domingo, 9 de mayo de 2010

Fito Páez presentó su nuevo disco y además recorrió su carrera ante un Luna Park colmado.

Canciones de todos los tiempos

Por: Eduardo Slusarczuk

Confiá. En tiempos egoístas y mezquinos, donde todos contra todos. "Confiá", le canta/grita/dice Fito Páez a un Luna Park colmado que escucha, en tiempos donde casi nadie escucha a nadie. Es viernes a la noche, y Páez se ríe.

"Acá sí está bueno Buenos Aires", dice, en medio del rescate de canciones de un pasado que justifica darle tiempo al tiempo, si es que la paciencia da como resultado canciones como El amor después del amor, Polaroid de locura ordinaria, London Town, o Tumbas de la gloria.

"Una de esas excepciones que hay en todas las vidas, que tiene todo lo que me gusta: los acordes de Astor, la melodía de Virgilo Expósito, los acordes menores de McCartney y la mente prodigiosa de Charly", dice Páez, y canta: "Yo te pido un favor/que no me dejes caer/en las tumbas de la gloria".

Desde ese lugar, el músico se expone en sus nuevas canciones, al lado de viejos amigos, como Coqui Debernardi y Carlos Vandera, y de varios nuevos socios.

Al fin de cuentas, canta, "vas ensayando la música, vas escribiendo el libro", y después, "el tiempo cuenta al final lo que valió la pena". De eso se trata la cosa, según Páez. De contar "siempre lo mismo, con el color del momento". Su color del momento, que no siempre coincide con el que imponen las materias de mercado. Y no está mal.

Con "ese" criterio, Fito eligió contrastar su presente con su pasado. Austeridad en la puesta, generosidad en el repertorio. "Los secretos se revelan sin saber por qué", apunta en Folis Verghet (circa 1987), apenas arranca el concierto. "Lo que viene al final es un B52", dispara una hora después, en El mundo de hoy. En el medio, El chico de la tapa se hizo punk, los Fito boys hacen olvidar a las Blacanblus en Llueve sobre mojado, 11 y 6 ratifica su condición de no perecedera y el Circo beat, hoy, es menos barroco, pero tan eficiente como cuando levantó su carpa.

Alguna vez Paul, el de The Beatles, hizo pintar un arco iris psicodélico en el piano Knight que tenía en su casa de la avenida Cavendish. Mucho después, en Coronel Díaz y Santa Fe, un tal García pintó de viajes al infierno sus teclados.

En el Luna Park, Paéz presenta su versión, un tercio Sgt. Pepper, un tercio Say no More, un tercio Circo beat. Y desde ahí, sólo, tira un Cable a tierra a los 80, y habilita el karaoke, una vez más.

"Es un camino a ningún lugar, el que te trae y te lleva", canta Limbo mambo. Será que en ese camino, en busca a nadie, Páez la vio, y escribió Un vestido y un amor, que ahora vuelve a sonar, merced a sus teclados y los de Juan Absatz y Diego Olivero, fiel a su matrix.

Tradición y novedad. Entre tanques del repertorio Páez, M&M, con la guitarra de Dizzie Espeche ultra Steely Dan, cierra la presentación en sociedad de Confiá.

De ahí en más, la celebración. Mucho Amor después del amor, a pesar de la aspereza de la Ciudad de pobres corazones, que no impide que la vida ruede y los trapos se agiten. Giros. Todo suena como cuando fue parido. Coros, melodías, armonías. Dar es dar, canta Fito, y se da una vuelta por la platea, y se lleva las marcas en su piel. "Y hoy sólo te vuelvo a ver", cantan todos. La misma canción, con nuevos colores. Bienvenidos.

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