Antes de los ’80 no existía el clown. Y no había mujeres payasas: una de las pocas era yo. En ese momento me encontré con Gabriel Chamé Buendía, Guillermo Angelelli, Hernán Gené, Daniel Miranda y Walter Barea. Eramos jóvenes haciendo cursos, y después el tiempo hizo sus cosas. Empezamos a ir a las plazas en una época en la que eso tampoco existía porque veníamos de la dictadura, entonces te sacaban a patadas o te mataban. Así empezó El Clú del Claun.
Como siempre fui muy hacedora, no me cuestionaba el hecho de ser la única mujer. Eso sí, me encantó porque era muy mimada: era hermana, madre, amiga... Era un grupo en el que nos queríamos mucho. Primaba el enamoramiento, éramos una familia. Incluso seguimos viéndonos, somos muy amigos. A veces nos agarrábamos a piñas, pero teníamos la confianza de que el otro sabía quién eras, algo que habilita el clown: el abrirse, sacarse las capas.
Precisamente, lo que me enamoró del género es su idiosincrasia: tiene mucha vida, es muy sano, está presente y es muy humano, porque acepta errores y lo que uno es. Sigue su impulso y es sinceramente auténtico. El clown es más que uno, es más que yo. Ahora veo que hay más mujeres payasas, que ven en la actividad una posibilidad de trabajo. También percibo que hay una amalgama entre payasas de circo y otras más teatrales. Es muy del clown el aceptar, no discriminar, no competir ni comparar. En mis primeras épocas, el clown no era reconocido dentro de las líneas de teatro, ahora noto que eso se está modificando.
El clown también tiene su costado social: un disparador para fundar Clown no Perecederos fue escuchar a una persona que dijo que le daba culpa reírse, en la época de la crisis más virulenta, en 2002. Decidimos trabajar en el Rojas para recolectar alimentos que iban a los comedores infantiles. El espacio también servía para la gente que estaba estudiando, porque podía practicar. El público era de todas las edades, gamas y colores, y la cola daba vuelta Junín. Me recordaba a El Clú del Claun, porque pasaba exactamente lo mismo. Fue un invento del alma. También lo es el Congreso de Clown y Payaso de Hospital que coordinamos con José Pellucchi, que tendrá su cuarta edición en noviembre, como otro lugar de reflexión e intercambio.
Fuente: Página 12
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