, le pide que lo ayude”, cuenta Linda Peretz sobre el regreso de su personaje, y coincide con Feferovich, que sobre el escenario hace de sí mismo, en que el argumento “es en realidad una excusa para poder escuchar música clásica con los chicos”, que en general no tienen muchas chances de hacerlo y aquí pueden, en la obra que se presenta sábados, domingos y feriados a las 16 en el Teatro Liceo (Av. Rivadavia y Paraná).
Con una puesta en escena que incluye teatro negro, títeres, una Flaca Escopeta voladora y veintiún músicos en escena que interpretan fragmentos del Minué de Boccherini, la Marcha Radetzky de Strauss, la Obertura de Carmen de Bizet, la Quinta sinfonía de Beethoven y Sinfonía 40 de Mozart, entre otras, la obra se acerca a los conflictos con los que los chicos pueden sentirse identificados. “La orquesta que suena mal fue una excusa para que los chicos escuchen una orquesta en vivo, y toda la trama gira en torno de los conflictos que tiene esta orquesta”, dice Feferovich y asegura que esos conflictos se plantean como “cosas que les pueden ocurrir a los chicos: un músico se queda dormido, otro quiere seguir tocando cuando todos pararon, a otro le da hipo. No son conflictos existenciales, sino conflictos reales, y los chicos pueden decir ‘uy, a mí me pasó’”. Y apunta que “es muy interesante lo que ocurre cuando ven a los músicos con una actitud distinta a la que tienen cuando los ven en la tele, porque hoy hasta es raro que los vean en el teatro. Verlos en su doble rol de músicos y de actores los sorprende mucho”, destaca.
Estos problemas que se dan en la orquesta son conflictos que, aseguran a dúo, existen en la sociedad: hay egoísmo, individualismo, peleas, falta de solidaridad. Y Peretz encuentra una coincidencia entre el espíritu de la Flaca Escopeta y lo que genera la música: “Lo que los vincula es ese espíritu unificador, porque cuando vos escuchás un concierto, hay silencio, entrega, unión, estás con el espíritu metido en esa historia, te involucrás”, compara, y la entusiasma que los chicos vean este espectáculo porque “les abre mundos nuevos, como el de la música clásica. En otros países se piensa más en la cabeza de los chicos para este tipo de productos, y me pareció que con el personaje de la Flaca podemos aportar de alguna manera”, sostiene. Feferovich remarca que “no es la idea exclusiva, pero sí queremos brindarles la opción de ver algo distinto y que después digan si les gustó más o menos. Pero en general los chicos no piensan que es música clásica, escuchan música, ven a los instrumentistas y se divierten muchísimo. El prejuicio viene de los adultos. Y su cabeza se está preparando para eso”, analiza.
La novedad de la experiencia también fue para los músicos: tienen que “pifiar” en los momentos pautados. Por eso, para el director de la orquesta “los ensayos fueron muy divertidos, porque hubo que desestructurar a los músicos, con mucha actuación. El error, como es tan evidente, está pautado casi como si fuera una partitura”. Cuenta que “los errores fueron surgiendo de ellos. Héctor (Presa, director de la obra) se entrevistó con cada uno de los solistas, los hizo tocar cosas, les pedía que interpretaran como enojados, como tristes, sacando el material en esas entrevistas. Y de ahí sacó que el oboe tenga hipo, que el cello siguiera tocando solo porque está loco. El músico siente eso como propio”, señala. Y Peretz recuerda que se divirtieron mucho en los ensayos y que “obligatoriamente uno tiene que transmitirle al espectador esa alegría. Yo veo en la platea que el adulto que va con el chico, además de seguir el ritmo, colabora con el chico para que disfrute del tema musical. Y yo, como madre, me ubico en esa situación y pienso que haría lo mismo. Es una colaboración a la educación y al disfrute del pibe”, afirma.
Peretz estuvo este último tiempo haciendo su unipersonal No seré feliz pero tengo marido, y desde el año pasado Las chicas del calendario; sin embargo, quiso volver a revivir a la Flaca Escopeta porque “el personaje tiene las mismas características, se mantiene como estereotipo. Mi preocupación es a quién está dirigido: los chicos han cambiado en estos diecisiete años. Estoy orgullosa de estar haciendo esto. Es un desafío, una pelea: no quiero hacer otra cosa”, subraya, y Feferovich (que viene de hacer La vuelta al mundo en un violín) agrega que ésta es una pelea “contra rivales muy importantes. Es como poner Encuentro a las diez de la noche. Seguramente, tenga menos de un punto de rating comparado con otros programas, pero es algo. No sé qué porcentaje de toda la platea infantil va a venir al Teatro Liceo, pero para nosotros va a ser el ciento por ciento”, apuesta.
Fuente: Página 12
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