viernes, 7 de mayo de 2010

“Somos laburantes de lo que amamos”

TEATRO › EL DUO LOS MODERNOS Y SU ESPECTACULO FO, EL FILOSO

Los actores Pedro Paiva y Alejandro Orlando dan cuenta de un tipo de humor diferente, filtrado por juegos de palabras y reflexiones filosóficas. Aunque se burlan del intelectual arquetípico, subrayan: “El humor de por sí es inteligente porque implica una decodificación”.

El primer impacto es meramente visual: Pedro Paiva y Alejandro Orlando lucen falda, blusa y zuecos, aunque –pronto se comprende– no tienen intenciones de parecer mujeres. Cuando se aunaron para fundar Los Modernos, la compañía que los tiene como únicos integrantes, los actores buscaban eso: capturar la atención. “Empezamos con la caída de (Fernando) De la Rúa y sus consecuencias. La gente no iba al teatro, entonces nosotros teníamos que ir a ella”, recuerda Paiva sobre aquellos primeros tiempos en bares y restaurantes. En Fo, el filoso, el espectáculo que el dúo cordobés presentó recientemente en El Cubo (Zelaya 3053) y que va los viernes y sábados a las 22.30 y los domingos a las 21.30, la estética solemne es el germen que incuba las otras capas del espectáculo: humor, juegos de palabras y reflexiones filosóficas. “Cuando, en uno de nuestros espectáculos, salíamos en pantalones, a la gente no le gustaba. Esta es nuestra verdadera identidad”, remarca Orlando en la charla con Página/12.

Actores, no humoristas. Y amigos. Ese fue el punto de partida que los hermanó artísticamente en 2002, cuando se calzaron por primera vez las polleras que hurtaban del ropero de la madre de Orlando. “Ella no entendía nada. Era sospechoso que el hijo saliera en zuecos a medianoche a pasar la gorra con un señor mayor”, bromea el actor. Aunque Orlando es argentino y Paiva uruguayo, se autodefinen como una compañía cordobesa. “El humor cordobés se respira en la calle, los piropos, el trato y los apodos. Siempre está dentro de la misma línea: el cuentista o el narrador de chistes. Por eso es que representamos una nueva posibilidad de humor nacida en esa provincia”, se enorgullece Orlando. La primera vez que pisaron Buenos Aires fue en 2006, con Breve desconcierto breve, el primero de sus espectáculos, en el Teatro Maipo. Volvieron al año siguiente para presentarse en el Lorange. Antes, de 2003 a 2006, vivieron en España.

Hasta allí habían viajado con la mera idea de probar suerte. “Somos laburantes de lo que amamos”, recalca Orlando. Sin embargo, el público los recibió tan bien que se instalaron. Ya tienen fecha de regreso para fines de septiembre, cuando terminen las funciones de la cartelera porteña. “La estadía en España fue un antes y un después porque significó caer en la cuenta de que el nuestro era un espectáculo con posibilidades”, reflexiona Paiva y enumera los premios que obtuvieron allí: Mejor Espectáculo Teatral del Año en Barcelona en 2003 (Premio Dies de Radio), Revelación en el Festival Internacional de Humor de Madrid en 2004 y Mejor Espectáculo Alternativo en 2005 (Premio BCN), entre otros. Aunque en Buenos Aires ganaron el ACE al Mejor Espectáculo de Humor, se sentían en “deuda anímica” con su país. “Nuestra cronología lógica hubiera sido Córdoba, Buenos Aires y el mundo. Por un hecho no buscado, estábamos allá como representantes de nuestro país sin trayectoria en la capital. Aquí hay un lugar que nos espera y que es nuestro. Venimos a ocuparlo con delicadeza y firmeza”, desliza Paiva.

Es “el lenguaje universal” de sus espectáculos lo que les permitió quedarse en España. “Si hablamos de un hecho político, es del hecho en sí y no de una circunstancia regional”, grafican. Es cierto que Los Modernos no son fieles representantes del humor cordobés. Ellos se reconocen más en el estilo de Les Luthiers, aunque aclaran que “los maestros del humor” no fueron sus referentes. “No tenemos ninguno”, subrayan. Fo, el filoso, quinta creación de la compañía, mantiene el formato de los espectáculos anteriores. Textos breves –escritos por Paiva– que funcionan como microhistorias, intercalados por canciones que abren paso a la siguiente reflexión. Dos señores elegantes y exagerados dan cátedra en un escenario desértico, si no fuera por un atril que los acompaña durante todo el espectáculo, aunque nadie lo mire ni lo toque. La escenografía mínima tiene el poder de conceder un valor esencial a cualquier elemento que aparezca ante los ojos del espectador. “En nuestros comienzos teníamos la tendencia de meter cosas en el escenario. La idea original incluía dos banquitos”, cuenta Orlando. No en vano se dice que las sillas matan al teatro.

La variación entre espectáculo y espectáculo es principalmente temática. En el inicio de Fo, el filoso, Paiva y Orlando confiesan que se llevan una toalla de cada hotel al que van. De pequeños detalles como ése e indagaciones en la esencia humana está hecho el espectáculo, cuyo punto de partida es la existencia de un supuesto primer pensador. La vida, la muerte, las cábalas, las creencias religiosas, los celos en la pareja, son la materia prima, trastrocada por lo que el dúo entiende por humor. “Recurrimos a Internet, a libros de psicología y a nuestra historia. Buscamos cómo comunicar situaciones anímicas, psicológicas y sociales desde lo bonito, original y gracioso. El secreto del humor es la ruptura”, explica Paiva. La sumatoria de temáticas y la repentina sincronización de las voces otorgan un ritmo particular a la pieza. “Lo nuestro es una partitura musical”, define Orlando. En esa estructura, las canciones “completan el discurso y, como son más livianas que los fragmentos hablados, proporcionan distensión”, explica.

–Arrancan el espectáculo distanciándose del “humor inteligente”. Los personajes ofician de soberbios catedráticos. ¿Fo, el filoso es una burla al saber o a quienes se colocan en un lugar de autoridad por creer que lo poseen?

Pedro Paiva: –Hay una rebeldía implícita. El vestuario remite a la importancia. Y, en este sentido, hay una pequeña burla interna. La nuestra es una academia que se rompe desde el absurdo, lo inesperado.

Alejandro Orlando: –Estamos hartos de las obras con mensajes. La nuestra no quiere bajar línea de ningún tipo. No queremos decir más que lo que dijimos. Aun así, la burla al saber está porque nos permitimos reírnos de nosotros mismos. Somos los celosos que cantan la canción y un minuto antes los maestros que están explicando el tema. Y creemos que el humor de por sí es inteligente porque implica una decodificación. Hacemos funciones en universidades, pero también a beneficio en lugares a los que asiste gente sin formación académica, y disfrutan mucho. Por eso, ese rótulo no nos gusta.

–Los juegos de palabras son un aspecto central de la obra. También crean idiomas nuevos. ¿Cuál es su relación con el lenguaje?

P. P.: –La idea es revalorizarlo. El nuestro es un teatro de texto. En nuestros inicios teníamos mucho cuidado con eso porque sabíamos que iba a determinar la línea de la compañía. Hacemos un tratamiento respetuoso y libre del lenguaje. El idioma español, a diferencia de otros como el inglés, es muy dinámico y permite pequeñas licencias. No tenemos formación literaria ni somos profesores, pero sabemos qué es lo correcto y qué no, entonces nos expresamos adecuadamente. Y también le hacemos trampas floridas al lenguaje. Eso sí: las aclaramos.

A. O.: –Hay una parte de la obra denominada “Instrucciones para tener y perder la fe” en la que decimos que se conserva en el Vaticano un recipiente con un estornudo del Espíritu Santo y un suspiro de San José. La gente piensa que es una invención de Pedro, pero... ¡es cierto! Nos remitimos a la realidad. Los bolazos son muy bolazo...

–Entonces también es verdad que se roban las toallas de todos los hoteles...

A. O.: –Sí (risas). ¡Pero no sé si conviene que eso se conozca!

Informe: María Daniela Yaccar.

Fuente: Página 12

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