miércoles, 5 de mayo de 2010

Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete

Este viernes, a las 22, en Zaguán Sur (Moreno 2130) en la Ciudad de Buenos Aires

"No imagino una vida sin hacer ni escuchar canciones. Las canciones -aún las más tristes y desgarradoras- son el mejor lugar del mundo. Las hacemos para vivir. No es poca cosa, creo”, aclara Ramiro García Morete, Miro o el Mister, como se lo conoce cuando sube arriba del escenario.

Él o ellos es/son el artista escondido detrás de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, una propuesta platense que privilegia a la canción por sobre todas las cosas.

Miro fue la cabeza visible durante varios años del grupo de rock La Colifa, hasta que a mediados de 2005 comenzó su camino en solitario acompañado por “una computadora con un solo programa de sonido (el austero Sound forge 5.0), un micrófono standard de PC (si, el finito), una guitarra electroacústica con las cuerdas viejas y sin plug, y un mini órgano Casio Tone de tres octavas”. Camino registrado en Low-fi, hasta que hace un mes vio la luz Los caminos, un CD que recoge 13 de las tantas canciones que el artista firmó y cantó en todos estos años. Folk, country, rock y pop forman parte del arsenal con el que Miro convida a sus escuchas, y que podrá disfrutarse este viernes, a las 22, en Zaguán Sur (Moreno 2130) en la presentación porteña de su disco y del sello Uf Caruf!, que integra.

–¿Por qué seguir haciendo canciones cuando el mundo parece derrumbarse?

–Si la pregunta remite al por qué, es decir, al motivo de hacerlas, se me ocurre decir que no imagino no hacer canciones. Ahora, si te referís al "¿para qué?", puede que la respuesta habite en tus propias palabras. Por un lado, porque las canciones son uno de los pocos lugares en los que siempre se está salvo. Incluso en aquella sustancias de suma vulnerabilidad o conflicto, ellas lo cobijan y envuelven todo bajo un halo de belleza y poder. Y por otra parte, porque el mundo parece derrumbarse, pero sigue ahí. Somos nosotros y nuestros pequeños mundos los que se derrumban y la canción quizá sea una forma de trascendernos a nosotros mismo. No lo digo desde una ambición ególatra, sino por el contrario: si una canción se acota al tipo que la escribió pierde sustancia. Me parece que lo que la hace vivir es cuando logra la conjunción de lo particular y lo universal.

–¿El sonido Low Fi era una elección o la imposibilidad de acceder a un registro más fiel para sus canciones?

–Sí, el sonido Low Fi se dio porque no tenía el acceso. Pero tampoco la llamada fidelidad sonora es algo que me interese como fin. La única bandera que levanto es la de la canción urgente y genuina: después cada uno tiene su camino para llegar a ella o de darle forma. Me gusta tanto los Beatles con superproducciones como Elliott Smith grabando en un sótano.

–¿Cómo resultó la experiencia de grabación de Los Caminos?

–La grabación fue placentera porque de entrada los chicos del estudio entendieron eso. Lo importante era que las canciones no entraran en el círculo vicioso de la tecnología. De ese modo es que la mayoría de las tomas son la primera o única, y que se gastó más tiempo en jugar y crear, que en corregir anhelando cierta perfección.

–Tengo entendido que para los integrantes originales de la Orquesta de juguete (turulo y compañía) la experiencia de estudio no fue del todo placentera…

–No es así. Los tecladitos de juguete y demás accesorios entraron el disco y estuvieron a la altura, sin amedrentarse ante instrumentos "reales" como Hammond o baterías. De hecho alegraron la grabación…y a nosotros viendo la cara de Mauro y Facundo (quienes nos grabaron en El Depósito): "¿con eso vas a grabar?". Fue muy divertido.

–¿De dónde surge bautizar SFODJ?

–Fue un modo de hacer explícito que era conciente del sonido precario de las grabaciones caseras.

–¿Qué diferencias encuentra entre estar al frente de una banda de uno, a estar en un grupo donde las decisiones deben consensuarse?

–Quizá sea como ocurre en la vida afectiva ¿no? Estar en pareja o solo tiene sus beneficios y sus contras. A veces es difícil conciliar con el otro, pero tampoco es grato no tener a nadie porque la libertad es elegir. Yo suelo tener mis compañeros en el escenario y si bien las decisiones y el rumbo lo marco yo (ahí se hace manifiestamente y por ende soy el responsable directo de lo bueno y lo malo), siento que ellos no son "mis músicos": son mis compañeros y sienten las canciones como propias. A lo sumo soy el capitán del barco ebrio de Rimbaud o el bergantín de Conrad en las tinieblas africanas. Creo que lo malo es esto: que soy el que tiene que responder en los reportajes y acabo diciendo incoherencias. Ah, otra cosa mala: ¡el disco lo pago yo solito!

–¿Cómo ve la actualidad de la escena platense?

–No sé si la llamaría escena, pero sí pienso que La Plata es una ciudad donde el flujo de expresiones culturales es notable y muy saludable. Además de que las bandas actuales del país que escucho son –casualmente o no– platenses (El Mató, Señor Tomate, Mostruo, El Perrodiablo, Orquesta de Perros, NormA, Sinestros y varias más), lo mejor es que está llena de músicos que apenas conocemos y quizá hasta sean mejores. Tengo la suerte de tocar mucho y ver mucho, y me asombro constantemente.

–Dos preguntas en una. Los lugares para tocar en La Plata ¿son muchos, pocos, suficientes? ¿Las condiciones para hacerlo favorecen a los músicos?

–Bueno, la pena es que todo ese panorama alentador que mencionaba, choca contra esos obstáculos. Son muy pocos los lugares y mucho menos los locales en los que se trate con respeto y consideración al que toca. Lo bueno es que muchos tenemos claro que el dueño del boliche no es el actor principal de la historia. Las canciones son nuestras y de la gente que quiere escucharlas, y para el pesar de ciertos mezquinos, no necesitamos de ellos. Por eso prefiero tocar en un lugar más chico o con un sonido no tan bueno, que dejar que me avasallen.

–¿Qué opinión tiene de los espacios generados por la Municipalidad?

–Esta respuesta también está ligada a la anterior. Si vamos a ciertos conceptos generales, el Estado tiene entre sus funciones mediar entre lo privado y los intereses comunes, para que todos tengan oportunidades. En lo estrictamente musical, evidentemente a nivel estructural no está funcionando bien. Lo que no quiera decir no haya iniciativas interesantes o personas honestas y capaces. Es una lástima que habiendo tanto movimiento cultural, se lidie con ciertas cosas. Pero es muy complejo y amplio el asunto. De hecho, la relación entre el arte y los órganos estatales es larga y llena de complejidades.

–¿Qué necesita el Mister para ser feliz?

–Es una pregunta demasiado difícil. "All you need love". Necesito necesitar, quizá. Esa necesidad de tocar o hacer canciones, o de estar con los que quiero, la misma que a veces me sobrepasa es la que me mantiene vivo. No entiendo la vida sin pasión ni necesidades. Aún a riesgo de caer en el cliché del artista romántico decimonónico.

–Por último, ¿qué opinión tiene sobre la transferencia de música por Internet?

–Mas allá de que esté de acuerdo, lo importante es que es un fenómeno irrefrenable. Y hay que saber acompañarlo. El sello Uf Caruf! entiende como premisa básica que la música es libre, así que adherimos y por eso nuestros discos son de descarga directa con resguardo legal en Creative Commons, una suerte de "copyleft". Pero como a mí y a muchos nos gusta el disco, ese objeto mágico y precioso, editamos físicamente. No me parece que sean caminos opuestos sino complementarios. Así podés llegar al tipo al que le gustan dos canciones y la incluye en una playlist de fondo, o al que se sienta y lo escucha entero como un ritual. Cuando lees el sobreimpreso en los discos dice "Prohibido el préstamo, prohibido todo". ¿La idea no es que las canciones lleguen a todos? Yo no quiero elegir al que me escucha, me parece absurdo.

En su sitio de myspace, el músico aclara: "Como dijeron Miro y el Mister en ‘All I give is pop’: ‘mis canciones son esto que son: tres minutos de papel y corazón’. Y revalorizar la canción en los tiempos que corren no es poca cosa.

Fuente: Diagonales

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